lunes, 29 de diciembre de 2008

Kirchner en Carta Abierta



Fuente: Carta Abierta

domingo, 28 de diciembre de 2008

APORTE A LA DISCUSION DEL INFORME DEL CONSEJO (Rodolfo Walsh)

Se hace referencia a los ítems numerados del informe. En aquellos que se saltean debe interpretarse que no han surgido aportes de interés. Algunas de las cuestiones que se plantean han surgido también en el ámbito de oficiales subordinados.

1.2.2. Situación de las fuerzas populares

Los elementos que se señalan no están numerados en orden de importancia. Debe empezarse por la situación de las masas, que es de retirada para la clase obrera, derrota para las capas medias y desbande en sectores intelectuales y profesionales. Dentro de ese cuadro solamente sectores del peronismo sindical –Luz y Fuerza y Portuarios– han conseguido frenar el avance enemigo librando conflictos que terminaron en empate. La posibilidad de tal resultado está dada en ambos casos por la naturaleza crítica de la producción, que es permanente en el caso de los servicios eléctricos y estacional en el servicio portuario (próxima exportación de cosechas). En el caso de Luz y Fuerza debe computarse además la permanencia de una organización reivindicativa de calidad superior. Los conflictos mecánicos y metalúrgicos carecen en cambio de esa perspectiva por no afectar producciones críticas en la coyuntura recesiva y deben terminar en derrotas a pesar de una superior calidad combativa de los cuadros.

Esto vuelve a poner sobre el tapete la primacía de la infraestructura básica de servicios y de los sectores obreros ligados a ella. Priorizar la industria textil o la administración pública como línea sindical me parece un error, en el primer caso porque al subconsumo recesivo debe corresponder un achicamiento de la industria, y la lucha se da entonces en terreno elegido por el enemigo, del mismo modo librar batalla en la administración –salvo sectores metalúrgicos– es allanar el campo a la ola de despidos que reclama un sector del régimen.Se insiste, en suma, en la posición ya conocida de este sector del D–I, a saber que mientras dure el actual proceso de retirada la clase trabajadora sólo podrá dar combate en sectores críticos delimitados, que son la producción de energía, la exportación de cereales y carnes, la producción y transporte de combustible, las telecomunicaciones, el sistema bancario y el sistema de computación de datos.

1.4. Situación militar

La descripción de la situación militar del enemigo es correcta, pero la nuestra es incompleta y en algunos pasajes inexacta. Por ejemplo cuando afirma que "nuestro Ejército dio un salto cualitativo" (p. 5, línea 1) para reconocer enseguida que "no hemos correspondido al salto de calidad dado por el enemigo" (p. 5, línea 6). Igualmente cuando dice que "hemos aumentado la movilidad (p. 5).La lectura del ámbito subordinado de este pasaje deja la impresión de que soslaya la real gravedad de nuestra situación militar y omite datos importantes para su comprensión, por ejemplo porcentajes de pérdidas, territorios evacuados, etc. En consecuencia, ha suscitado desconfianza y malestar.

2.2. Nuestra estrategia en el espacio

El punto principal de la autocrítica es, como dice el informe, "la insuficiencia de nuestra política de poder para las masas" y efectivamente ella se refleja, ante todo, en nuestra actitud frente al peronismo.

Mi opinión, compartida por el ámbito subordinado, es que se ha hecho un pronunciamiento prematuro sobre el agotamiento del peronismo y que de ese pronunciamiento derivaron decisiones de importancia capital que hoy están sometidas a prueba.El punto crítico a partir del cual se decretó el agotamiento del peronismo fueron las movilizaciones obreras de julio de 1975 contra el "Rodrigazo". Allí pareció efectivamente que la clase obrera, al combatir contra un gobierno peronista, firmaba el acta de defunción del movimiento peronista. Este análisis omitía dos cosas: una, que sectores de vanguardia de la clase obrera estaban dispuestos a rebozar el peronismo, siempre y cuando se diera una dirección de avance contra un gobierno vacilante como el de Isabel Martínez, pero que dentro de esa misma dinámica la clase trabajadora en conjunto, incluyendo las vanguardias, iban a retroceder hacia el peronismo cuando la marea se invirtiese por la presencia militar; otra, el peso efectivo que en tales movilizaciones tuvo la burocracia sindical peronista.

Cabe suponer que las masas están condenadas al uso del sentido común. Forzadas a replegarse ante la irrupción militar, se están replegando hacia el peronismo que nosotros dimos por agotado y la dirección del peronismo se ha visto subrayada por el gorilismo del gobierno. En suma, las masas no se repliegan hacia el vacío, sino al terreno malo pero conocido, hacia relaciones que dominan, hacia prácticas comunes, en definitiva hacia su propia historia, su propia cultura y su propia psicología, o sea los componentes de su identidad social y política. Suponer, como a veces hacemos, que las masas pueden replegarse hacia el montonerismo, es negar la esencia del repliegue, que consiste en desplazarse de posiciones más expuestas hacia posiciones menos expuestas; y es merecer el calificativo de idealismo que a veces nos aplican hombres del pueblo. En síntesis, creo que el Partido debió, y aún debe replegarse él mismo hacia el peronismo y que la propuesta inversa no es una verdadera propuesta para las masas en esta etapa, aunque pueda llegar a serlo en otra, pero en ese caso ya no se trataría de un repliegue sino de un avance.

Otra línea de análisis que concurrió para decretar el agotamiento del peronismo es la que, también a priori, ha resuelto que en la Argentina asistimos a la "crisis definitiva del capitalismo". Afirmaciones desmesuradas de este tipo proceden, a mi juicio, de una falta de formación histórica. El capitalismo en decenas de países ha sobrevivido a crisis más graves que la actual crisis argentina. Para dar un solo ejemplo, "la crisis definitiva" del capitalismo en Alemania debió enunciarse por primera vez en 1848, y aunque generaciones de revolucionarios reiteraron ese anuncio durante un siglo y cuarto, no se concretó ni siquiera en el período terrible –para los capitalistas– de 1919 a 1923, ni impidió que Alemania hoy sea el modelo de capitalismo.

Naturalmente si nosotros pensamos que la crisis del capitalismo es definitiva, no nos queda otra propuesta política que no sea el socialismo más o menos inmediato, acolchado en un período de transición, y esa propuesta contribuye a relegar el peronismo al museo. Todos descartamos que fuera así, pero en la práctica sucede que nuestra teoría ha galopado kilómetros adelante de la realidad. Cuando eso ocurre, la vanguardia corre el riesgo de convertirse en patrulla perdida.Creo que estos son los ejes de nuestra equivocada estrategia, y que en cambio son secundarias o derivadas de las contradicciones masas–aparato, interior–Buenos Aires, etc., ya que la resolución de las mismas es materia de ejecución, mientras que los ejes políticos que planteamos son materia de concepción.

Aún esas antinomias, si se toman como subordinantes y no como subordinadas, encierran peligros considerables, y el mayor de ellos es omitir la singularidad de la configuración geográfica, histórica y social argentina, que es su núcleo urbano de 12 millones de habitantes y 60% de la población obrera, de la que necesariamente –a mi juicio– debe brotar también la singularidad de nuestro proceso revolucionario. Hecho que por ahora apuntamos sin perjuicio de intentar desarrollarlo por separado.

3.1.1. Objetivos políticos para la fuerza propia

Los objetivos que a mi juicio deberíamos perseguir, surgen de lo que se acaba de expresar y no coinciden con lo que sustenta el documento. Más precisamente, no creo en la factibilidad de construir el Movimiento Montonero a partir del peronismo en este momento ni creo que ese Movimiento vaya a ser otra cosa que una estructura más del Partido Montonero.

Entiendo que Montoneros debe seguir la dirección de retirada marcado por el pueblo, que es hacia el peronismo, y que la única propuesta aglutinante que podemos formular a las masas es la resistencia popular, cuya vanguardia en la clase trabajadora debe ser nuevamente la resistencia peronista, que Montoneros tiene méritos históricos para encabezar. Esta sí me parece una propuesta inteligible y aglutinante para las masas porque se funda en su experiencia concreta y en su percepción de la actual relación de fuerzas.

Esto no significa que el Partido vaya a renunciar a sus objetivos estratégicos, su propuesta intermedia de Movimiento Montonero, su propuesta final de poder socialista, su programa a largo plazo, en suma; significa poner la correcta distancia entre esos objetivos lejanos y la dura realidad actual, que no permite a las masas ni siquiera pensar el poder, sino resistir para sobrevivir.

3.2. Coincidiendo con el grueso de lo que se afirma de aquí en adelante, creo que de esas afirmaciones surge la necesidad de ser aún más radicales en las medidas que se proponen, y que, interpolando las reflexiones anteriores, yo formularía así:

a) Reconocer que las OPM han sufrido en 1976 una derrota militar que amenaza convertirse en exterminio, lo que privaría al pueblo no sólo de toda perspectiva de poder socialista sino de toda posibilidad de defensa inmediata ante la agresión de las clases dominantes.

b) Definir la etapa como retirada en el aspecto táctico, sin fijarles límites temporales. Definir el conjunto del pueblo y en particular al pueblo peronista como terreno donde verificarse la retirada.

c) Definir el peronismo y la clase trabajadora como sujeto principal de la resistencia, y a la resistencia Montonera como parte de la resistencia popular.

d) Retirar del territorio nacional a la Conducción Estratégica y a las figuras "históricas" que, independientemente de sus actuales niveles o funciones, son tanto para el enemigo, como para el pueblo, la encarnación de Montoneros, de juventud Peronista o del peronismo Auténtico, para quitar al enemigo la posibilidad de infligirnos derrotas decisivas al capturarlos o matarlos.

e) Mantener la actual estructura de Partido, asignando a la Conducción Estratégica en el exilio la función de conducir la retirada y a la conducción táctica que permanezca en el país la función de conducir la resistencia.

f) Definir la seguridad individual y colectiva como criterio dominante en la resistencia y elegir la CT con arreglo a ese criterio, flexibilizando los criterios de nivel y acentuando los criterios de compartimentación, desconocimiento por el enemigo y resultados obtenidos hasta ahora en la preservación de las estructuras confiadas a su mando.

g) Ligar la resistencia en forma absoluta a la política de masas, privilegiando en primer término las estructuras militares defensivas (documentación, información, comunicaciones) y las estructuras políticas ofensivas (propaganda, agitación, prensa clandestina y descentralizada en lo interno, prensa internacional).

23 de noviembre de 1976.

domingo, 21 de diciembre de 2008

KIRCHNER VISITO A CARTA ABIERTA Y LLAMO A “PROFUNDIZAR LA DISTRIBUCION DEL INGRESO”

“No nos derrotaron, fuimos traicionados”

El ex presidente participó del encuentro de intelectuales para agradecerles “el gesto de valentía” durante el conflicto rural. Repasó el año, discutió con el público sobre las alianzas del oficialismo y dijo que en 2009 habrá “un punto de inflexión” con la Ley de Radiodifusión.

“¡Ahí llega el flaco!”, se escuchó gritar a algún confianzudo. “¡Ahí viene Kirchner!”, confirmó otro. Los integrantes de Carta Abierta no lograban salir de su asombro: sonriente y chispeante, esperando su turno para participar como uno más de la asamblea, el ex presidente apareció ayer en la Biblioteca Nacional, en la última reunión anual del espacio de intelectuales y artistas surgido al comienzo del lockout campestre. “Sentí que tenía que estar por el gesto de valentía que ustedes tuvieron entonces”, dijo Kirchner. Durante los 15 minutos que duró su discurso, llamó a “profundizar la redistribución de la riqueza”, insistió con que en el conflicto rural “no nos derrotaron, sino que fuimos traicionados”, y adelantó: “En el 2009 puede haber un punto de inflexión que va a ser la Ley de Radiodifusión”. La sala Juan L. Ortiz de la biblioteca estaba llena, había representantes de Carta Abierta de La Pampa, Mar del Plata, San Juan, Córdoba, La Plata, San Nicolás, San Martín, Necochea, entre otros lugares del país. La reunión ya había comenzado y Diego Tatián, representante del espacio en Córdoba, reflexionaba sobre la necesidad de buscar nuevas palabras que recuperen y resignifiquen una perspectiva crítico-emancipatoria de la política. En ese momento, casi sin custodia, el ex presidente aparecía en la última reunión del primer año de existencia del espacio. Tatián continuó hablando después de la intervención del moderador de turno, el editor Rodolfo Hamawi, que le explicó al “compañero Néstor”: “Como estamos en una asamblea, esperaremos que termine el compañero de Córdoba”, pedido que Kirchner aceptó con agrado y uno de sus característicos guiños. A su lado estaba el secretario general de la presidencia, Oscar Parrilli, y más tarde se sumaría el ministro de Trabajo, Carlos Tomada. Kirchner ya había visitado al espacio en junio, en pleno conflicto con el agro. Ayer, cuando le tocó hablar, reconoció la significación de Carta Abierta como colectivo intelectual-político. “Cristina me dijo que tenía la obligación de venir al brindis y apenas me dijo eso sentí que tenía que estar por el gesto de valentía que ustedes tuvieron entonces”, contó Kirchner. “No nos derrotaron –dijo en referencia a la puja con la Mesa de Enlace rural–, sino que fuimos traicionados. Pudimos haber tenido mil errores, pero lo cierto es que después de muchísimas décadas se planteó seriamente la discusión de la redistribución del ingreso frente a sectores del poder”. Kirchner llamó a “profundizar el modelo de redistribución de riqueza”, y señaló que “la medida más importante del 2003 a la fecha es la estatización del sistema jubilatorio porque los fondos de la gente volverán a la gente”. También remarcó “la recuperación de Aerolíneas Argentinas como línea de bandera”. Pero los aplausos se hicieron oír cuando anticipó que “en el 2009 puede haber un punto de inflexión que me parece a mí va a ser la Ley de Radiodifusión”, un reiterado reclamo de amplios sectores sociales y culturales. En un momento, Kirchner afirmó que “es necesario juntar a todas las fuerzas posibles”, pero una mujer le reprochó: “Con todos, no”. Sin que se lo mencionara, el fantasma del ex carapintada Aldo Rico, flamante titular del PJ de San Miguel, acechó por unos segundos. Pero Kirchner no se inmutó y sólo respondió “es necesario porque debemos ganar si queremos profundizar el modelo”. Luego, el titular del PJ finalizó su breve discurso elogiando al espacio de intelectuales porque “su nacimiento marca la oportunidad de que la política vuelva a ser pensada, de volver a sentir que es posible la construcción de un espacio progresista, transformador”. Al término de la asamblea, Ignacio Vélez, integrante de la comisión de salud del espacio, todavía celebraba: “Es un gesto cargado de política, fue una manifestación de valoración y de respeto hacia Carta Abierta, aun sabiendo que es un espacio en el que no somos ciegamente adherentes, él rescató justamente nuestra libertad crítica”. Nacho Vélez remarcó que “es una muestra más del esfuerzo por construir un campo popular conformado por distintos sectores”. Antes de que Kirchner sorprendiera con su visita, el filósofo Ricardo Forster abría una jornada que estuvo marcada por la valoración del corto pero fructífero camino recorrido por el colectivo. “Carta Abierta reivindica la unión de emancipación, autonomía, igualdad y compromiso crítico”, afirmó Forster. Y resaltó que el espacio “es la conjunción de sus escrituras, la asamblea con su clima libertario y la búsqueda de un lenguaje para tratar de decir aquello que acontece”. El intelectual recordó al fallecido Nicolás Casullo, uno de los principales gestores y articuladores conceptuales del grupo. Invitado especial, el juez Norberto Lorenzo, integrante del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata que condenó al represor Miguel Etchecolatz y al cura Christian von Wernich, habló de la difícil situación que atraviesa. El encuentro finalizó con el brindis de fin de año y unas palabras del director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, que habló sobre el sentido del compañerismo político ante la atenta mirada de Néstor Kirchner, que luego se quedó saludando a los participantes. Informe: Tomás Forster.

Fuente: Página 12, domingo 21 de diciembre 2008

domingo, 14 de diciembre de 2008

Evita, símbolo insoportable (Rubén Dri)

Durante la protesta que la Federación Agraria entrerriana comandada por el líder sojero Alfredo De Angeli, en el 25° aniversario de la reimplantación de la democracia, pintaron de negro del busto de bronce de la compañera Evita que se encuentra en la explanada de la casa de gobierno de Entre Ríos. Acción cargada de denso contenido simbólico que expresa cabalmente qué se está dirimiendo en la lucha.

El ser humano no tiene una entidad determinada, fija, lograda, como los objetos. Es constitutivamente incompleto. Nunca es lo que es, siempre es lo que no es, y esto se aplica no sólo al ser humano individual, sino también y esencialmente al colectivo. Todo grupo humano transita el camino de su propia constitución, o sea, el de su identidad que coincide con el de su propia creación.

La identidad es una tarea y un problema. En realidad no existe la identidad sino el proceso de identificación, en el cual juegan un papel fundamental, los símbolos que, tanto en la historia del sujeto individual como en la del sujeto colectivo aparecen hacia atrás como arquetipos y hacia adelante, como ideales.

El vocablo “símbolo” tiene su raíz en el verbo griego sym-bállo cuya traducción es “echar, poner juntamente, unir”, todo lo contrario de dia-bállo que significa “desunir, enemistar”. El símbolo une lo desunido, religa lo desligado. El símbolo es religioso o, al revés, la religión es simbólica.

El ser humano tanto en su realidad individual como en al colectiva se siente fracturado, desligado, a causa de lo cual su vida no tiene sentido o, en otras palabras no logra identidad. La construcción de su propia identidad es, al mismo tiempo la construcción o reinterpretación de determinados símbolos. Toda construcción subjetiva es al mismo tiempo una construcción simbólica, y, como los símbolos son polisémicas, y, en consecuencia expresan identidades diferentes, entronca ellos siempre hay una lucha hermenéutica.

Los símbolos se reinterpretan, pero no siempre ello es posible. Ciertos símbolos, debido a determinadas experiencias, a veces traumáticas, no pueden ser reinterpretados. Es el caso de la cruz svástica. De por sí este símbolo no significa “genocidio”. Es la experiencia traumática del nazismo la que, para occidente, le dio ese significado que torna imposible su resignificación para proyectos liberadores.

Evita es un símbolo insoportable para determinados sectores sociales que persisten en el gorilismo oligárquico que fue marcado a fuego por la Evita histórica, la del primer peronismo. Es lo que claramente mostraron las huestes del sojero De Angeli, al pintar de “negro” el busto de la fuera la “abanderada de los humildes”. Precisamente los “negros” son los humildes.

Buzzi buscó desligarse de semejante gorilismo, pero en vano, pues ya lo había afirmado previamente que estaba con la “cara pintada”, cuya finalidad era y es como lo declaró terminantemente “desgastar a este gobierno”.


Buenos Aires, 13 de diciemrbe de 2009

jueves, 4 de diciembre de 2008

El vuelo de los cóndores (Roberto Bardini)

... esas olvidadas islitas del sur,
en una fría mañana del Onganiato,
se incendiaron al paso de aquellos nacionales.
[Jorge Falcone, Un dardo clavado en el sur]


Un día de primavera, 38 años atrás, dieciocho muchachos peronistas desviaron un avión de pasajeros en pleno vuelo, aterrizaron en las Islas Malvinas e hicieron flamear banderas argentinas en el lejano territorio usurpado. Fue uno de los primeros secuestros aéreos del siglo XX. La excluyente y selectiva historia oficial argentina -liberal antes, neoliberal hoy, conservadora siempre- continúa ignorando esa pequeña gran gesta patriótica.

El 28 de septiembre de 1966 cayó miércoles. En Buenos Aires fue un día soleado. Hacía tres meses que el general Juan Carlos Onganía, alias La Morsa, estaba el poder en nombre de una autodenominada revolución argentina. Noventa días antes, un pelotón de la Guardia de Infantería de la Policía Federal había desalojado de la Casa Rosada al presidente Arturo Umberto Illia, de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), quien había llegado al gobierno con poco más del 20 por ciento de los votos y con el peronismo proscrito.

Illia era un apacible médico originario de Cruz del Eje (Córdoba), con hábitos provincianos. Acostumbraba a dormir la siesta después de comer y cruzaba a la Plaza de Mayo sin custodia para darle de comer a las palomas o sentarse en un banco a leer el diario. La gran prensa de la época -tan antipopular como la de ahora- lo ridiculizaba constantemente. La revista Tía Vicenta, dirigida por el dibujante Juan Carlos Colombres (Landrú) lo caricaturizaba como La tortuga.

Un príncipe en la corte del general de ganadería

Onganía, a quien sus compañeros de promoción apodaban El Caño -recto y duro por fuera, hueco por dentro- no dormía siesta y detestaba a las palomas. Era un mediocre führer autóctono que aspiraba a un módico Reich de alrededor de 20 años, tiempo suficiente para acabar con el incorregible peronismo. Con esa brillantez teórica propia de algunos oficiales de caballería -a quienes, según el periodista Rogelio García Lupo, se debería denominar generales de ganadería- el militar había proclamado sin ruborizarse que la Revolución Argentina tiene objetivos pero no tiene plazos. Dos periodistas habían aportado su intelecto para desplazar a Illia e instaurar a Onganía: Jacobo Timmerman, desde la revista Confirmado, y Mariano Grondona, en Primera Plana. El primero hoy está considerado casi como un héroe del cuarto poder; el segundo, es un lamentable neodemócrata que da lástima por televisión.

Como ocurre casi siempre que los hombres de uniforme suplantan a los ciudadanos de civil, se anunció que un Estatuto de la Revolución Argentina -aprobado por los tres comandantes en jefe del ejército, la marina y la fuerza aérea- reemplazaría a la Constitución Nacional. Para servir mejor a la patria, se prohibieron los partidos políticos y la actividad sindical, se impuso una estricta censura de prensa y se persiguió a estudiantes, intelectuales y artistas.

El 29 de julio de 1966, Onganía decretó la intervención de las universidades nacionales. El jefe de la Policía Federal, general Mario Fonseca, ordenó a la Guardia de Infantería expulsar violentamente de los recintos universitarios a estudiantes y profesores. Sáquenlos a tiros si es necesario, exhortó a sus huestes. La destrucción alcanzó a los laboratorios y bibliotecas de las casas de estudio y la adquisición más reciente y novedosa para la época: una computadora. Ese recio aporte castrense a la cultura se conoce hasta hoy como La noche de los bastones largos. Muchos profesores e investigadores partieron al exilio y fueron contratados por universidades de América Latina, Estados Unidos, Canadá y Europa.

Esa mañana del 28 de septiembre de 1966 una de las mayores preocupaciones del general Juan Carlos Onganía era la preparación del partido de polo que jugaría con Felipe de Edimburgo, el príncipe consorte inglés, quien se hallaba de visita en Buenos Aires.
Los kelpers

Ese mismo miércoles amaneció nublado en Puerto Stanley, capital de las Islas Malvinas. El día anterior había llovido. En esa época habitaban las islas poco más de mil personas, a los que ya se denominaba kelpers. Kelp es un alga marrón que se reproduce las frías aguas del Atlántico sur. Kelper quiere decir recolector de algas. La mayoría de ellos vivía en Puerto Stanley y un centenar en Puerto Darwin. El resto estaba distribuido en el campo, en grupos de 20 o 30 personas. Trabajaban en los settlements, establecimientos rurales dedicados a la cría de ovejas. Un explorador inglés visitó las Malvinas en 1914 y describió a Puerto Stanley como -una calle que costea la bahía, con un matadero a un extremo y un cementerio al otro.

El poblado conoció el pavimento recién en 1920. El archipiélago tiene una superficie de alrededor de 12 mil kilómetros cuadrados, lo que equivale a la mitad de la provincia de Tucumán. El conjunto de las islas es más grandes que Hawai, Puerto Rico y Jamaica.

Ese día de septiembre, hace 38 años, había 554 mujeres y 520 hombres en el archipiélago. Asistían a la escuela 321 alumnos (146 varones y 175 chicas) y desconocían el origen de los actuales pobladores de la isla. Los malvinenses carecían de enseñanza superior y dependían de becas para enviar a los muchachos a estudiar a Gran Bretaña. Accedían a estas becas los ocho mejores promedios.

Un 10 por ciento de las tierras correspondía a la Corona Británica y un 20 por ciento a propietarios independientes. El 70 por ciento restante pertenecía a la Falkland Islands Company (FIC), la única empresa del archipiélago, que poseía 630 mil ovejas. La compañía, además, era dueña del muelle, los almacenes y los depósitos. Existía una sola máquina expendedora de golosinas en toda la isla, que por seis chelines en la ranura surtía a los niños de caramelos y chocolates ingleses. La máquina también era de la FIC.

La avenida costanera de Puerto Stanley, llamada Road Ross, tenía aproximadamente 12 cuadras. Iba desde el muelle -que era, por supuesto, de La Compañía- hasta el Battle Memorial. Este monumento se levantó en homenaje a un combate naval durante la Primera Guerra Mundial (1914-18) entre alemanes y británicos en las inmediaciones de las islas.

Una pequeña emisora de radio, instalada en 1942, transmitía entre cinco y siete horas diarias, y divulgaba programas de la BBC de Londres. También existían muchos radioaficionados que se comunicaban con los settlements, otras islas y el exterior. Cumplían una labor importante durante las emergencias.

Tedio, alcohol y sexo

Entonces, como hoy, anochecía temprano, y los malvinenses tenían dos opciones: ir a dormir a la casa o a beber a los pubs. Había cinco cantinas: Rose, Globe, Pictroly, Ship y la de los militares. En todas se escuchaba música y se organizaban torneos de dardos. En alguna, se aceptaba la presencia femenina.

Los puritanos del lugar aseguraban que esa apertura convertía a Puerto Stanley en la capital de la infidelidad. No andaban muy errados. Los habitantes se entretenían practicando equitación, tiro al blanco, pesca deportiva y rugby. Pero había otra forma de esparcimiento que no figuraba en las estadísticas oficiales: las relaciones extramatrimoniales. Las Malvinas poseían el más alto índice de divorcios en el mundo.

Las islas también tenían el récord mundial de consumo de alcohol per capita. En 1963 se habían vendido 80 mil litros de whisky, gin y cerveza. El horario de los pubs se cumplía rigurosamente, al estilo británico: de 8 a 12 y de 17 a 22. A las 10 de la noche, la radio transmitía el Himno Real y cesaban las actividades. Los domingos, las cantinas sólo abrían una hora, después del oficio religioso.

El Darwin era el único barco que una vez al mes vinculaba al archipiélago con el continente, desde Montevideo. Tras cinco días de navegación, el buque descargaba ropa, víveres, combustible, vehículos, materiales de construcción, muebles y artefactos electrodomésticos. El local comercial que ostentaba mayor surtido de mercaderías pertenecía, por supuesto, a la Falkland Islands Company. El Darwin también traía correspondencia, algunas revistas de Buenos Aires y el Times, de Londres. Desde Argentina -el tercer importador de productos- llegaban alimentos, especialmente manzanas. Hacia Gran Bretaña salía medio millón de kilos en lanas y cueros.

Un jefe de policía, un inspector, un sargento y cuatro aburridos agentes mantenían la ley y el orden. La delincuencia casi no existía y los uniformados actuaban generalmente en riñas de ebrios. Ni siquiera se generaban problemas de tránsito: había 77 camiones, 159 automóviles, 239 jeeps Land Rover y ocho motonetas, pero la mayoría de los vehículos estaba en el campo.

No había ministerio de Trabajo y existía un solo sindicato: el Falkland Islands General Employee Union. Richard Goss era el secretario general. Goss también ostentaba el grado de capitán de la Fuerza de Defensores Voluntarios, una milicia de reservistas. Seis ex comandos ingleses que participaron de la Segunda Guerra Mundial entrenaban una o dos veces por año a los voluntarios. En el arsenal local, cada uno de los habitantes que integraba la milicia poseía su fusil, la provisión de municiones y el equipo militar; algunos, incluso, guardaban el arma en la propia casa.

Veinte soldados constituían la fuerza militar del Reino Unido. Se cree que muchos de ellos eran mercenarios belgas que combatieron el ex Congo en los primeros años de la década del 60.

La primicia de un radioaficionado

En septiembre de 1966 residían sólo cuatro argentinos en las islas. Uno de ellos, Cecil Bertrand, había llegado en 1928 a la búsqueda de aventuras. Se dedicó a la pesca de ballenas y en 1963 le compró a un irlandés las islas Carcass en 10 mil libras esterlinas. En ese momento poseía una estancia. -Si alguna vez las Malvinas son argentinas, espero que no nos toque la misma suerte que a los tucumanos ni que estas islas sean poblados por chilenos como la Patagonia, declaró a enviados de la revista Panorama, de Buenos Aires.

Sir Cosmo Dugal Patrick Thomas Haskard era el gobernador de la isla, pero ese 28 de septiembre de 1966 no se encontraba en el archipiélago. Lo suplantaba el vicegobernador Albert Clifton; apodado Pinocho a causa de su prominente nariz, era uno de los personajes más populares de la isla. Había estudiado administración de empresas en Argentina. Como no consiguió trabajo en las islas, compró 30 vacas y se convirtió en lechero. Envasaba la leche en botellas de whisky vacías; gracias a los hábitos locales, no le costaba mucho trabajo conseguirlas. Clifton fue uno de los primeros malvinenses que aquel nublado miércoles 28 de septiembre de 1966 divisó un avión de Aerolíneas Argentinas que daba vueltas, sobrevolando el poblado. Pensó que la nave tenía un desperfecto mecánico.

Puerto Stanley carecía de pista de aterrizaje. Aquel día, el radioaficionado Anthony Hardy fue el primero en divulgar una noticia que conmovió a millones de argentinos: a las 9:57 de la mañana, informó que un avión Douglas DC-4 había descendido a las 8:42 en la embarrada pista de carreras cuadreras, de 800 metros. Su emisión se captó en Trelew, Punta Arenas y Río Gallegos. Y de esas ciudades se retransmitió a Buenos Aires. Habían transcurrido 133 años desde la última presencia oficial argentina en las Islas Malvinas.

Rumbo Uno-cero-cinco

En el Museo Marítimo de Ushuaia (Tierra del Fuego) se exhiben nueve armas cortas y largas. Hay tres revólveres: un Colt 45, un Tanque 38 y un Smith & Wesson 38. También se muestran tres pistolas: una Destroyer 7.65 y dos Mauser con culatín de madera desmontable. Completan la colección un rifle Winchester 44 y una carabina Pietro Beretta calibre 9 mm. Esas piezas -y algunas otras que no figuran en la exhibición- fueron parte del heterogéneo armamento utilizado en las Malvinas hace 37 años por un grupo comando de 18 jóvenes argentinos, entre los que había una mujer. Las armas permanecieron tres días en el territorio usurpado por Gran Bretaña en 1833. Una pistola Lüger se quedó de recuerdo en Puerto Stanley. Ninguna de ellas causó víctimas, porque no fueron disparadas.

Alrededor de las seis de la mañana de aquel miércoles 28 de septiembre, los muchachos tomaron el control del vuelo 648 que había despegado del aeroparque Jorge Newberry hacia Río Gallegos. Fue el inicio de una pequeña gran gesta patriótica, conocida como Operativo Cóndor.

-Rumbo uno cero cinco- ordenó Dardo Cabo, alias Lito, un joven alto y delgado de 25 años, periodista y afiliado a la Unión Obrera Metalúrgica, jefe del comando juvenil. Lo secundaba Alejandro Giovenco, de 21 años, de baja estatura pero fornido, apodado El chicato a causa del grueso aumento de sus lentes. El comandante Ernesto Fernández García obedeció la orden y enfiló la nave, con 35 pasajeros a bordo, rumbo a las Malvinas.

La periodista y dramaturga María Cristina Verrier, de 27 años, era la tercera al mando del grupo. Su padre, César Verrier, había sido juez de la Suprema Corte de Justicia y funcionario del gobierno de Arturo Frondizi (1958-1961). Un tío, Roberto Verrier, fue ministro de Economía durante tres meses de 1957, en tiempos de la revolución libertadora.

Los otros integrantes del Comando Cóndor eran Ricardo Ahe, de 20 años de edad, empleado; Norberto Karasiewicz, 20 años, metalúrgico; Andres Castillo, 23 años, bancario (*); Aldo Omar Ramírez, 18 años, estudiante; Juan Carlos Bovo, 21 años, metalúrgico; Pedro Tursi, 29 años, empleado; Ramón Sánchez, 20 años, obrero; Juan Carlos Rodríguez, 31 años, empleado; Luis Caprara, 20 años, estudiante; Edelmiro Jesús Ramón Navarro, 27 años, empleado; Fernando José Aguirre, 20 años, empleado; Fernando Lisardo, 20 años, empleado; Pedro Bernardini, 28 años, metalúrgico; Edgardo Salcedo, 24 años, estudiante; y Víctor Chazarreta, 32 años, metalúrgico. La edad promedio del grupo era de 22 años. Todos eran peronistas.

-Fui a Malvinas a reafirmar nuestra soberanía.

Cuando el DC-4 logró aterrizar, los muchachos descendieron y desplegaron siete banderas argentinas. El Operativo Cóndor tenía previsto tomar la residencia del gobernador británico y ocupar el arsenal de la isla, mientras se divulgaba una proclama radial que debería ser escuchada en Argentina. El objetivo no se pudo cumplir porque el avión, de 35 mil kilos, se enterró en la pista de carreras y quedó muy alejado de la casa de sir Cosmo Haskard. La nave, además, fue rodeada por varias camionetas y más de cien isleños, entre soldados, milicianos de la Fuerza de Defensa y nativos armados.

Bajo la persistente lluvia y encandilados por potentes reflectores, los comandos bautizaron el lugar como Aeropuerto Antonio Rivero. El sacerdote católico de la isla, Rodolfo Roel, intermedió para que los restantes pasajeros -entre los que se encontraba Héctor Ricardo García, director del diario Crónica y de la revista Así- se alojaran en casas de kelpers, mientras los cóndores permanecían en el avión. Al anochecer, Dardo Cabo le solicitó al padre Roel que celebrara una misa en la nave y después los 18 jóvenes cantaron el Himno Nacional. Al día siguiente, luego de formarse frente a un mástil con una bandera argentina y entonar nuevamente el himno, el grupo entregó las armas al comandante aviador Fernández García, única autoridad que reconocieron. Los muchachos fueron detenidos bajo una fuerte custodia inglesa durante 48 horas en la parroquia católica.

El sábado a mediodía, el buque argentino Bahía Buen Suceso embarcó a los 18 comandos, la tripulación del avión y los pasajeros rumbo al sur argentino, adonde llegaron el lunes de madrugada. Los jóvenes peronistas fueron detenidos en las jefaturas de la Policía Federal de Ushuaia y Río Grande, en el territorio nacional de Tierra del Fuego. Interrogados por un juez, se limitaron a responder: -Fui a Malvinas a reafirmar nuestra soberanía. Quince de ellos fueron dejados en libertad luego de nueve meses de prisión. Dardo Cabo, Alejandro Giovenco y Juan Carlos Rodríguez permanecieron tres años en prisión debido a sus antecedentes político-policiales como militantes de la Juventud Peronista.

La casi aristocrática María Cristina Verrier, hija de un juez, y el medio plebeyo Dardo Cabo, hijo de un legendario dirigente gremial, se casaron en la cárcel. El resultado de esa unión en cautiverio fue una niña llamada María.

El 22 de noviembre de 1966, los integrantes del comando fueron enjuiciados en Bahía Blanca. Como el secuestro de aviones aún no estaba penalizado en Argentina, los cargos de la fiscalía fueron privación de la libertad, tenencia de armas de guerra, delitos que comprometen la paz y la dignidad de la Nación, asociación ilícita, intimidación pública, robo calificado en despoblado y piratería. Así trató la dictadura militar del general Onganía al grupo de jóvenes patriotas, a quienes definió como facciosos. Y casi cuatro décadas después, ningún libro de historia o manual escolar recuerda la gesta.
La encrucijada de los años de plomo

La vorágine de los años 70, efímera y feroz, provocó que los miembros del grupo comando tomaran diversos rumbos políticos. Cuatro después del Operativo Cóndor, unos lucharon por la patria socialista y otros por la patria peronista.

El 20 de junio de 1973, cuando el general Juan Domingo Perón regresó definitivamente a Argentina y lo que debió ser una histórica fiesta popular se transformó en una orgía de pólvora y sangre, una parte de ellos estuvo arriba del palco de Ezeiza y el resto permaneció abajo, cuerpo a tierra.

Aquellos jóvenes idealistas que en la primavera de 1966 se convirtieron en hombres de acción y se jugaron la vida en las Islas Malvinas unidos por el amor a esa porción de patria desmembrada, fueron desunidos por recíprocas acusaciones de infiltrados. Unos terminaron como guardaespaldas en sindicatos del peronismo ortodoxo; otros, ingresaron a organizaciones guerrilleras. En cierta ocasión el escritor Osvaldo Soriano resumió este desencuentro con pocas palabras : ¡Viva Perón!, gritaba el que disparaba su arma de fuego. ¡Viva Perón!, exclamaba el que moría.

Hoy sobreviven 11 cóndores. De los siete que ya no están, sólo dos fallecieron de muerte natural o enfermedad. Los cinco restantes, de un lado y de otro, murieron en forma violenta. Hoy, a la distancia, quizá sea cierto lo que escribió el brasileño Jorge Amado en Los viejos marineros: -Cuando un hombre muere, se reintegra a su respetabilidad más auténtica, aunque se haya pasado la vida haciendo locuras: la muerte apaga, con mano de ausencia, las manchas del pasado, y la memoria del muerto fulge como un diamante.

Misiones silenciosas

A fines de 1996, un periodista amigo me propuso que escribiéramos un libro sobre el Operativo Cóndor, y en eso estamos. En mi caso, deseo que los nombres de aquellos 18 muchachos figuren con letras destacadas en la historia argentina del siglo XX, sin importar los senderos por los que se bifurcaron sus vidas. Entre febrero de 1997 y marzo de 2000 entrevistamos a los sobrevivientes, a familiares y amigos de los muertos, a militantes de la época, a periodistas. El resultado se titulará Vuelo de cóndores. Y llevará un subtítulo: El día que los muchachos peronistas hicieron flamear banderas argentinas en las Islas Malvinas. En esos tres años de investigación nos enteramos que hubo otros jóvenes nacionalistas tras bambalinas que suministraron apoyo desde Buenos Aires al operativo en Puerto Stanley. En este momento quiero mencionar sólo a tres: Américo Rial, Emilio Abras y Rodolfo Pfaffendorf.

Los periodistas Rial y Abras, militantes del Movimiento Nueva Argentina (MNA), trabajaban en Crónica. Junto con Dardo Cabo, entonces también miembro del MNA, convencieron antes del Operativo Cóndor a Héctor Ricardo García, director del diario, de viajar en el DC-4 de Aerolíneas Argentinas. Después, aprovecharon su ausencia para convertir al periódico en el principal medio propagandístico de la hazaña.

En la quinta edición de la tarde de aquel 28 de septiembre Crónica tituló a ocho columnas: Secuestran un avión en vuelo y ocupan las islas Malvinas.Y abajo se lee: -Reeditando la hazaña del gaucho Rivero (...) un puñado de jóvenes argentinos, tras una audaz operación de comando (la denominaron Cóndor) cumplida a bordo de un DC-4 de Aerolíneas Argentinas en viaje a Río Gallegos, hicieron desviar la máquina hacia Puerto Stanley (desde ahora Puerto Rivero), ocuparon la isla, emitieron un comunicado y dieron a conocer una proclama. La noticia causó sensación en todo el ámbito nacional y a nivel mundial.

Los compañeros de los cóndores en Buenos Aires querían publicar también en La Razón, un importante diario de la tarde. En la noche del 27 de septiembre, Rial hizo una gestión para que Félix Laíño, el famoso editor del vespertino, recibiera a Pfaffendorf, otro militante del MNA. Pfaffendorf le llevó una carpeta con comunicados, fotos de los 18 integrantes del comando y sus datos biográficos. Laíño dudó en publicar algo sobre un hecho que aún no había sucedido.

-Dijo que no podía jugar el diario en algo que no estaba seguro, me relató Pfaffendorf una tarde en 1997. -¡Y yo le di mi cédula de identidad como garantía! Me creyó. Nuestros comunicados salieron en la tapa de la quinta edición de La Razón. Para no comprometerme, Laíño me describe como un joven de 27 años, padre de dos hijos.

-Si en medio del combate cayeras, compañero

El 28 de septiembre de 1966 me faltaban un mes y 10 días para cumplir 18 años. Al atardecer de aquella jornada, enterado de las noticias, salí espontáneamente a la calle. En el centro de la ciudad me uní a otros jóvenes que no conocía. Llegamos a la Plaza San Martín, donde está la sede de la cancillería argentina, gritando consignas nacionalistas. A la noche, cinco o seis muchachos terminamos presos en una comisaría del elegante Barrio Norte. Todos éramos menores y los policías nos trataron bien. O mejor dicho: no nos trataron mal. Tomaron nuestros datos y nos permitieron salir. Creo que hasta los canas estaban un poco eufóricos aquella noche. Mientras caminaba hacia mi casa, yo no podía imaginar que más de 30 años más tarde me convertiría en amigo de Américo Rial y Rudy Pfaffendorf.

Fueron ellos quienes me contaron que aquella misma noche tres militantes del Movimiento Nueva Argentina se subieron a un destartalado Citröen y decidieron pasar frente al consulado inglés. Los hoy muertos Jorge Money y Miguel Angel Castrofini, junto con un tercero que aún vive y que estuvo fugazmente vinculado a la guerrilla de los Uturuncos, llevaban una ametralladora PAM que había pertenecido a la Resistencia Peronista. Al pasar frente a la delegación diplomática, vieron luz en una ventana y dispararon una ráfaga. Al día siguiente leyeron en los diarios que cinco balas se habían incrustado en la pared de un salón. Y que diez minutos antes el príncipe Felipe de Edimburgo había estado parado exactamente ahí. Seguramente charlaba sobre su partido de polo con Juan Carlos Onganía.

Años después, se cumpliría -una vez más- el doloroso paradigma que enfrentó a ex camaradas de una misma generación, separados por ideología, unidos por vocación de patria y pueblo. El 8 de marzo de 1974, Titi Castrofini fue ultimado a tiros en la puerta de su casa por un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo 22 de Agosto (ERP-22). El 18 de mayo de 1975, el periodista y poeta Jorge Money fue asesinado por la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A). Money trabajaba en el diario La Opinión, de Jacobo Timmerman, y era simpatizante del ERP-22.

En los años 70, el ERP imprimió algunos pequeños afiches con el siguiente poema:
Al pie de nuestros muertos una flor crece. Nuestra mano la recoge, nuestro fusil la protege.

Una década antes, el MNA había hecho suyas estas otras estrofas:

Si en medio del combate cayeras, camarada, con el azul y blanco tu cuerpo cubriré, y besada por luna de montes y de pampas, en la tierra que descansas florecerá el laurel.

domingo, 16 de noviembre de 2008

PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN EN EL ACTO DE COLOCACIÓN DEL BUSTO DEL PRESIDENTE HECTOR CAMPORA EN EL SALON DE LOS BUSTOS

Jueves 13 de noviembre de 2008.

Muy buenos días a todos y a todas, al hijo y demás familiares de Héctor J. Cámpora.

Quiero contarles algo. Habíamos decidido oportunamente que el acto de emplazamiento del busto ex presidente constitucional Cámpora, en este Salón de los Bustos de la Casa Rosada, se realizara el día 17 de noviembre. Como todos ustedes saben el día 17 de noviembre es una fecha muy particular para los hombres y mujeres que militamos toda la vida en el peronismo, es el retorno, luego de 18 años de exilio, el primer retorno de Perón a la Argentina y fue instituido como Día del Militante. ¿Por qué? Porque precisamente ese retorno se hizo posible por los militantes.

Militantes que tuvieron diversas caras, anónimas algunas, conocidas otras; que tuvieron mucha virtudes, perseverancia de los trabajadores argentinos en adherir a la propuesta de un proyecto nacional, lealtad de dirigentes conocidos como Héctor J. Cámpora y la valentía de miles y miles de jóvenes que lucharon hasta lograr que Perón retornara al país. (Aplausos) Por la clara identidad de los trabajadores con esos ideales, por la lealtad de dirigentes como Héctor J. Cámpora y por la valentía de miles y miles de argentinos, ese retorno fue posible.

Ustedes ahora se preguntarán qué pasó que no lo hicieron el 17. Resulta que luego vino mi viaje, parto esta noche para Washington y la semana que viene voy a estar en el Magreb. Decidimos primero adelantarlo para mañana viernes, luego surgió lo del G20, entonces decidimos hacerlo hoy, y hoy también es un día particular, hoy es el día del pensamiento nacional porque se cumplen 107 años del nacimiento de otro gran argentino -bonaerense también-, don Arturo Jaureche. (Aplausos)

Cualquiera podrá pensar qué casualidad que tuvieron que ir posponiendo y finalmente cayó en un día tan importante como este, Pero yo no creo nunca, ustedes saben, en las casualidades, creo siempre muy fuerte en las señales, y que por esas cosas de la agenda presidencial finalmente hayamos tenido que hacerlo en este día, señala claramente que la historia en definitiva tampoco nunca se equivoca y coloca las cosas en su justo y debido lugar.

Yo quiero hablar de este nombre que fue sinónimo de la lealtad a Perón. Muchas veces intentaron..., recuerdo los años ´70 cuando se prohibía la elección del general Perón como presidente de los argentinos, y entonces se decidió que él, el delegado personal, fuera el candidato. Muchas veces se intentó emparentar o ridiculizar esa lealtad con la obsecuencia, es el recurso que siempre utilizan cuando quieren tirar abajo a aquellos hombres y mujeres que tienen una lealtad con los principios y con la militancia que han tenido toda una vida. (Aplausos)

Pero esos intentos obviamente duran un tiempo, lo que dura una noticia, lo que dura un análisis, lo que dura un comentario televisivo, radial o periodístico. La historia se maneja con otros tiempos y finalmente nunca se han podido imponer a la historia los comentarios coyunturales o circunstanciales que parecen importantísimos, terribles, trascendentes y definitivos cuando uno los lee, pero miren, quién se acuerda de aquellas cosas que se escribían, se acuerdan de este hombre que fue sinónimo de lealtad para con el líder de un pueblo.

Porque también se intentó decir que Perón era una cosa y Cámpora era otra. No, eran exactamente la misma cosa, eran la identidad de toda una historia de militancia, de principios junto a los trabajadores, a los intereses nacionales. Es cierto que la época que vivimos los argentinos en aquellos años difíciles, históricos, que no solamente atravesaban la Argentina sino el mundo; eran tiempos y vendavales de cambios, de cambios rotundos, de cambios definitivos, nos envolvió a todos, pero siempre, siempre debemos tomarnos todos un respiro y evaluar a los hombres y a las cosas que sucedieron exactamente en el contexto histórico nacional e internacional en que ellos vivieron y en que esos hechos se produjeron. Y yo no tengo ninguna duda de que este hombre, que para nosotros era "el Tío", el tío Cámpora, (aplausos) con el cual miles de jóvenes se incorporaron a la política en aquellas etapas. Algunos veníamos de hogares donde había un padre antiperonista y una madre y familia peronista, otros venían de familias decididamente antiperonistas todos y se incorporaron también. Eran las ansias de cambiar la historia, y el peronismo y su tarea de resistencia durante 18 años llamaba a epopeyas y a gestos de épica.

Este hombre se había incorporado al peronismo desde el conservadurismo, él era un conservador allá cuando nació el peronismo, cuando se parió el peronismo el 17 de octubre del 45 y se incorporaron conservadores, radicales, socialistas, anarquistas, porque el peronismo vino después, lo que surgió en ese momento fue la continuidad del movimiento nacional, que adquiere distintas caras en distintas etapas de la historia, pero que es siempre uno solo, la defensa irrestricta e irrenunciable de los intereses de los argentinos. (Aplausos)

Y con el Tío se ganaron aquellas memorables elecciones de 1973. Creo que va a pasar todavía un tiempo más de la historia hasta que podamos sentarnos realmente todos a analizar y repensar ese momento tan particular en la vida de los argentinos. Hace falta mucha inteligencia, mucha apertura para no recurrir a juicios apresurados, definitivos y la mayoría de las veces mediocres. Por eso este hombre, que significó la identidad de toda su vida en un ideario, su lealtad a quien fuera tres veces presidente de los argentinos y liderara el movimiento político más importante, tal vez el que más perdura de toda Latinoamérica, merecía este homenaje, porque el otro, el de la memoria y el de la historia ya se lo había ganado él solito.

Venimos nada más que a reconocerlo y a ponerlo en el lugar donde debe estar, junto a los otros hombres, y cuando yo termine mujeres (aplausos), que electos por la voluntad popular ocupan un lugar en nuestra historia, la historia de los argentinos. Muchas gracias y buenos días a todos y a todas. (Aplausos)

martes, 11 de noviembre de 2008

Los rumbos restituyentes en el laberinto argentino

Los economistas reunidos en el espacio Carta Abierta elaboraron un documento fijando posición acerca del proyecto que termina con la jubilación privada. Sostienen que se avanza así en la construcción de un sendero radicalmente distinto del neoliberal para recuperar la regulación e intervención públicas.

La excepcionalidad argentina se mantiene. Persiste. Se evidencia en sucesivas coyunturas caracterizadas por el doble gesto de ruptura de los pilares del orden neoliberal en defección y de persistencia de contradicciones, de agendas pendientes. La excepcionalidad argentina ha sido capaz de sobrevivir a los cobos nopositivos, a los pampeanos empresarios del apocalipsis, a la desencajada verborragia mesiánica de las neoderechas autóctonas. Y sobrevive sin abismos a la hecatombe financiera internacional, gestionando –no sin escollos– lo propio. Ha sobrevivido incluso a las condiciones de posibilidad de sí misma, en tanto pervive en su racionalidad invocando a sujetos sociales cuya expresión política no parece ubicarse aún a la altura de las dimensiones de la gesta. Lo político, de esta forma, recorre un período de excepcionalidad, de búsqueda claroscura entre los hechos y sus sujetos, de debate y dislocación de nociones de futuro que condicionan los actos del presente y le prodigan o retacean racionalidad.

Si el agrupamiento de la oposición política y las organizaciones empresarias de la pampa húmeda buscó transformar esta etapa de excepción en decepción, en imposición de un statu quo y recuperación de una hegemonía perdida, la oportuna decisión del gobierno nacional de enviar al Congreso un proyecto de ley para poner fin al sistema de capitalización, eliminar las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones, y reuniversalizar el sistema de reparto, confirma ante todo la opción de continuar avanzando en la construcción de un sendero radicalmente distinto del neoliberal y recuperar la regulación e intervención públicas, emitiendo a la vez señales de diverso tipo, de enorme importancia en la construcción de imaginarios sociales y políticos diametralmente opuestos al libre mercado y el individualismo.

La medida supera ampliamente un –no menor– cambio en el ordenamiento del sistema de seguridad social. Tiende a redefinir las normas societales vinculadas al mundo del trabajo y avanza en la desarticulación de uno de los pilares de la institucionalidad neoliberal, asestando un duro golpe al sector privilegiado por las políticas liberalizantes de la dictadura militar de 1976 y del modelo de convertibilidad de la década pasada: el sistema financiero. La eliminación del régimen de capitalización opera en el mismo sentido que la devaluación de 2002, la instalación de restricciones al movimiento de capitales especulativos y las intervenciones del Banco Central en el mercado de cambios, al suprimir las condiciones macroeconómicas que hicieron posible el régimen de valorización financiera durante tres décadas.

La desarticulación del sistema universal de reparto, en 1994, y su reemplazo por la administración de los aportes de los trabajadores por las AFJP, significó la transformación del derecho económico y social básico a una jubilación digna garantizado por el Estado a través de un sistema solidario, en un mecanismo de ahorro individual cuyo rendimiento quedó sujeto a las contingencias de los mercados desregulados y al dudoso expertise –en algunos casos delictivo– de los administradores privados, los cuales percibieron ingentes comisiones con independencia de los rendimientos derivados de las colocaciones de los fondos previsionales en los mercados. La apoteosis neoliberal del individuo, del Robinson Crusoe limitado a los estrechos horizontes de su isla, en detrimento de concepciones colectivas y solidarias, implicó desvirtuar el hecho social del trabajo, la producción y la distribución de la riqueza.

Este régimen conllevó la desfinanciación del sistema de seguridad social público, incrementando las necesidades de apalancamiento en un contexto macroeconómico y monetario vinculado al endeudamiento crónico y la fuga de capitales. Paradojalmente, la brecha fiscal y previsional fue cubierta en gran medida con los fondos en poder de las administradoras.

La eclosión del sistema de convertibilidad y la insoslayable renegociación de la deuda pública provocaron la disminución de los activos aportados por los trabajadores. La actual crisis financiera provocó una nueva caída en el valor de dichas inversiones. Librado a la suerte del mercado, el sistema ha demostrado en la actualidad su imposibilidad de otorgar a los trabajadores incluidos en él una jubilación mínima digna y sustentable en el tiempo. Al establecer un nivel jubilatorio mínimo, el Estado ha debido socorrer al sistema, aportando este año cerca de 4000 millones de pesos, cifra que se incrementaría sucesivamente en los años venideros.

Uno de los principales argumentos para la creación de este sistema fue la necesidad de incrementar la “profundidad” de los mercados de capitales nacional y regional, lo cual redundaría en un aumento de las inversiones productivas y el desarrollo económico. Sin embargo, este objetivo también se vio frustrado.

Una mirada atenta a la experiencia resultante permite advertir que no se ha cumplido ninguno de los argumentos esgrimidos en la época de su creación. Los trabajadores que perciban su jubilación a través de este sistema requerirán asistencia pública para alcanzar el mínimo legal, no se logró el financiamiento de actividades productivas o de cambio estructural y se profundizó la desfinanciación del sector público.

Esta experiencia arroja importantes conclusiones que abonan la pertinencia de la actual estrategia gubernamental y justifican su respaldo. En primer lugar, los sistemas de seguridad social forman parte innegable de un conjunto diverso de derechos humanos básicos, vinculados al carácter social del mundo del trabajo. En tal sentido, resulta inconcebible su administración o gestión por parte de empresas privadas. En segundo lugar, los fondos de la seguridad social no pueden permanecer expuestos a la lógica de los mercados financieros. Por el contrario, deben ser administrados a través de mecanismos que aseguren su sustentabilidad y su función social y solidaria.

El evidente fracaso del sistema de capitalización ha despojado a sus defensores y gerenciadores de la prepotencia de los primeros años. Apenas alcanzan a balbucear el agónico argumento de la “libertad de elegir”. Este axioma del liberalismo no es capaz de sostenerse sin la constitución de un mito y una racionalidad que, aunque falsa, tenga la potencia de constituirse en verdad. La crisis del sistema privado transformó la aparente prestancia técnica y conceptual de sus argumentos tempranos en un dogma, en una perseverancia obtusa. La supuesta “ciencia del mercado”, que hoy se muestra falsa e inoperante en sus objetivos declarados, transmuta en un acto de fe sin parámetros racionales. Y la ruptura del mito de la suficiencia y pertinencia mercantil como regulador social da lugar a un cambio en la política, que vuelve a centrarse en el Estado. La iniciativa del gobierno nacional asume un carácter restituyente, reinstalando una noción colectiva como centro del funcionamiento social y convocando al debate sobre formas alternativas de institucionalidad.

Sin embargo, estos importantes pasos en el laberinto argentino nos convocan a repensar al Estado como espacio de constitución de lo colectivo. No basta con reivindicar lo público. No resulta apropiado retomar mecánicamente viejas formas. Es preciso interpelar al concepto, problematizarlo. Basta hacer memoria para recordar los descalabros existentes en el sistema previsional previo a la creación de las AFJP. Si bien su crisis no responde al modelo técnico intergeneracional en que se basa el sistema de reparto, sino al vaciamiento del Estado desde mediados de la década del ‘70, resulta imprescindible pensar críticamente la estructuración institucional de los mecanismos de regulación pública y la necesaria participación democrática en las decisiones fundamentales que afectan a la cosa pública. Al Estado interventor clásico debiera oponerse un Estado capaz de construir un modelo de desarrollo inclusivo de carácter multilateral. Es decir, un Estado permeable a la sociedad civil, a las organizaciones políticas y sociales, provisto de las herramientas para propiciar el debate público con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de manera sustentable y democrática. La figura del Estado positivista, omnipresente y omnicomprensivo, en tanto falaz, conduce a un debilitamiento del debate y a una escasa creación de mecanismos de imbricación social y política, sea cual fuere el modelo de acumulación y reproducción vigente.

En esta tarea resulta imprescindible el desarrollo de movimientos sociales y políticos populares capaces de exigir su lugar en la construcción de un Estado referenciado en las bases sociales. Movimientos capaces de oponer un discurso y una acción política a las neoderechas autóctonas, que disputan –con disfraces oportunos– la política pública, la representación de lo “popular”, lo “democrático” e, incluso, de la “nación”. Esta construcción no es una tarea exigible al Estado. Constituye un camino colectivo, objetivado en formas de participación y discursos diversos.

En pocos días, y luego de la aprobación del proyecto oficial –que incluye modificaciones de otras bancadas aliadas– en la Cámara de Diputados de la Nación, tocará el turno del Senado. Dados los poderosos intereses económicos en juego, por estos momentos se estarán desarrollando diversas estrategias, presiones y ofertas para lograr su rechazo, tal como ocurrió con la Resolución 125. Banqueros y operadores han reaccionado generando presiones sobre el mercado cambiario, rematando bonos públicos y provocando fugas de capitales al exterior. Estas acciones resultan esperables en un contexto de tensiones por el alcance de las políticas del Estado. No obstante, este comportamiento “normal” de los grupos ligados al poder económico en Argentina debiera encontrar la oposición del accionar restituyente colectivo, el emergente de esa noción de futuro que necesariamente debe plasmarse en los espacios de lo público, para convertirse en político.

La auspiciosa iniciativa gubernamental de eliminar el sistema de capitalización recupera ciertos elementos épicos imprescindibles para el establecimiento de lo político, el interrogante sobre las formas que deberá asumir un nuevo Estado con fines transformadores, y restablece el dilema entre el surgimiento de sujetos políticos colectivos capaces de viabilizar un proyecto transformador y las posibilidades de refundar constantemente el estado de excepcionalidad.

Resulta imprescindible contribuir con un cambio de época. Los derechos sociales básicos deben ser desmercantilizados, recuperando su carácter solidario y universal: jubilación, salud, vivienda, educación, soberanía alimentaria.

sábado, 25 de octubre de 2008

Salvación individual (Alfredo Zaiat, en Página 12, 25 de octubre de 2008)

Si el Estado no se ocupa de niños desnutridos o que mueren por falta de atención médica estaría incumpliendo una de sus funciones esenciales.

Si se despreocupa por la calidad educativa y acceso al estudio de la población también estaría faltando a una de sus obligaciones básicas.

Si no tiene compromiso por garantizar la seguridad personal y de defensa de las fronteras nacionales estaría eludiendo responsabilidades propias afectando la tranquilidad de la población.

Si descuida el horizonte de ingresos de los trabajadores en la etapa de retiro del mercado laboral estaría vulnerando uno de los principales pilares de su indelegable objetivo de cohesión social.

Como esas misiones no han sido satisfechas para las mayorías a lo largo de las últimas décadas, los sucesivos gobiernos que transitan por el poder y, por lo tanto, ejercen el control del sector público, incluyendo a la administración kirchnerista, son criticados. El legítimo reclamo de gran parte de la población se encuentra en que el Estado debe asumir con solvencia esos deberes indispensables para fortalecer la sociedad. Pero, a veces, esto implica enfrentar al poder, que no es otro que el económico.

Poner fin a las AFJP es una medida trascendente para que el Estado pueda cumplir con más autoridad una de esas tareas fundamentales. Para ello se debe tocar al poder financiero. Como se sabe, nunca es buen momento para afectar esos intereses, ya sea porque la economía está creciendo y no hay que perturbar las expectativas o ya sea porque existe una crisis y se corre el riesgo de agudizarla. De esa forma, desde hace varias décadas esa lógica extorsiva ha vuelto intocable al poder financiero.

Limitar el debate a la gestión del Gobierno y a los motivos que lo llevó a impulsar esa iniciativa resulta un abordaje político de vuelo bajo y, en realidad, encierra la defensa de los intereses mezquinos del poder financiero. Para algunos es legítimo pensar que durante estos cinco años no se ha hecho nada en recuperar el Estado en esas funciones básicas de articulación y cohesión de una sociedad moderna. Es motivo de acaloradas polémicas lo realizado por la administración kirchnerista, y será interesante el saldo de esas discusiones en perspectiva histórica. Habrá conclusiones para todos los gustos. Sin embargo, esa controversia no podrá ignorar que si existe una medida que busca avanzar sobre el poder financiero, la reconstrucción del sistema previsional, la previsibilidad de las jubilaciones y la justicia distributiva es la de terminar con las AFJP. Lo que está en discusión no es un determinado gobierno, sino el rescate del sistema de seguridad social que excede a una administración. Esta, la próxima, que puede ser de otro color político, y las sucesivas podrán manejar un régimen jubilatorio que ya no será un botín de la asociación de financistas & afines. Se ponen en juego la concepción de sociedad y las funciones y derechos sociales que el Estado debe atender. Cuando esas obligaciones son transferidas al sector privado, además de convertirse en un negocio de intereses particulares, provocan una fragmentación social y ruptura de lazos de solidaridad. Existen sociedades más individualistas, donde los grupos de presión representan múltiples intereses atomizados y la organización social privilegia la lógica del mérito individual. Son países donde la segmentación social es reproducida en las instituciones, por ejemplo en las de protección social. También existen sociedades más comunitarias, donde el Estado de Bienestar en facetas liberal, corporativo o socialdemócrata ejerce la potestad sobre el sistema de políticas sociales como eje articulador de la legitimidad de la organización social. Esta vía de intervención del sector público se observa en Europa con distintas características dependiendo los países.

El concepto de cuentas personales con el aporte previsional del trabajador, descontada una elevada comisión cobrada por las AFJP, se convierte en una de las batallas culturales más fuerte. La idea de la salvación individual acumulando fondos en una cuenta de una empresa financiera ha sido la gran obra maestra del neoliberalismo. Las privatizaciones de los servicios públicos no tardaron en mostrar su rostro oscuro de malas prestaciones, pocas inversiones en infraestructura, segmentación de clientes favoreciendo a los de mayores ingresos, desestructuración productiva de proveedores locales y ganancias fabulosas para los grupos de control. Las bondades que el marketing presentaba por el manejo privado de servicios esenciales para la población se revelaron vacías. En cambio, con las AFJP en algunos sectores aún permanece esa fantasía de futuro venturoso que tan bien supieron construir a fuerza de millonarias campañas de publicidad. Esa falsa idea de la salvación individual está incorporada por muchos de los afiliados a esas administradoras pese al desprestigio de los bancos luego de la estafa del corralito, de la impunidad del sistema financiero y del fracaso estrepitoso del fundamentalismo de mercado de Wall Street. El argumento irritado que sostienen esos aportantes es que ellos son dueños de decidir si quieren ser estafados o no por las AFJP, actuando como si fueran logrados prototipos de un ensayo social para demostrar la existencia del síndrome de Estocolmo.

Estos mismos trabajadores padecen de la ilusión monetaria de pensar que tienen un fondo de 50 mil, 100 mil y hasta 200 mil pesos, y que son personas afortunadas con ese dinero propio porque podrán tener una muy buena jubilación privada. Esos montos brindan esa sensación de redención individual frente al resto del mundo miserable. Pero no es así. No poseen un derecho patrimonial sobre esos fondos como si fueran cajas de ahorro, sino que es un derecho previsional. Cálculos actuariales, crecimiento de la expectativa de vida y la lógica financiera de las compañías privadas que pagarían esa jubilación (aseguradoras de retiro) muestran con datos “objetivos”, como gustan hablar los abanderados de la restauración conservadora, que las AFJP son una estafa conceptual en términos de previsión social. Todavía más claro se refleja en el espejo del modelo chileno de jubilación privada de AFP, que en 2011 cumplirá treinta años de vigencia, lo que implica un modelo que ya alcanzó su estado de maduración. Alrededor de 100 mil chilenos alcanzan por año la edad de jubilar. De ese total, unos 50 mil todavía siguen siendo atendidos por el sistema público por el período de transición entre el régimen estatal y el privado. De los restantes 50 mil, más de la mitad descubre que los fondos acumulados en las AFP no les alcanzan para lograr la pensión mínima, y tampoco tienen los aportes requeridos para conseguir la garantía estatal (20 años de contribuciones). Aquellos que están en edad de jubilarse, la mayoría se encuentra con que sus pensiones de AFP son menos de la mitad de las que obtienen sus colegas de similar edad y remuneración que lograron permanecer en el sistema antiguo (por ejemplo, los militares que Pinochet protegió de las AFP). Más de la mitad de los afiliados son mayores de 36 años y aportan menos de 4,2 meses por año. A ese ritmo, van a acumular menos de 184 aportes al cumplir la edad de jubilar y, por lo tanto, no van a tener derecho a la pensión mínima estatal (se requieren 240 aportes). En esa instancia intervino la reforma de Michelle Bachelet para asegurar ese ingreso básico, además de extender la asistencia estatal a las jubilaciones. En esas condiciones, más de la mitad de la fuerza de trabajo chilena –3,5 millones de personas– no tiene cobertura digna de parte del sistema de AFP, como no sea retirar los magros ahorros acumulados. Esta conclusión surge de estudios recientes de la Superintendencia de AFP e incluso de la propia Asociación de AFP.

El fin de las AFJP se adelanta a ese descampado previsional, que ya se vislumbra con los actuales jubilados privados. Del total de 445 mil que existen en la actualidad, casi el 80 por ciento requiere de algún tipo de asistencia del sector público para alcanzar un haber mínimo, con 33 mil jubilados que ya tienen su cuenta individual consumida. Se expone así con contundencia la falsa idea de la salvación individual: el Estado, por el deber indelegable de garantizar derechos sociales esenciales, como bien exige la sociedad y la opinión mediática, conjura para los trabajadores el desierto previsional que le esperaría con las AFJP.

miércoles, 22 de octubre de 2008

PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN, CRISTINA FERNÁNDEZ, EN EL ANUNCIO DE LA FINALIZACIÓN DEL SISTEMA DE AFJP (21 de octubre de 2008)

Muy buenas tardes a todos y a todas; señores gobernadores, señores legisladores; señores dirigentes sindicales; señor Secretario General de la CTA; señor Secretario General de la CGT: en principio pedir disculpas a todos ustedes por estar aquí muy apretados en esta carpa, pero fue una decisión de esta presidenta que este acto tuviera lugar aquí, en el ANSES, no es una casualidad, no es un capricho, es simplemente la decisión de también a través de lo simbólico saber que hoy estamos decidiendo sobre el patrimonio de los jubilados de nuestro país, y el patrimonio de los jubilados de nuestro país no tenía por qué estar en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, tenía que estar aquí en el ANSES, en su natural lugar. (APLAUSOS)

Creo que fue más que explícita y contundente la exposición de motivos formulada por el titular del ANSES, pero permítanme compartir con ustedes en esta tarde algunas reflexiones, la primera, la decisión que hemos tomado. He leído por allí algún comunicado, alguna declaración en cuanto a por qué así de repente esta decisión, es como si de repente un día, en un mundo donde todo está normal y maravilloso, y en un país en el cual tenemos una historia de mucha tranquilidad en todos los frentes, alguien se levanta intempestivamente y decide tomar una medida de esta naturaleza, creo que es obvio el contexto internacional y nacional en el que se adopta una decisión, que sin lugar a dudas, es de carácter estructural, tan estructural como la que se tomó en 1.994, claro que en otro marco nacional y mundial, el neoliberalismo, el repliegue del Estado era total y absoluto. Hoy en el mundo una vez más, cuando vemos que aparecen las pérdidas es cuando vuelve a aparecer nuevamente la figura del Estado para hacerse cargo de todo, como siempre además ha sucedido en la historia de la economía de la humanidad, por lo menos en los últimos dos siglos, y como también ha sucedido aquí en la Argentina, mucho más reciente en el año 2001, cuando el Estado finalmente tuvo que hacerse cargo absolutamente de todo el desmanejo de políticas en las cuales se presuponía que el mercado y la teoría del derrame llegarían a todos.

Estamos entonces adoptando esta decisión en un contexto internacional donde los principales estados integrantes del G8 y del no G8 también, están adoptando una política de protección hacia bancos, como bien señalaba recién Boudou, en este caso nosotros hacia nuestros jubilados y nuestros trabajadores, pero lo cierto es que aquel discurso, aquel relato que inundó comunicacionalmente nuestras vidas y las de todo el mundo, se ha desmoronado estrepitosamente, y una vez más el Estado, las naciones, las que siempre permanecen, desaparecen bancos, desaparecen empresas, pero ahí están los estados para hacerse cargo finalmente de políticas que, como recién Boudou hablaba, pueden ser calificadas con buena fe de erróneas, pero que yo me atrevo a calificarlas sin lugar a dudas de políticas de saqueo. (APLAUSOS) Todas las grandes crisis en nuestro país y en el mundo han representado una fenomenal transferencia de ingresos de los sectores menos favorecidos, de los más vulnerables, llámense trabajadores, llámense pequeños ahorristas, llámense jubilados, llámense pequeñas empresas, a favor siempre de las grandes concentraciones económicas.



Estamos sinceramente creo ante un final de época a nivel mundial y creo que esto que hoy estamos haciendo aquí es una decisión estratégica en este marco internacional, pero también en esta situación nacional que tenemos, no ya desde ahora sino desde 1.994, y que ha venido profundizando tal cual lo ha marcado el señor titular del ANSES en cuanto al régimen de capitalización. Yo le agrego algunas otras perlas de las cual él se olvidó, tal vez porque como tenía que hablar la Presidenta quiso ser más breve, pero seguramente cuando vaya a hablar con los diputados y senadores podrá explayarse. podríamos hablar por ejemplo de sistemas tan sofisticados en este mercado de la capitalización que permitía que algunos no pagaran Impuesto a las Ganancias, aquellos que mayor capacidad de ahorro porque mayores ingresos tenían no pagaran por ejemplo a la AFIP el Impuesto a las Ganancias y lo capitalizaran en una renta vitalicia aparte de la obligatoria del Sistema de Capitalización y de esta manera hacer un doble despojo, porque también se le sacaban fondos a la AFIP, que en definitiva es al Estado, permitiendo un mecanismo de elusión, ustedes saben la diferencia entre la evasión y la elusión, la evasión es aquella que se hace violando la ley, la elusión es aquella donde la ley se crea para hacer la evasión, esta es la gran diferencia, la explican los abogados diferente, pero el resultado es este. En definitiva, entre otras perlas, un sistema que evidentemente constituye un despojo y además una clausura a lo que ha sido la base de todo Sistema Previsional hoy en el mundo, la base de la solidaridad, porque presupone esencialmente la asociatividad de los trabajadores y de todos aquellos que perciben un ingreso, para poder hacer frente a la vejez y a los derechos de la pensión.

También escucho decir que el Gobierno quiere hacerse de una caja, yo quiero tener algunas precisiones respecto de esto: este Gobierno cuando decide tomar intervención en Aerolíneas Argentinas no lo hace precisamente pensando en la caja, lo hace pensando en nuestra línea de bandera, y en lograr la conectividad de todo nuestro país a lo largo y a lo ancho. Nunca hemos especulado a la hora de tomar decisiones más allá de cuidar, como bien lo señalaba Amado Boudou el superávit fiscal, el tema de la caja; cuando tomamos la decisión por incumplimiento de contrato de hacernos cargo de la vieja Obras Sanitarias, Aguas Argentinas, que es la que provee agua y desagües cloacales a toda la Capital Federal y a toda la región metropolitana del conurbano, no pensamos en hacernos de caja, al contrario, pensamos en los sectores más vulnerables de la sociedad que son los que necesitaban esos servicios; cuando decidimos incorporar en la jubilación inclusiva a más de un millón y medio de argentinos y argentinas que habían quedado afuera de la protección previsional (APLAUSOS), porque recordemos que un millón y medio de argentinos no tenían protección jubilatoria y eso se debía esencialmente a dos cuestiones de carácter estructural: primero, a la desocupación, que fue el mecanismo de ajuste de la convertibilidad, la desocupación era fenómeno estructural a esa política económica y, la segunda, precisamente, fue la capitalización, porque quien no tiene trabajo no es atendido por ninguna AFJP, pero sí es atendido muchas veces por distintos organismos del Estado cuando va a pedir socorro o auxilio.

En ese momento tampoco pensamos en la caja, como tampoco lo hicimos cuando luego de años de congelamiento o descuento, aumentamos trece veces los haberes de los jubilados y los pensionados.

Tampoco pensábamos en la caja cuando por primera vez y para no quedar sujetos ya a la mano del presidente o presidenta de turno, consagramos legislativamente la movilidad jubilatoria a través del Parlamento argentino. (APLAUSOS)

Sí pensamos en la Constitución, en esa Constitución que dice que es el Estado el que debe garantizar las jubilaciones y las pensiones de los argentinos.

Pero yo les propongo otra hipótesis. Supongamos que esta Presidenta o supongamos que ese administrador piensan en la caja, ¿en qué caja pensamos? En la de la ANSES. Yo les pregunto a los que quieren seguir con el sistema de la AFJP: ¿a qué caja defienden o a qué caja quieren representar? (APLAUSOS)

Asombra realmente y sorprende escuchar determinadas argumentaciones como si la ANSES fuera de propiedad privada del señor Amado Boudou o de esta argentina que les está hablando. Sorprende porque, además, puede ser cotejada con todas estas acciones que nosotros hemos venido desarrollando en defensa de los jubilados. Pero no solamente porque tengamos convicciones éticas, sino porque estamos convencidos que, además, sostener trabajo, sostener salario, sostener jubilaciones, sostener pensiones es sostener la actividad económica que vuelve a retroalimentarse y permitir entonces que cada vez la geste pueda estar mejor. (APLAUSOS)

Yo quiero -y porque estoy muy interesada en que podamos debatir este cambio estructural que le estamos proponiendo a los argentinos y que sé que muchos dirigentes y militantes de otros partidos que no son el mío, han sostenido durante largo tiempo y pueden verse cientos de proyectos en el Parlamento argentino, precisamente pidiendo que se tome esta medida que hoy tomamos- que cuando debatamos este problema yo sé -y aquí permítanme apartarme un poco de mi rol de Presidenta y acordarme de mis tiempos de legisladora, acá hay muchos de ellos- que van a haber muchas presiones, de toda índole y naturaleza, porque son pocos los intereses pero grandes los dividendos. (APLAUSOS)

Creo, sinceramente, que los partidos populares y democráticos, aquellos que creemos en el Estado, aquellos que hemos dado muestras concretas de creer en el rol que debe cumplir insustituible e irremplazable el Estado, vamos a acordar que realmente estamos ante un verdadero cambio estructural estratégico de defensa de nuestros jubilados y de nuestros pensionados. Y por eso también, para aquellos que no piensan estas cosas del Estado, que todavía siguen aferrados al modelo neoliberal, creo que cuando las medidas estatistas las toma Estados Unidos, Francia o Alemania, son medidas simpáticas, inteligentes, pero que cuando las medidas en defensa del Estado se toman aquí, en casa, concretamente, otra vez aparecen los estatistas, otra vez aparecen los nostálgicos. (APLAUSOS)

Yo les pido a todos, a los partidos populares y democráticos que han tenido un discurso sobre esto, una práctica y plataformas, y a los otros, a los que piensan diferente, a los que critican acá lo que defienden en Estados Unidos o en cualquier otro país del primer mundo, que por única vez dejemos pensar cada uno en nuestro posicionamiento y pensemos en serio en el futuro de la República Argentina (APLAUSOS), porque esta decisión y esta elección que hoy estamos tomando trasciende a un gobierno, trasciende a un partido político, porque bueno es reconocer que otros partidos siempre pidieron que hiciéramos esto, y trasciende, esencialmente, a nuestra generación, a la generación de los que hoy nos toca estar sentados en la silla de un presidente, de una presidenta, de un gobernador, de una banca. Esto tiene que ver con el futuro, esto tiene que ver con las próximas generaciones, esto tiene que ver con un mundo que ha cambiado definitivamente y exige también para nosotros, que repensemos qué país y qué modelo le planteamos a las futuras generaciones, no solamente un modelo económico. Porque el modelo económico y social que desde 2003 venimos llevando adelante, ha demostrado, pese a todos los agoreros, que realmente estaba en un sentido justo: mercado interno, sesgo exportador, diversificación, trabajo para los argentinos, buen salario, aumento de los trabajadores en la participación del Producto Bruto Interno.

Lo que ahora tenemos que acordar entre los argentinos es que este modelo se institucionalice políticamente para que no pueda volver a ser cambiado cuando, tal vez, alguna otra teoría, como la del Consenso de Washington dentro de unos años, encuentre comunicadores que le digan al país que todo lo público es horrible y que el Estado no sirve para nada. (APLAUSOS)

Tenemos que tomar también resguardos culturales y comunicacionales. ¿Por qué? Porque en un momento hasta habían convencido a casi todos los argentinos que el Estado estaba de más. Yo me acuerdo todavía, no en etapas democráticas, de propagandas donde alguien que se sentaba en una silla fabricada en la Argentina se caía y se rompía y cuando se sentaba en una silla fabricada en el extranjero era fantástica y maravillosa. Me acuerdo todavía cuando nos decían que los ferrocarriles no servían para nada y que era mejor cerrarlos, me acuerdo de muchas cosas.

Me acuerdo de cosas más recientes en la economía, porque saben qué, la globalización tiene una inmensa ventaja: antes uno para darse cuenta de los errores tardaba décadas o tal vez un siglo; la velocidad de las comunicaciones, la vertiginosidad de los cambios, producto de la misma globalización, es de tal magnitud que podemos comparar lo que ayer nomás parecía muy bueno y que finalmente se vio que no era tanto y que el Gobierno no estaba tan equivocado en algunas cosas que proponía, nada más hace unos meses atrás. (APLAUSOS)

Quiero con esto convocarlos a todos a la necesidad de que cuando abordemos los problemas de los argentinos, ya sea económicos o sociales en este mundo tan difícil que hoy nos toca vivir, lo hagamos sin prejuicios, tratando de despojarnos en la medida que podamos, porque siempre hay intereses, si no hay intereses económicos habrá intereses políticos y partidarios, pero tengamos en cuenta que si nos equivocamos, no van a pasar veinte años para que alguien venga a pedirnos cuenta de las cosas, nos van a pedir cuenta de las cosas que hicimos, que votamos o que no votamos mucho más cerca de lo que todos imaginan como hemos podido ver. (APLAUSOS)

Quiero decirles con esto, amigos y amigas, que estamos ante una decisión estructural del Sistema Previsional Argentino, pero también y, esencialmente, del sistema de cohesión social como el Estado en definitiva garantiza que lo va a hacer, porque cada vez, como decía antes, que hubo crisis, finalmente el Estado apareció: apareció garantizando la deuda privada en 1982 estatizándola, volvió a hacerlo en el año 2001, siempre aparece el Estado, pero el Estado aparece cuando las cajas que viene a garantizar ya han sido vaciadas, saqueadas y no hay nada. (APLAUSOS)

Por eso, es muy importante esta decisión estratégica en defensa de nuestros jubilados, de nuestros pensionados, en definitiva, de nuestro futuro y lo hacemos con la convicción, pero con la profunda tranquilidad, de ser absolutamente coherentes en todas y cada una de las decisiones y cada una de las medidas que hemos tomado.

Creo que también, aunque muchas veces no sea un valor demasiado apreciado el de la coherencia, que sigue siendo sí un importante valor político que deber ser merituado por la sociedad y por todos nosotros. (APLAUSOS)

Quiero agradecer la presencia de todos ustedes y decirles una vez más de nuestro compromiso con todos ustedes, con el país, con sus intereses, con sus trabajadores, con sus empresarios, con sus estudiantes, con sus jubilados, con sus pensionados; nadie vive una vida diciendo y proclamando lo que siempre ha pensado, lo que siempre ha hecho, aún muchas veces a costa de enfrentamientos que en el pasado me tocó tener, sin precisamente tener esa coherencia y ofrecerla como testimonio a todos los argentinos de nuestro compromiso con este país y con todos ustedes.

Quiero agradecerles y pedirles disculpas una vez más por lo apretaditos que estamos hoy aquí, pero quería hacerlo aquí, en serio, en donde realmente están los dueños de esos aportes, en la ANSES.

Muchas gracias y muy buenas tardes. (APLAUSOS)

El Estado en el medio (Mónica Beltrán *, en Página 12, 22 de octubre de 2008)

Se suele decir que una de las deudas pendientes de la democracia es la Ley de Radiodifusión. Tal vez sea hora de intentar ir un poco más lejos. Nadie pone en duda que no es lo mejor para un país democrático funcionar con una ley sancionada por la dictadura. Pero el problema no es sólo la ley, son los múltiples decretos sancionados por gobiernos democráticos que permitieron la concentración de los medios en pocas manos, es la anuencia de los oficialismos ocasionales en el Congreso, que fracasaron en intentos de reforma, y también la de una gran parte de la sociedad que sigue los programas taquilleros, como si hubiera sido hipnotizada, favoreciendo con su encendido el mito del “rating”.

Es tiempo de hablar, sin temor de que nos acusen de querer restringir la libertad de expresión, sobre cuál debe ser el rol de un Estado democrático a la hora de regular los contenidos que se transmiten por los medios de comunicación audiovisual. Una parte significativa de la intelectualidad argentina que se define como progresista defiende en la teoría la democracia informativa y la pluralidad de ideas, pero no se anima en los hechos a discutir seriamente la necesidad de intervención del Estado en los contenidos, por temor a que, desde posturas liberales, se los acuse de coartar la libertad de prensa. Esa dicotomía: intervención del Estado versus libertad de expresión, es falsa y funcional a los intereses de los empresarios que concentran el poder y están al frente de los medios de comunicación.

No es posible ignorar en estos días el fuerte impacto que los medios en general, pero sobre todo la televisión, tienen en la formación de las nuevas generaciones y en la educación integral de los niños y los jóvenes. La escuela pública, como institución estatal, tiene también sus desafíos en este tema. Así como la escuela sarmientina se propuso homogeneizar las raíces culturales de los hijos de inmigrantes en las aulas argentinas, en su época; las instituciones educativas de hoy deberían promover en los chicos un pensamiento crítico y flexible, capaz de leer por igual los clásicos de la literatura universal y los valores que, con sus géneros mezclados y confusos, les imponen las telenovelas de moda de la tarde, con toda su carga cultural.

Hay un rol central de los ministerios de Educación nacional y provinciales que tienen que ofrecer capacitación gratuita y masiva, para garantizar a los profesores una formación con contenidos que incluyan las nuevas tecnologías y sus discursos. Hoy más que nunca, con la extensión de la obligatoriedad de la educación formal, los alumnos provienen de familias diversas, cuyos principales signos en común son la fragmentación, heterogeneidad y el acceso a los contenidos televisivos.

Por eso no sólo será necesario el envío al Congreso de un proyecto oficial sobre comunicación audiovisual –hubo decenas desde la recuperación de la democracia hasta nuestros días y ninguno pudo ser aprobado–, sino que el desafío es instalar un debate público sobre el papel de regulación de los medios que el Estado tiene que cumplir.

Una anécdota reciente, durante un seminario organizado por el Ministerio de Educación para debatir la calidad de la televisión, permite graficar hasta qué punto las sociedades legitiman o no la forma en que funcionan sus instituciones. Las normas y las leyes tienen el sustento que sus sociedades les otorgan. Y el cumplimiento o incumplimiento que les permiten.

En el encuentro, una funcionaria francesa del Conseil Supérior de l’ Audiovisuel francés, Agnes Vincent Deray, explicaba cómo prohibieron en ese país a las cadenas de televisión editar o difundir programas para niños menores de 2 años. Desde la platea una especialista en educación preguntó: “¿Cómo logran que los canales privados respeten las normas de prohibición?”. A lo que la francesa respondió: “Somos el Estado, ¿cómo harían los canales para no respetar la norma? Es una ley. Es imposible no cumplirla”.

El silencio en la platea dio cuenta de la distancia entre una y otra realidad.

La comunicación es un derecho de todos. El ejercicio de ese derecho nos abre las puertas de acceso al conocimiento y permite la construcción de discursos y debates más pluralistas. La sociedad será más democrática en la medida en que el Estado garantice a todos sus ciudadanos el pleno ejercicio del derecho a la comunicación.

* Periodista educativa, directora del portal Cátedra Libre Digital.

viernes, 10 de octubre de 2008

Nicolás (Horacio González)

No podemos saber qué cultura, qué subsuelo, en qué mercado de frutos se produce alguien como Nicolás Casullo. Cómo viene a ser, de qué manera especial viene a formarse un puesto, un encargo en el que se habla con un sentido tal que no podemos dejar de verlo como algo elaborado por toda clase de elementos o matices de la sociedad argentina, del mundo real de la existencia del que habla, del que escribe en un país. No otro país. Este. Casullo fue antes que nada un novelista, y de las varias novelas que escribió, El frutero de los ojos radiantes tiene un aire extenso, toma el tiempo largo de una familia de inmigrantes, en lo que puede ser entendido como una crónica aluvional de la espera de un lenguaje, mientras como un largo espectáculo se expone la política y la cultura del país durante más de un siglo. En La cátedra, escrita en los últimos años, un grupo de profesores, como si fuera también una familia de exilados, se desdobla en una conspiración que ocurre en el tiempo, donde desfilan asimismo fantasmas salidos de nuestra propia conciencia insatisfecha.

En las novelas de Casullo siempre hay personajes a ser liberados de un lenguaje irrisorio. Los instrumentos del novelista para invitar a esa liberación son el sarcasmo, la melancolía, los poderes del absurdo que no nos permiten comprender nunca en qué realidad última estamos envueltos. Casullo dio mil vueltas, con artilugios de extrema fineza, a una lengua que expuso con sabia elevación. Así investigó el otro polo de las culturas, a los hombres y mujeres que no se deciden a abordar su oscura rusticidad, el problema de sus pasiones más groseras o ridículas, su lenguaje más animal.

Por eso, Casullo podía descender a los últimos confines del idioma y encontrar allí la base del ludibrio, de la carnavalada, la fábrica oprobiosa de nuestras relaciones diarias. La descubría y la mostraba en él y en los demás. Y con asombro, podíamos percibir en una inesperada vuelta de sentido que todo podía transformarse en una narración viva sobre un mundo desencantado y con sus fisuras filosóficas a la espera de su cronista. Casullo fue uno de esos cronistas con una secreta piedad sobre las cosas y las personas, sentimiento guardado íntimamente en su inconfesable suma teológica –la teología del Abasto, de Racing, de la política, las cenas amistosas, Musil o Breton, los populismos latinoamericanos o el cine de Tarkowsky–, conjunto entreverado en la ciudad argentina y expresado en grandes panoramas imaginativos y amargos sobre la civilización contemporánea, hasta la exasperación de un camino sin salida. Pero todo era un juego amoroso apenas entrevisto y en su forma extrema de pudor.

Todos los ensayos de Nicolás –y hubiera sido inútil buscar si el ensayista estaba al acecho en el novelista o del otro modo, el inverso, en que muchos prefirieron verlo– tienen la elegancia de un montaje en que finalmente, luego de que el filósofo autodidacta hace su gran trabajo, se expone un descripcionismo radical, chispeante, jocoso, como el que pudiésemos encontrar en la mejor exposición de las existencias cómicas. Como los grandes optimistas encubiertos, Nicolás hacía reír para pensar. Así lo recomiendan los sabios entre sabios. Como estilo intelectual, recordaba las atmósferas románticas del siglo XIX, en medio de grandes salones de debate, entre añoradas humaredas de cigarros y poetas de estilizadas enfermedades. Pero a la distancia, se escucharía el gol de las canchas argentinas. Casullo estaba en la feria abigarrada y en la forma exquisita del espíritu, si es que ambas cosas no son la misma. Ausentes en nuestro medio los grandes atrevimientos de lenguaje y la gran filosofía hecha con medios intelectuales propios, Casullo –que provenía de los elocuentes fervores del país convulsionado y que había trabajado con Alicia Eguren, para poner un nombre posible, ahora, al lado del suyo– repartió esos frutos con toda clase de estilos, el llano, el áspero, el erudito, el sensitivo, el conceptual, y muchos ni se habían dado cuenta.