jueves, 15 de marzo de 2007

LA REFUNDACION DE LA IDENTIDAD NACIONAL (Ernesto Jauretche)

Pensar el Bicentenario para refundar la Patria
Al leer estas páginas exhortando a pensar desde nosotros y hacer conciencia del Bicentenario de la Revolución de Mayo, algunos pregonarán que falta mucho para eso o que estamos proponiendo un escapismo, alegando que hay asuntos mucho más urgentes y necesarios de qué ocuparse.

Sin embargo, tanto el Bicentenario en que el multimedia Clarín nos viene aventajando con debates entre los conocidos prestigios repartidos por el establishment, como el que comprensiblemente ignoran las anquilosadas academias e insensatamente desconocen las instituciones culturales oficiales, empezó este mismo año.

No hace falta esperar al 2010 para pensar el Bicentenario: los sucesos de 1806 y 1807, la Reconquista y la Defensa de Buenos Aires entendidos como precursores de 1810, 1813 y 1816, remiten tan significativamente al presente que es previsible que los custodios de la herencia de Caseros y el golpe de Estado de 1955 los quieran empequeñecer. En este orden, la batalla cultural que necesariamente habrá de librarse para conceptualizar desde el pueblo la rememoración del Bicentenario será ardua y desigual.

Un patriotismo de símbolos e himnos y héroes congelados en el bronce pretenderá un análisis "objetivo" y truncado de ciertos hechos. Descarnará la conducta apasionada por el porvenir de la Patria de aquellos hombres, destacando el predominio de nobles e hidalgos eruditos lectores de Montesquieu, los extraerá del complejo contexto donde se conjugaban intereses trascendentes y, sobre todo, desdeñará maliciosamente el protagonismo de los desconocidos hombres y mujeres de la plebe.

No obstante, pocas veces se revela de manera tan evidente lo determinante que es para el trazado de los caminos de la historia la sublevación del subsuelo de la patria. Los acontecimientos de la Reconquista y la Defensa son una prueba más del acierto de una ley ya largamente probada de la política argentina y sudamericana: los grandes cambios suceden a la irrupción pacífica o violenta de movimientos políticos, sociales y culturales conscientes y dilatadamente procesados. No son los líderes los que crean los movimientos sociales; son esos movimientos los que cuando encuentran su liderazgo se convierten en sujetos revolucionarios. ¿Quiénes sino los estoicos y briosos mestizos, castas, negros, mulatos y criollos descendientes y herederos de las glorias calchaquíes, quechuas, aymaraes, guaraníes, charrúas, ranqueles, tehuelches y mapuches se atreverían a enfrentar a las fogueadas y temibles huestes británicas? ¿Qué otra explicación puede tener la impresionante derrota del ejército colonial más poderoso del planeta a manos de improvisados civiles mal armados?

La formación de las milicias populares autoconvocadas para la reconquista y defensa de la Ciudad ignominiosamente rendida al invasor británico tiene características políticas propias de un proceso insurreccional. Fue una gesta convocada por la necesidad de vencer las vacilaciones, deserciones y traiciones de los sectores dominantes de la época, que evoca una extensa saga de similares hechos históricos del siglo XVIII, entronca con el 17 de octubre de 1945 y el estallido de diciembre de 2001.

La Comisión de Investigaciones Reconquista 2006 de la provincia de Buenos Aires, entiende el rechazo a los invasores británicos del Río de la Plata en 1806 y 1807 como una gesta popular, donde tuvieron destacada participación milicias lugareñas que se formaron para defender el terruño donde vivían, además de su propia forma de vida, su religión y un orden político y social preexistente que, más allá de los cuestionamientos que podían hacerle los propios criollos, era preferido al que seguramente impondría el imperio sajón.

La acción de los gauchos y criollos pobres que se congregaron voluntariamente en Luján para combatir al invasor británico a las órdenes de Martín Rodríguez y Juan Martín de Pueyrredón primero y de Álzaga y Liniers después, fue una manifestación clara del vigor y la eficacia de la Nación en armas y dio origen al movimiento revolucionario: así, la semana de mayo de 1810 lejos de ser un punto de partida fue un lugar de llegada.

En nuestra conciencia política, el hecho decanta una experiencia: cuando la Nación está en peligro los pueblos acuden a sus reservas de coraje en la defensa de su proyecto de Patria, de su patrimonio, su cultura y sus valores.

Debemos rescatar, además, que la batalla contra el inglés convocó a luchar a hombres y mujeres que provenían de toda la extensión del Virreynato, desde el Río de la Plata a las tierras guaraníes, de la Banda Oriental, Cuyo y Tucumán hasta Chuquisaca y La Paz.

Es preciso entonces, también, resignificar culturalmente la Reconquista, mostrando la histórica solidaridad de los pueblos hermanos por encima de las disensiones políticas de las nacientes burguesías que balcanizaron Sudamérica, porque hoy los argentinos podemos volver a reconocemos como ciudadanos de la Patria Grande y compartir las tradiciones milenarias de aquel tronco común.

La rememoración del pasado debe ser entendida como una acción de proselitismo que conjuga lo histórico con lo político. El verdadero tiempo de la historia es el presente. Y hoy los argentinos nos hallamos comprometidos con la ínclita labor de recuperar para la Nación y el Pueblo las instituciones (principalmente el Estado en todos sus niveles), la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.

En este marco contingente, la celebración de la victoria de los plebeyos sobre la cortesana y aristocrática clase dominante porteña y los invasores británicos deberá ser resignificada como una renovada conciencia de que la movilización popular volverá a hacer frente a cualquier intento reaccionario. Rememorar el Bicentenario será, así, un acto de refundación de la identidad nacional para lograr UNA NUEVA RECONQUISTA: la de un pueblo feliz en una gran Nación.

1 comentario:

Carlos Dávila Silva dijo...

Excelente comentario. Lejos de arengar intenta motivar e ilustrar con criterio el rumbo que de tomar América latina. Felicidades Ernesto. Es usted un hombre muy coherente y claro. Un abrazo desde Ecuador.

Carlos Dávila Silva
un servidor