miércoles, 31 de octubre de 2007

El fenómeno peronista analizado por Carlos Altamirano (Revista Criterio, octubre de 2007)

El egresado de Letras, hace una comparación entre el mundo intelectual y social, antes y después de la asunción de Juan Domingo Perón, el rol ideológico de Evita; el presente y futuro kirchnerista.

Llegó luego a Buenos Aires y, poco a poco, su interés por la literatura fue cediendo ante el de las ciencias sociales. “Además –agrega Carlos Altamirano– necesitaba ganarme la vida; así, empecé a trabajar en temas sociales y cursé varias materias de Sociología en la UBA”.

Con Beatriz Sarlo realizaron una serie de trabajos donde se cruzan sus respectivas competencias. “Fue entonces –admite– que retomé el interés y el contacto con los textos literarios, desde una perspectiva sociológica”. A partir de entonces su producción se fue deslizando cada vez más hacia lo que da en llamarse “historia intelectual”, siguiendo una denominación de origen anglosajón, “intelectual history”, para diferenciarla de la historia tradicional de las ideas. Entre sus obras: “Ensayos argentinos” (con Beatriz Sarlo), “Peronismo y cultura de izquierda”, “Bajo el signo de las masas”; y recientemente un trabajo sobre los intelectuales, “Los intelectuales, nota de investigación”.

Fue también cofundador, junto con Sarlo, de la prestigiosa revista “Punto de Vista”.

- A través de la relectura de publicaciones de temas político-culturales en la Argentina de las primeras décadas del siglo XX, Carlos Floria observaba la decadencia de los debates actuales: en la década del 30 las polémicas entre nacionalistas, conservadores, izquierdistas o liberales tenían un nivel hoy inhallable. ¿Comparte esta percepción?

- Mi impresión es que todavía en los ’30, y hasta en los ’40, el mundo intelectual estaba relativamente unificado. No diría que todos los protagonistas tenían un trato frecuente, pero sí que se conocían. A partir de 1955 el mundo intelectual se amplía. Sin duda se trata de una fecha política con repercusión social. Ese mundo recluta nuevos miembros en otras clases, y tienden a generarse sub-culturas dentro del mundo intelectual. Es frecuente que los hombres de la cultura de izquierda hablen para la izquierda. Los conservadores tienen sus supuestos y piensan para otros conservadores o para quienes están más próximos. Los nacionalistas son una especie en extinción. Tal vez también los católicos hablan para sí mismos. No rechazo la descripción de Floria, pero la re-situaría en este proceso de ampliación del espacio de los intelectuales y de la fragmentación interna. Se hablaba a quienes formaban parte de la misma tribu o del mismo espacio tribal.

- Esa ampliación del mundo intelectual, ¿sería, a su juicio, producto de lo que el peronismo había suscitado en la Argentina?

- Ciertamente. Y muy poco tiempo después de la caída del peronismo, se produjo una división dentro del “pacto anti-peronista” de 1954 y 1955. En el ’56 ya podían verse fisuras allí donde confluían la mayoría de las familias ideológicas de la Argentina: los católicos, los laicos, los nacionalistas y los liberales. Ese conjunto que no pudo definir otro objetivo común que el derrocamiento de Perón, no alcanzó después la convexidad que le permitiera mantener la unidad lograda en ese año y medio. Allí se produjo una fuerte fractura ligada a qué hacer con el peronismo: ¿cómo integrar este hecho que no admitía retorno a la situación de 1943?

El peronismo va a reconfigurar el mundo político e ideológico dividiendo a la sociedad en campos antagónicos de difícil simplificación. Va a dividir a los católicos, a los nacionalistas, a los radicales, a los conservadores, a los demócrata-cristianos y a las izquierdas. Obviamente, ello no pudo dejar de influir en el campo intelectual donde estas posiciones estaban representadas. A partir de 1955 el ambiente político-intelectual argentino siguió esa dinámica ideológica.

El clima reinante inmediato a la caída de Perón era: en la Argentina estamos en el año cero, o muy próximos al año cero; si no en 1810, tal vez como en 1852. Había que discutir desde la Constitución que nos iba a regir (la de 1949, la de 1853) hasta el rumbo de la economía, el papel de la industria en la configuración de la economía: desde la visión que otorga al Estado un papel de vanguardia, dirigente, estratégico, con visión desarrollista, hasta la menos favorable a que los actores económicos (como se dice hoy) sean los encargados de definir la cuestión (una versión más liberal).

¿Qué lugar tendría en la nueva república, en el nuevo orden, lo que se había expresado a través de Perón? Para algunos se trataba de trabajar para extirpar –así se decía– todo lo que el totalitarismo peronista había inculcado en las masas. Ninguna verdadera democracia podría construirse mientras estos elementos estuvieran presentes. Por lo tanto, unos se inclinaban a prolongar el régimen provisional, el de la Revolución Libertadora; y otros pensaban que sólo bastaban las elecciones, porque ellos serían los herederos. Esta era la tendencia general dentro del radicalismo, aun cuando no fue el único factor de la división entre radicales Intransigentes y radicales del Pueblo. Esta discusión dividió a todas las fuerzas. Un sector del conservadurismo se articuló con los núcleos más liberales de la conjunción liberal-conservadora; otro, el de Vicente Solano Lima, buscó retomar ciertos elementos de la tradición populista del conservadurismo, asumir el legado del peronismo y reintegrarlo. Con los católicos va a ocurrir lo mismo, y se reflejará en la Democracia Cristiana.

El Partido Socialista también se dividió, aunque no sólo por esto. Durante un tiempo, el Partido Comunista pareció escapar a esta dinámica, pero no por mucho y terminó corroído por las divisiones. Obviamente, también jugaban otros factores, pero pesaba “el hecho peronista”, como decían los nacionalistas. Frente a lo que ellos llamaban la izquierda liberal, se daba un hecho que no se podía sobrevolar, ignorar o disolver con una campaña ideológica. Esta sería la versión de Mario Amadeo, que expresó a un sector importante del nacionalismo católico. Correlativamente a este proceso en el mundo de las ideas, el ámbito universitario registró otros cambios. Se trata del incremento constante de su población, y por lo tanto del mundo intelectual. La matrícula universitaria irá creciendo cada vez más hasta llegar a la universidad de masas que conocemos hoy.

- El ingreso de nuevos interlocutores en el escenario cultural, ¿produce en las viejas élites un fenómeno de repliegue, una actitud autista?

-En efecto, eso ocurrió desde mediados de los ’50. La posibilidad de renovar y de poner a prueba las propias hipótesis o convicciones se restringe si uno busca sólo a aquellos interlocutores que comparten los supuestos a partir de los cuales se razona. En los ’80, en los años del alfonsinismo, pareció que esta clausura tendía a romperse. Afloró la idea de que los intelectuales debían hablar “a la sociedad” y no sólo a los propios adeptos. Y si bien esta expectativa no se generalizó, no creo que haya desaparecido. Hay revistas procedentes de la izquierda intelectual, como Punto de Vista, que tienen un reconocimiento en espacios que no son de izquierda. El hecho que Beatriz Sarlo, su directora, sea una intelectual no sólo seguida o interrogada por los medios de la izquierda, sino con audiencia y lectores tanto en el mundo del diario La Nación como en el de la misma revista Criterio, por ejemplo, es un caso muy claro; y no el único. Hoy el mundo intelectual está mucho más comunicado que en 1970. Evidentemente, la dureza de la experiencia de los años 76 -82 tuvo un papel determinante. A partir del ’83 el ámbito universitario tendió a ser reconocido, al menos por un tiempo, como un espacio universal; quienes daban clases o hablaban en la universidad, lo hacían por su competencia en un ámbito determinado del conocimiento, en una disciplina determinada. Esto abrió un espacio de interacción entre personas que incluso no formaban parte de la misma tribu, ideológicamente hablando. Es probable que la crisis de las creencias ideológicas, que hasta los años 70 habían llevado a un enfrentamiento muy exasperado, haya contribuido a este proceso de comunicación.

- ¿Qué elementos marcan, sin embargo, la decadencia del debate en el mundo intelectual no obstante su heterogeneidad?

- No se trata de un problema circunscripto a los intelectuales. La Argentina en general encuentra difícil darle un rostro al futuro, y los intelectuales no escapan a ese límite. La nuestra es una sociedad muy inclinada a la nostalgia. Cada uno reivindica “su” pasado: el de la Argentina del Centenario, el de los años peronistas del ’45 en adelante, el de los años desarrollistas, el de la militancia setentista… Somos una sociedad que piensa que lo mejor está en el pasado. Tenemos dificultades para conectarnos con el futuro. Futuro que no tiene porqué traducirse en un único proyecto, sino tal vez en varios. Nos debemos ese debate.

- La dificultad de proyectarse y de acordar sobre qué cuestiones discutir, ¿tendría su correlato en la desconexión de nuestro país con el mundo?

-La desconexión de la Argentina con el mundo guarda relación con su ignorancia del mundo: se cree que hay cosas que sólo suceden en la Argentina. Por ejemplo: la desconfianza de los ciudadanos respecto de la política. Cuando uno está en Italia, en Francia, ve que la prensa y los intelectuales dicen lo mismo. De modo que la ignorancia del mundo no implica sólo ignorancia de posibilidades o perspectivas, sino también de problemas que no son de nuestra exclusividad, sino que más bien se relacionan con la difícil etapa por la que atraviesa la civilización occidental en su conjunto.

La ignorancia del mundo no tiene un único efecto. Por ejemplo, alimenta la idea que se propagó entre fines de los ’80 y principios de los ’90 de que había un mundo donde las cosas salían muy fácilmente si uno tomaba ciertos caminos. Algo fácil y rápido, sin costos. Una visión de los Estados Unidos trasmitida por personas que parecían no haber estado en ese país. Allí todo funcionaba… La ignorancia del mundo hace también que se alimenten representaciones fantásticas del mundo exterior: la Argentina es el blanco deseado por la codicia exterior o, por el contrario, puede encontrar fácilmente la respuesta a sus problemas en el exterior. En ambos casos encontramos la misma ignorancia del mundo y la misma desconexión.

Creo que estamos perdiendo la oportunidad de aprovechar el estímulo que significa la celebración del próximo bicentenario de la Independencia para pensar cuál debe ser la inserción de la Argentina en el mundo. En 2004-2005, una vez atravesada la emergencia, se daban las condiciones para empezar una discusión al respecto. Pero, al parecer, el Bicentenario tendrá una celebración vacía en términos de perspectivas, de visiones. Necesitamos superar esta inercia con algo que no sea simplemente hacer una y otra vez la recapitulación de nuestros males.

- Ciertas categorías de ubicación política se han ido desdibujado, pero cuando se habla de católicos –en rigor, una categoría religiosa–, el concepto puede prestarse a confusión dado que hay católicos peronistas, anti-peronistas, nacionalistas, liberales… ¿Cómo define usted al grupo católico argentino en categorías políticas?

- Cuando uno habla de católicos no hace referencia a los bautizados sino a los católicos en cuanto actores políticos. En el mundo católico percibo un segmento popular, y a veces populista, y otro más elaborado, complejo, intelectual. No creo que estos dos impulsos convivan tranquilamente en el catolicismo. Representan dos clases de actores: los primeros están más vinculados al movimiento social, y por lo tanto con posibilidades de entrar en comunicación más o menos fluida con el peronismo, que es lo que conecta al mundo popular. Los otros pertenecen a un catolicismo más intelectual, que en el pasado tenía dos versiones: la nacionalista y la liberal. Hoy diría que la nacionalista –con excelentes plumas, como la de Marcelo Sánchez Sorondo– ya ha prácticamente desaparecido. Mientras que la vertiente que busca reconciliar al catolicismo con el mundo moderno está más próxima al liberalismo. Veo más ligada a la militancia a la que tiene mayor comunicación con el mundo popular. Es la que representaría, por ejemplo, un Fortunato Mallimaci, a quien aprecio mucho.

- Si hoy es imposible decir que peronismo e izquierda son irreconciliables, en los años 60 y 70 hubo un matrimonio fallido, pero matrimonio al fin. Desde el punto de vista político, Juan Domingo Perón era un hombre de derecha, más amante del autoritarismo que de la democracia. ¿Por qué usted considera legítimo hablar de peronismo de izquierda?¿No se trata de una comedia de engaños?

-Dejando de lado lo que haya de comedia de engaños (que siempre hay), creo que la izquierda peronista tiene dos raíces: una externa y otra interna. Respecto de la primera, ya en los años iniciales de Perón, algunos círculos consideraban que el sindicalismo peronista constituía la base para un partido revolucionario. Detestaban muchas cosas, pero creían que –aunque de manera poco elaborada– el peronismo expresaba una aspiración de las masas de tipo nacional-revolucionario. Mario Amadeo detectó muy bien esto cuando habló de izquierda anti-liberal. Una izquierda que dice: “peronismo más nosotros”, es decir, le añade un plus de radicalidad a aquello que está dentro del peronismo. Está convencida –aquí aparece el elemento marxista– del papel mesiánico que la historia le confía a la clase obrera, al proletariado. Esta sería la raíz externa.

La interna diría que es posterior al ’55, y tiene una base juvenil que hace sus primeras experiencias de lucha contra la Revolución Libertadora, pero sobre todo contra Frondizi. Para este sector no es posible un esquema peronista sin Perón; por lo tanto no hay izquierda peronista sin Perón, la única pieza que no puede ser absorbida por el sistema. Por el contrario, para la raíz externa la cuestión de Perón era enteramente instrumental; más aún, al comienzo cree que Perón no va a volver, y se piensa a sí misma como heredera del radicalismo ideológico del movimiento peronista.

Juan José Hernández Arregui es el teórico del peronismo de izquierda. Y la divergencia que va a tener con Jorge Abelardo Ramos radica precisamente en la figura de Perón. Para Ramos el peronismo en ese momento sólo podía ser fiel a sí mismo yendo más allá de sí. Mientras que para Arregui sólo permaneciendo fiel a su origen y bajo la conducción de Perón, el peronismo podía cumplir su papel de movimiento de liberación. Así es como los montoneros se van a encontrar más próximos a Arregui que a otros teóricos de una izquierda cercana, pero no interna, al peronismo. En otra versión, tanto Rodolfo Puiggrós como Arregui van a pensar esto en términos de una dialéctica interna del peronismo, distante de una dialéctica externa con cuadros, grupos, que desde afuera traccione a las masas peronistas para darles una dirección revolucionaria.

-¿Y cómo juega la cuestión del autoritarismo en el peronismo?

- Ese es un tema ajeno a la familia peronista.

- ¿Y la división dentro de los católicos entre peronistas y anti-peronistas?

- La caída de Perón le crea un problema a los nacionalistas católicos aun después del desplazamiento de Lonardi. Ellos mismos son desplazados del equipo del gobierno. Y esto tiene que ver con el conflicto que acababa de tener Perón con la Iglesia, y que había arrojado a gran parte de los católicos a las filas de la oposición. Para éstos la reconciliación con Perón debía atravesar el difícil conflicto de la crisis con Roma. Este problema no existía para Puiggrós o para Ramos, que consideraban que la religión era finalmente una superestructura. Que Perón persiguiera a los curas en cierto momento podía significar una jacobinización del peronismo. Las primeras defensas de Perón surgen claramente desde esta izquierda. ¿Quiénes defienden al peronismo inmediatamente después de caído? Arturo Jauretche, Ramos, Puiggrós.

- Partiendo de la premisa de que la mediación de los partidos políticos es insoslayable en la democracia, ¿qué sucede cuando se pone todo el énfasis en la sociedad civil?

- La cuestión de los partidos tiene que ver con lo que se llama democracia de partidos. No todos entienden la democracia como democracia de partidos. La idea de una relación inmediata con el pueblo, sin que medien representantes o instituciones intermedias, forma parte de cierto imaginario democrático que podría autodenominarse “democracia radical”. Muchos movimientos sociales asumen que ese espacio les pertenece y que no es de los partidos. Piensan que el movimiento social debe absorberlo todo y que los políticos y los partidos quedan superados. Estamos hablando de ideas. En nuestro 2001-2002 los temas en las asambleas barriales eran muy repetitivos, nunca se iba más allá del “que se vayan todos”. Se hablaba de disconformidad, y traducían impulsos anárquicos de una sociedad que por momentos parecía rechazar toda instancia de mediación y representación. Su contraparte era la demanda de un amo, de un jefe que ponga límites a los impulsos desintegradores. El año 2002 no arrojó nada nuevo, pero afortunadamente no produjo lo peor; esto es, el descarrilamiento de la Argentina. Sin embargo, tampoco produjo el surgimiento de nuevas fuerzas políticas; de modo que terminó en reclamo de gobierno.

- ¿Se trata de un reclamo de instituciones o de personas?

- En principio es un reclamo de autoridad. Para una sociedad no hay nada más difícil de soportar que la incertidumbre. Llega un momento en que pide gobierno. Esta fue la demanda que explotó.

-¿Y qué futuro avizora?

En principio no estamos ante un precipicio. Tratando de pensar lo que pueda ocurrir –no lo que me gustaría que ocurriese–, sin proyectar aspiraciones, atendiendo a lo que ocurre efectivamente, diría que Néstor Kirchner ha contado con la gran ventaja de asumir con muy pocas expectativas depositadas en él. Pero había algo que estaba en el aire: que haya gobierno que gobierne. La administración de Fernando de la Rúa había producido una gran incertidumbre, porque no iba hacia ninguna parte. Un gobierno –sea conservador, liberal o socialista– tiene la obligación de dar certidumbre a sus gobernados. Se espera que no incremente las incertidumbres sino que las reduzca. Eso le dio a Kirchner dos años de crédito, en los que se mostró dispuesto a usar todos los enormes recursos del Ejecutivo.

- Muchos señalan que estamos ante una crisis terminal de los partidos tradicionales…

- Distingamos. Una cosa es Buenos Aires y otra el resto, el conjunto de la Argentina. Si uno sale del paisaje de Buenos Aires, encuentra que en el país hay partidos: el peronismo, el radicalismo y fuerzas locales. La constante impugnación de los partidos es un fenómeno porteño, multiplicado por los medios.

-¿Usted considera, entonces, la crisis del radicalismo y la compleja crisis del peronismo como una proyección porteña?

- Sería también exagerado afirmarlo, pero la percepción tiene su foco central en Buenos Aires. No se puede “leer” toda la Argentina desde el prisma de esta ciudad. Aquí el “fenómeno Macri” tal vez se consolide como una fuerza, pero habrá que ver a nivel nacional… Nadie puede afirmar hoy esa consolidación ni tampoco puede descartarla. Otro hecho que no ocurre, todavía al menos, es la presencia de una fuerza de centroizquierda. Es posible que esa crisis de los partidos dé paso a una recomposición. Pero difícilmente se pueda esperar la identificación que suscitaron los partidos históricos, porque acaso eso ya no sea posible dadas las características de la sociedad moderna. Me refiero a las fuertes identidades colectivas más propias de los siglos XIX y XX.

- Este gobierno se vio favorecido en lo económico por la coyuntura internacional…

- En este sentido Kirchner fue un presidente afortunado. Asumió con compromisos mínimos: por ejemplo, reactivar la producción. Ni siquiera el tema de los derechos humanos –independientemente de lo que él hizo o dejó de hacer en el pasado– formó parte de su campaña electoral. Como si fuera un presidente del Frepaso, al asumir inmediatamente lo hizo suyo, y neutralizó una zona sin mucho peso electoral pero sí de opinión. Un recurso político. Se movió muy rápidamente en el tema de la Corte, tema que estaba instalado en la opinión pública de la Capital Federal. Durante un tiempo fue un “presidente de opinión”. Su asignatura pendiente es la construcción de una fuerza política a partir de circunstancias favorables, como la coyuntura económica internacional.

martes, 23 de octubre de 2007

Entrevista con Nicolás Casullo

Por Enrique De la Calle

Casullo es ensayista, escritor, novelista; es profesor en las universidades de Buenos Aires y de Quilmes y dirige la revista “Pensamiento desde los confines”. En los ’70 militó en la “izquierda peronista”. Debió exilarse en el ’75, a causa de la Triple A.

Revista Evita: ¿Qué significa el kirchnerismo, qué representa en términos culturales, de proyecto de país?

Nicolás Casullo: El kirchnerismo es, en primer lugar, una circunstancia que se dio de forma azarosa, en nuestra historia. En el sentido de que las estructuras del peronismo, allá por el año 2000, no aportaron al kirchnerismo. Fue una feliz cuestión azarosa que emergió sobre otros candidatos. Se planteó desde el principio recuperar ciertas variables de un peronismo originario en cuanto a Justicia Social, Soberanía Nacional, posturas latinoamericanas, o a planteos productivistas, industrialistas, y mejoras en todos los sentidos luego de una gran crisis. Como novedad trajo una referencia, bastante marcada en un principio, a la generación de los ‘70, y a la recuperación de una noción de militancia, de compromiso político activo, características de aquellos años. Lo veo mucho más en ese sentido que en la reivindicación de políticas concretas de las organizaciones revolucionarias. Desde esa perspectiva, se encontró con un problema de difícil solución y que tiene que ver con la posibilidad de un “pos-peronismo” que pudo llamarse “transversalidad”. Se tenía conciencia de que 2001 había dejado atrás una época de identidades políticas y que el propio peronismo, durante la década del '90, había perdido el sentido originario de sus planteos políticos. Por lo cual, se le exigía al proyecto un determinado perfil de gobierno y también una resolución de la cuestión peronista. En este último punto, creo que la cosa está más empantanada, más confusa, reconociendo que es difícil plantearse un “pos-peronismo” que recoja con mayor legitimidad una sociedad como la actual, sobre todo en sus sectores jóvenes, y a su vez, desprenderse de una vieja identidad de corte popular que todavía contiene un alto porcentaje de apoyo social.

RE: A diferencia de Kirchner, Cristina ganaría con un gran apoyo social. ¿Qué escenario propone ese triunfo, con esas características?

NC: La situación es diferente. En el 2005, el kirchnerismo pasó del 23% al 44%, en ese sentido estamos en una situación parecida. Igualmente, el dilema no se ha resuelto y tal vez sea la tarea que para los próximos años: de qué manera, se consolida un proyecto político, una identidad política, se genera una nueva época de manera rotunda. Y no solamente como una salida del infierno al purgatorio. Se parte de un piso más alto, después de cuatro años reconocidos por la población. Se ha avanzado en la construcción de un proyecto, aunque no está totalmente definido. Sí hay un gobierno que se perfila en instancias decisivas de una manera de corte popular y nacional en un país muy peligroso que va utilizar los mecanismos más refinados en los próximos cuatro años, que van a ser muy difíciles.

RE: Esa consolidación del proyecto político va a estar en parte definida por el poder político que se obtenga en la elección...

NC: En parte, sí. Y en parte, de corregir errores: para generar una nueva etapa hay que tener una gran ambición en los campos culturales, intelectuales. Es evidente que el kirchnerismo tiene una perspectiva en crisis en relación con los sectores medios de la sociedad. No responden en relación a lo que es su propia mejora económica. Se ve en ciertos votos urbanos, que hay una interferencia cultural, ideológica. La batalla cultural es la que todavía el kirchnerismo está perdiendo, y lo hace diariamente. Y no es sólo por errores propios, sino por lo que es hoy el mundo mediático, de las comunicaciones. El peronismo ya ha vivido esta circunstancia: cayó el ’55 con un 60% de apoyo popular. La batalla cultural que debe enfrentar el peronismo o el kirchnerismo es de vital importancia: si no se la gana, se pierde la guerra.

RE: ¿Cuál es la relación del kirchnerismo con el campo intelectual?

NC: Es mala. Y por responsabilidad mutua. Del 2001 se sale de una forma extraña, confusa. Kirchner olfatea bien el 2001, en el sentido de entender que había identidades que se estaban perdiendo. Además, hay una intelectualidad que veía el agotamiento del peronismo. Entonces, se le reaparece el peronismo y se le complica el panorama. Sobre todo, un peronismo de centro izquierda que es el peronismo que más problemas genera en las capas progresistas. Porque es el peronismo que más remite a lo originario del peronismo. Por otro lado, el gobierno desconoció esa problemática, no estuvo abierto a ella, no la planteó con claridad. Sabiendo que en este país el pensamiento progresista gorila si no tiene una réplica es muy nocivo en lo que expande. Desde esa perspectiva, es evidente que hay un mundo de comunicadores antikirchneristas. Se refleja en Buenos Aires, donde el 60% votó a un personaje de una mediocridad absoluta como es Macri. Cristina es consciente de eso, y tal vez esté más capacitada que Kirchner para dar esa batalla cultural, le interesa más ese tipo de debates. Este es un tema que no es exclusivo de Argentina, ocurre en todo el mundo. El avance de las derechas, el progresismo falso, el progresismo verdadero, cómo se recomponen los centro-izquierda, es una problemática generalizada. Cristina tiene el desafío de vencer la batalla cultural. Digo, la creación de sentido común que esté acorde con lo que el kirchnerismo hizo. Se nota en la calle, de forma espontánea, por derecha o por izquierda, una crítica que es una crítica equivocada de lo que el kirchnerismo hizo.

RE: Los grandes rivales en ese enfrentamiento son los medios masivos de comunicación...

NC: Hoy hay que contar con eso. El verdadero partido de derecha es el “massmediático”, con capacidad de imponer agenda, de construir sentido común, espontáneo. Kirchner le ha dado importancia a los medios, pero evidentemente faltan las grandes convocatorias a las universidades, a los campos culturales, que no es una cultura estatizada, kirchnerista, pero que sí involucre más, sea más abierta. En este sentido, el kirchnerismo, por origen, es más retraído, no tiende a delegar, sino que verticaliza, es muy rígido. Lo que hace que para el mundo de la cultura, que busca las individualidades, la autonomía, que es muy posmoderno, caiga negativamente. Como se dice siempre, con los morochos solo no mantenés el poder en la Argentina. Este es un país que tiene una gran dinámica de los sectores medios de generación de opinión pública, disolvente, destituyente, muy fuerte. Por eso, la batalla cultural es fundamental. Y no me refiero a qué hacer con el Teatro Colón. La cultura, no son las bellas artes. Es un tema crucial, y no creo que se le esté dando esa importancia, por parte del Gobierno, pero también de la militancia. Te digo más: no es que la política deba pensar la cultura, sino la cultura debe pensar la política en un sentido amplio.

RE: ¿Qué significan hoy ideas, antes muy movilizadoras, como Pueblo, Justicia Social, y también peronismo?

NC: Como banderas históricas sobreviven, porque Argentina sigue siendo un país en crisis. El kirchnerismo, en lo que es su política de desarrollo, de trabajo, de relación con los organismos internacionales, frente a los EE.UU., de defensa de Derechos Humanos: el kirchnerismo tiene quince o veinte aplicaciones de las banderas históricas que lo convierten en el más reivindicable de los gobiernos desde el '55 en adelante, claramente. Porque el período camporista fue muy breve, y muy traumático. Esas banderas persisten como conciencia de fondo del Pueblo, este es un pueblo peronista hasta aquellos que se dicen antiperonistas. Ahora, de esas banderas a la identidad concreta, política, hay una distancia. Hay muchas generaciones de jóvenes que ven en el peronismo algo que debe ser superado desde otras perspectivas nacionales y populares, que retomen las banderas, y que se adapten a la época.

RE: ¿Qué ocurre con ese pensamiento nacional y popular que acompañó toda una época, en la actualidad?

NC: Debe reconfigurarse porque los desafíos son distintos: culturalización, globalización, massmediatización, nuevas subjetividades y sensibilidades urbanas, la propia memoria del sujeto social es distinta. A partir de eso es evidente, hay que estar atento, y eso lo puede palpar una militancia que esté atenta, en los barrios, en las calles. Significa una reformulación muy grande, que actualice banderas. Por eso le doy tanta importancia a lo cultural: las actuales son sociedad mucho más culturalizadas que la nuestra. Componen sujetos más en términos socio-culturales que socio-económicos, a veces. Son sociedades muy complejas. Hay que pensar qué significa para la gente el kirchnerismo. En este sentido, se ha logrado algo decisivo que es que el Pueblo más necesitado, más carenciado, más expoliado, confíe en Kirchner. Sabe que no lo va a cagar. Eso es fundamental.

RE: Siguiendo con esto que decís. ¿Crees que el Pueblo hoy se movilizaría apoyando a Kirchner si fuera necesario?

NC: En lo inmediato no. Las conductas actuales son conductas votantes, no son de otro tipo de compromisos más amplios. Te digo otra cosa: hoy sale más a la calle la derecha. Es una época muy particular.

RE: ¿Cuánto ha avanzado el kirchnerismo en la construcción de cuadros militantes, que le den solidez al proyecto?

NC: Ese es un déficit muy grande. Con cuatro años fuertes, no hay figuras que hayan salido del riñón kirchnerista, de una cosa nueva; yo veo ahí una fragilidad que tiene que ver con la falta de delegación, esto de cerrarse sobre sí mismo, de tener muy poca confianza. Lo cual termina conspirando contra el propio proyecto. En este punto, es importante que Cristina amplíe variables. (Agencia Paco Urondo)

martes, 16 de octubre de 2007

Palabras de Juan D. Perón el 17 de octubre de 1945, a las 23.00 hs. desde el balcón de la Casa Rosada

Trabajadores: Hace casi dos años dije desde estos mismos balcones que tenía tres honras en mi vida: la de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino. Hoy a la tarde, el Poder Ejecutivo ha firmado mi solicitud de retiro del servicio activo del Ejército. Con ello, he renunciado voluntariamente al más insigne honor al que puede aspirar un soldado: llevar las palmas y laureles de general de la Nación. Ello lo he hecho porque quiero seguir siendo el coronel Perón, y ponerme con este nombre al servicio integral del auténtico pueblo argentino. Dejo el sagrado y honroso uniforme que me entregó la Patria para vestir la casaca de civil y mezclarme en esa masa sufriente y sudorosa que elabora el trabajo y la grandeza de la Patria.

Por eso doy mi abrazo final a esa institución, que es el puntal de la Patria: el Ejército. Y doy también el primer abrazo a esa masa grandiosa, que representa la síntesis de un sentimiento que había muerto en la República: la verdadera civilidad del pueblo argentino. Esto es pueblo. Esto es el pueblo sufriente que representa el dolor de la tierra madre, que hemos de reivindicar. Es el pueblo de la Patria. Es el mismo pueblo que en esta histórica plaza pidió frente al Congreso que se respetara su voluntad y su derecho. Es el mismo pueblo que ha de ser inmortal, porque no habrá perfidia ni maldad humana que pueda estremecer a este pueblo, grandioso en sentimiento y en número. Esta verdadera fiesta de la democracia, representada por un pueblo que marcha, ahora también, para pedir a sus funcionarios que cumplan con su deber para llegar al derecho del verdadero pueblo. Muchas veces he asistido a reuniones de trabajadores. Siempre he sentido una enorme satisfacción: pero desde hoy, sentiré un verdadero orgullo de argentino, porque interpreto este movimiento colectivo como el renacimiento de una conciencia de trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la Patria. Hace dos años pedí confianza. Muchas veces me dijeron que ese pueblo a quien yo sacrificara mis horas de día y de noche, habría de traicionarme. Que sepan hoy los indignos farsantes que este pueblo no engaña a quien lo ayuda. Por eso, señores, quiero en esta oportunidad, como simple ciudadano, mezclarme en esta masa sudorosa, estrecharla profundamente en mi corazón, como lo podría hacer con mi madre. (En ese instante, alguien cerca del balcón le gritó: ¡un abrazo para la vieja!) Perón le respondió: Que sea esta unidad indestructible e infinita, para que nuestro pueblo no solamente posea una unidad, sino para que también sepa dignamente defenderla. ¿Preguntan ustedes dónde estuve? ¡Estuve realizando un sacrificio que lo haría mil veces por ustedes! No quiero terminar sin lanzar mi recuerdo cariñoso y fraternal a nuestros hermanos del interior, que se mueven y palpitan al unísono con nuestros corazones desde todas las extensiones de la Patria. Y ahora llega la hora, como siempre para vuestro secretario de Trabajo y Previsión, que fue y seguirá luchando al lado vuestro para ver coronada esa era que es la ambición de mi vida: que todos los trabajadores sean un poquito más felices.

Ante tanta nueva insistencia, les pido que no me pregunten ni me recuerden lo que hoy ya he olvidado. Porque los hombres que no son capaces de olvidar, ni merecen ser queridos y respetados por sus semejantes. Y yo aspiro a ser querido por ustedes y no quiero empañar este acto con ningún mal recuerdo. Dije que había llegado la hora del consejo, y recuerden trabajadores, únanse y sean más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse nuestra hermosa Patria, en la unidad de todos los argentinos. Iremos diariamente incorporando a esta hermosa masa en movimiento a cada uno de los tristes o descontentos, para que, mezclados a nosotros, tengan el mismo aspecto de masa hermosa y patriótica que son ustedes.

Pido, también, a todos los trabajadores amigos que reciban con cariño éste mi inmenso agradecimiento por las preocupaciones que todos han tenido por este humilde hombre que hoy les habla. Por eso, hace poco les dije que los abrazaba como abrazaría a mi madre, porque ustedes han tenido los mismos dolores y los mismos pensamientos que mi pobre vieja querida habrá sentido en estos días. Esperamos que los días que vengan sean de paz y construcción para la Nación. Sé que se habían anunciado movimientos obreros; ya ahora, en este momento, no existe ninguna causa para ello. Por eso les pido, como un hermano mayor, que retornen tranquilos a su trabajo y piensen. Y hoy les pido que retornen tranquilos a sus casas, y esta única vez, ya que no se los puedo decir como secretario de Trabajo y Previsión, les pido que realicen el día de paro festejando la gloria de esa reunión de hombres que vienen del trabajo que son la esperanza más cara de la Patria. He dejado deliberadamente para lo último, el recomendarles que antes de abandonar esta magnífica asamblea, lo hagan con mucho cuidado. Recuerden que entre todos hay numerosas mujeres obreras, que han de ser protegidas aquí y en la vida por los mismos obreros; y finalmente, recuerden que estoy un poco enfermo de cuidado y les pido que recuerden que necesito un descanso que me tomaré en el Chubut ahora, para reponer fuerzas y volver a luchar codo a codo con ustedes, hasta quedar exhausto si es preciso. Pido a todos que nos quedemos por lo menos quince minutos más reunidos, porque quiero estar desde este sitio contemplando este espectáculo que me saca de la tristeza que he vivido en estos días.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Carta del General Perón con motivo de la muerte del Che

Madrid, 24 de octubre de 1967

Compañeros:

Con profundo dolor he recibido la noticia de una irreparable perdida para la causa de los pueblos que luchan por su liberación. Quienes hemos abrazado este ideal, nos sentimos hermanados con todos aquellos que en cualquier lugar del mundo y bajo cualquier bandera, luchan contra la injusticia, la miseria y la explotación. Nos sentimos hermanados con todos los que con valentía y decisión enfrentan la voracidad insaciable del imperialismo, que con la complicidad de las oligarquías apátridas apuntaladas por militares títeres del pentágono mantienen a los pueblos oprimidos. Hoy ha caído en esa lucha, como un héroe, la figura joven más extraordinaria que ha dado la revolución en Latinoamérica: ha muerto el Comandante Ernesto "Che" Guevara.

Su muerte me desgarra el alma porque era uno de los nuestros, quizás el mejor: un ejemplo de conducta, desprendimiento, espíritu de sacrificio, renunciamiento. La profunda convicción en la justicia de la causa que abrazo, le dio la fuerza, el valor, el coraje que hoy lo eleva a la categoría de héroe y mártir.

He leído algunos cables que pretenden presentarlo como enemigo del Peronismo. Nada más absurdo. Suponiendo fuera cierto que en 1951 haya estado ligado a un intento golpista, ¿qué edad tenía entonces? Yo mismo, siendo un joven oficial, participé del golpe que derrocó al gobierno popular de Hipólito Irigoyen. Yo también en ese momento fui utilizado por la oligarquía. Lo importante es darse cuenta de esos errores y enmendarlos. ¡Vaya si el "Che" los enmendó!

En 1954, cuando en Guatemala lucha en defensa del gobierno de Jacobo Arbenz ante la prepotente intervención armada de los yanquis, yo personalmente dí instrucciones a al chancillería para que le solucionaran la difícil situación que se le planteaba a ese valiente joven argentino; y fue así como salió hacia México.

Su vida, su epopeya, es el ejemplo más puro en que se deben mirar nuestros jóvenes, los jóvenes de toda América Latina.

No faltarán quienes pretendan empalidecer su figura. El imperialismo temeroso del enrome prestigio que ya había ganado en las masas populares; otros, los que no viven las realidades de nuestros pueblos sojuzgados. Ya me han llegado noticias de que el Partido Comunista Argentino, solapadamente, está en campaña de desprestigio. No nos debe sorprender ya que siempre se ha caracterizado por marchar a contramano del proceso histórico nacional. Siempre ha estado en contra de los movimientos nacionales y populares. De eso podemos dar fe los peronistas.

La hora de los pueblos ha llegado y las revoluciones nacionales en Latinoamérica son un hecho irreversible. El actual equilibrio será roto porque es infantil pensar que se pueden superar sin revolución las resistencias de las oligarquía y de los monopolios inversionistas del imperialismo.

Las revoluciones socialistas se tienen que realizar; que cada uno haga la suya, no importa el sello que ella tenga. Por eso y para eso, deben conectarse entre sí todos los movimientos nacionales, en la misma forma en que son solidarios entre sí los usufructuarios del privilegio. La mayoría de los gobiernos de América Latina no van a resolverlos problemas nacionales sencillamente porque no responden a los intereses nacionales. Ante esto, no creo que las expresiones revolucionarias verbales basten. Es necesario entrar a la acción revolucionaria, con base organizativa, con un programa estratégico y tácticas que hagan viable la concreción de la revolución. Y esta tarea, la deben llevar adelante quienes se sientan capaces. La lucha será dura, pero el triunfo definitivo será de los pueblos. Ellos tendrán la fuerza material circunstancialmente superior a la nuestra; pero nosotros contamos con la extraordinaria fuerza moral que nos da la convicción en la justicia de la causa que abrazamos y la razón histórica que nos asiste.

El Peronismo, consecuente con su tradición y con su lucha, como Movimiento Nacional, Popular y Revolucionario, rinde su homenaje emocionado al idealista, al revolucionario, al Comandante Ernesto "Che" Guevara, guerrillero argentino muerto en acción empuñando las armas en pos del triunfo de las revoluciones nacionales en Latinoamérica.

Juan Domingo Perón

viernes, 5 de octubre de 2007

Entrevista con Horacio González

Por Enrique De la Calle

Revista Evita: ¿Cuánto influirá el triunfo y sus características, en el próximo gobierno de Cristina? Se ha hablado mucho de que Kirchner asumió muy acotado por sus apenas 23% de votos.

Horacio González: Creo que Kirchner hizo grandes aperturas hacia nuevas interpretaciones de lo que se puede hacer para recrear un país justo y democrático. Comenzó percibiendo que había menos límites de los que luego fueron apareciendo, incluso en la gran región de los derechos humanos, donde la doctrina reparatoria parecía enteramente trazada. Los obstáculos presentes exigen nuevas interpretaciones respecto a lo que pude hacerse en este momento de la política mundial. Sin aceptar los trazados de los grandes poderes económicos globalizados y manteniendo la autonomía nacional, es preciso una idea de realismo crítico frente a las cristalizaciones condicionantes, y una apuesta imaginativa permanente para presentar una voz ponderada pero extremadamente firme en cuanto a mantener un latinoamericanismo avanzado, un control expandido sobre las empresas multinacionales, un nuevo resguardo social para las telecomunicaciones emancipadas de controles particularistas y una clara consigna de igualitarismo social y distribución equitativa del excedente social. La reclamada institucionalidad cualitativamente reconquistada – la justa transparencia reclamada-, debe ser un trabajo de gran refinamiento político, en gran medida articulado con todas las demás dimensiones que mencionamos. Si por un lado es necesario comprender los formidables límites que se presentan a cada paso, también es necesario saber que ellos no implican que se deba acudir a fáciles argumentos para no intentar superarlos.

RE: ¿Qué escenario propone un caudal de votos que puede ser masivo? ¿Cuál propone un triunfo con margen más estrecho?

HG: Lo más importante es que el nuevo gobierno, en el momento de presentar a la visibilidad pública sus fuerzas, su ámbito libre de decisiones y su elaboración política cotidiana, tenga en cuenta a las fuerzas sociales creativas sin concepciones “estatalistas” ni “cooptación”. Un nuevo poder público democrático debe profundizar reformas y recrear situaciones de justicia, releyendo las límites anteriores y mostrando la vocación de expandir la esfera de libertades políticas –obvio-, pero también recreando el papel del Estado, que es el de proteger la economía pública y de permitir avanzar emancipadamente a la sociedad, sin absorber sus fuerzas, sino al contrario, impulsándolas hacia la imaginación crítica, sin lastres inmediatistas.

RE: Kirchner asumió "defendiendo banderas de la generación de los '70". Cristina será su continuación. ¿Ha cumplido Kirchner con aquella palabra esbozada el 25 de mayo de 2003?

HG: Un gobierno nuevo, capaz de novedades críticas, debe enlazar con la memoria de las generaciones anteriores sin petrificarlas ni repetirlas ritualmente. Gobernar es también escribir el relato histórico e invitar a que se lo escriba sin esquematismos, bajo el hilo de la reparación y de la reflexión profunda sobre los hechos acaecidos. No hay fórmulas escritas sobre el futuro pero tampoco hay interpretaciones canónicas sobre el pasado. Todo gobierno debe ser también un ensayo cultural avanzado, estimulando la vida intelectual y no dejando sólo a los medios de comunicación de masas la tarea de interpretación de la historia.

RE: Un pensamiento "nacional y popular" sirvió durante buena parte del siglo XX para pensar una agenda de izquierda, plantear relaciones entre Estado, Pueblo y fuerzas económicas, proponer visiones sobre cómo debía ser Argentina. ¿Ese pensamiento sigue vigente en el siglo XXI? ¿O la nueva coyuntura argentina y latinoamericana, la crisis del neoliberalismo, exigen nuevos modos de pensar la realidad?

HG: Ningún encierro conceptual es útil, ni siquiera en nuestras queridas banderas nacional-populares. Ellas deben tener una voz determinante en la reinterpretación del presente, pero correrá grave riesgo la construcción común si no se saben interpretar todos los demás legados, todos los demás textos. Tomarlos no por condescendencia ni por obligación “transversalista”, sino porque hay nuevas exigencias de palabras relevantes por parte de la vida popular, y hay simultánea necesidad de vida popular en los itinerarios nuevos del discurso público. Esos recursos de la conciencia pública renovados son imprescindibles para superar el modo en que el neoliberalismo llama a poblaciones sometidas a un idea de vida en riesgo, vida disminuida y tacaña que parece dominante en las grandes metrópolis, azuzada por la retórica propia de las neoderechas, que elaboraron una compleja antropología de la seguridad y la existencia utilitaria.

RE: El neoliberalismo estalló luego de 2001. ¿Hacia dónde marcha Argentina y el Continente?

HG: Argentina tiene la enorme responsabilidad de dialogar con tanta intensidad e interés con Lula, Chávez, Evo, Bachelet y Correa, que son espacios transformadores con características nacionales propias y deficiencias que no es difícil señalar. Pero ellas no son obstáculo para ampliar las fronteras de un lenguaje común. ¿Quién dijo que iba a ser fácil? Sin perder el hilo conductor antiguo –la consideración precisa y actualizada de la revolución cubana- y la necesidad de reelaborar lenguajes de conviviencia y transformación –todavía da la impresión que no se han hecho los postreros esfuerzos mutuos para crear soluciones sobre el río Uruguay-, Argentina debe hacer relucir tradiciones latinoamericainstas reinterpretadas a la luz de la autodeterminación de los pueblos y del esfuerzo de llegar a acuerdos superiores a los conflictos puntuales y a los hábitos nacionales más petrificados.

martes, 2 de octubre de 2007

DESENCUENTROS HISTÓRICOS * (Carlos Sozzani)

En este último punto intentaremos problematizar una de las proposiciones sostenida por Norberto Galasso en su libro Seamos libres y lo demás no importa nada. Creemos necesario aclarar que entendemos que esta obra se constituye en la actualidad como la producción más completa en cuanto a los aspectos históricos de la vida del General San Martín, al sentido político de su obra, y a la vasta historiografía desarrollada en torno a su figura. No obstante compartir los conceptos generales que la sostienen, nos interesa discutir acerca de la línea de continuidad entre Mariano Moreno y José de San Martín planteada por el autor, en función de indagar en los conflictos y desencuentros producidos hacia el interior de los movimientos nacionales a lo largo de nuestra historia.

Como primera cuestión, creemos que esta continuidad trazada por Galasso entre las dos figuras, debería analizarse, por lo menos, en dos dimensiones: la ideológica y la política.

Coincidimos en líneas generales con la afinidad ideológica entre San Martín y Moreno, que tiene que ver con la influencia de las ideas liberal-revolucionarias de la Revolución Francesa de 1789 y de la española de 1808. Dice Galasso sobre San Martín: “Impactado por el movimiento de mayo de 1808, vinculado a jefes liberales como Solano y a las logias de Cádiz, San Martín se asumió como hijo de la revolución democrática y popular: francesa en 1789, española en 1808, americana en 1810.” (1) Las mismas ideas que animaron y guiaron la decidida intervención de Mariano Moreno en el proceso revolucionario.

También podemos encontrar continuidades entre la acción de San Martín en el gobierno de Mendoza y el Plan de Operaciones elaborado por Moreno. Ese Plan cuyos aspectos fundamentales Galasso sintetiza en: 1) obtención de fondos mediante la confiscación de bienes, 2) estado empresario, 3) planificación económica, 4) nacionalización de la riqueza minera y su explotación por el Estado, 5) prohibición de exportar capitales y normas restrictivas a la libre contratación con el exterior, 6) seguros nacionalizados, 7) trabas al comercio prohibiendo las importaciones suntuarias. (2) Concepciones que, a su vez, podemos enlazar con la idea de “nación en armas”: todos los recursos materiales y morales movilizados en función de la defensa nacional, a través de un Estado fuerte y activo que orienta esas energías y dirige el proceso de desarrollo.

De más está aclarar que estas ideas acerca del rol del Estado, de la protección de la industria local y de la preponderancia del interés general sobre la propiedad individual alejan a San Martín y a Moreno del liberalismo económico y el librecambismo. (3)

Sin embargo, no podemos dejar de destacar que en el plano de la acción política estas líneas de continuidad no son tan fáciles de establecer.

Para dotar de sentido a esta última afirmación quizás debamos explicarla en el marco de la Revolución de Mayo y de sus contradicciones. El proceso revolucionario se opuso fundamentalmente al absolutismo español, pero los sectores que lo impulsaron no tenían intereses ni ideas homogéneas. Diferentes sectores sociales y políticos confluyeron en el movimiento revolucionario. Contradicciones de distinto orden que irían desarrollándose, superponiéndose y reconfigurando el mapa político; contradicciones sobre las que operarían las potencias imperiales de la época (fundamentalmente Gran Bretaña).

Puede decirse que Moreno expresó a los grupos liberales revolucionarios influidos por la Revolución Francesa, el ala ideológica más radical o jacobina del movimiento. Saavedra fue el emergente del criollaje en armas, el jefe elegido por la propia tropa del Regimiento de Patricios. (4) Esta milicia fue creada como consecuencia de la primera invasión inglesa y no hizo más que institucionalizar la participación y la organización popular en la defensa militar ante la inoperancia de las autoridades reales españolas.

El enfrentamiento entre Moreno y Saavedra expresó y agudizó las contradicciones secundarias del movimiento revolucionario, y en definitiva no hizo sino debilitarlo. San Martín, por su parte, intentó permanentemente situarse por encima de estas contradicciones. Desde su accionar priorizó siempre construir las condiciones para la profundización del proceso revolucionario antes que precipitar confrontaciones que debilitaran al movimiento frente al absolutismo español.

Nuestra interpretación intenta polemizar de alguna manera con aquellas posiciones que definen el conflicto Moreno-Saavedra desde la dicotomía revolucionario-conservador, o aquellas otras que también lo explican desde los opuestos: liberal-conservador o jacobino-conservador. Todas ellas plantean la necesariedad de la confrontación entre ambos sectores, cuestión de la que nos permitimos dudar.

La historia de desencuentros entre los sectores y actores que conformaron los movimientos populares en nuestra tierra se extiende hasta nuestros días. Tanto Moreno como Saavedra expresaban aquellos factores que habían encendido la llama de la revolución: el pueblo en armas, la soberanía popular y el ideario liberal-revolucionario. San Martín probablemente haya sido el jalón que permitió conjugar estos procesos para derrotar definitivamente al absolutismo español. Sin embargo, la fractura del movimiento revolucionario significó la pérdida de la fuerza social y política necesaria para realizar la Unidad latinoamericana, la Independencia de toda potencia extranjera y la Justicia Social.

En la misma línea de desencuentros históricos, otra relación compleja y con contradicciones fue la que establecieron Perón y la organización Montoneros, fundamentalmente a partir del retorno del General a la Argentina. Intentaremos analizarla a la luz de algunas observaciones de Roberto Carri (5) en su ensayo Isidro Velázquez, formas prerrevolucionarias de la violencia.

El carácter de la relación entre Isidro Velázquez y su compañero Vicente Gauna, tratado en el último capítulo del ensayo, puede ayudarnos a comprender el vínculo entre el General Perón y Montoneros: “Por eso es Velázquez la figura principal, el que otorga un sentido político a la rebeldía individual, el que afirma una relación estrecha y duradera con las masas rurales. Pero como contrapartida es Gauna, su presencia al lado de Isidro Velázquez, quien impide a este último asumir compromiso alguno con la ‘ciudad’ y sus representantes, el que obliga a ser fiel al pueblo que lo apoya y protege.” (6)

Velázquez es, sin duda, la figura central, quien estableció el vínculo con las masas, y quien legitimó y dio sentido al accionar de Gauna. A su vez, éste, al radicalizar las formas de intervención, operó como impedimento de cualquier entendimiento con la oligarquía local. De alguna manera, la potencialidad revolucionaria está en la relación misma, no únicamente en una u otra de las partes que la conforman: “Velázquez es más peligroso desde que Gauna está junto a él. Los dos se complementan, si Gauna está es porque Velázquez quiso o dejó que se uniera a él. Gauna es el complemento necesario de Velázquez.” (7) Ese delicado equilibrio entre el líder y la organización política fue el que comenzó a romperse con la masacre de Ezeiza, luego la muerte de Rucci, para hacerse pedazos finalmente el 1° de mayo de 1974.



Notas

(1) N. Galasso, Seamos libres..., ob. cit., p. 50.
(2) N. Galasso, Mariano Moreno y la Revolución Nacional, Editorial Coyoacán, Buenos Aires, 1963, p. 52-57.
(3) Cabe mencionar que Mariano Moreno defendió la libre importación en el año 1809 mediante el documento “Representación de los hacendados y labradores del Río de la Plata”. Sin embargo un año y medio después, los efectos producidos en el interior por el comercio libre hicieron que revisara su posición. Estas opiniones fueron publicadas en La Gaceta, órgano de difusión del gobierno revolucionario.
(4) E. J. Fitte, El motín de las trenzas, Editorial Fernández Blanco, Buenos Aires, 1960, p. 46-47: “Los jefes se eligieron por aclamación, reunidos los integrantes en la Real Fortaleza, de acuerdo a la invitación del General Liniers, que los convocó democráticamente....”
(5) Roberto Carri, militante peronista y montonero, sociólogo y miembro de las Cátedras Nacionales, detenido-desaparecido el 24 de febrero de 1977.
(6) R. Carri, Isidro Velázquez, formas prerrevolucionarias de la violencia, Editorial Colihue, Buenos Aires, 2001, p. 120.
(7) R. Carri, ob. cit., p. 120.


* Este texto forma parte del trabajo “DE LOCURAS QUIJOTESCAS y el arte de la conducción en ciertos episodios inconclusos de la historia política y militar de las provincias del sur americano”, 2006.