martes, 2 de octubre de 2007

DESENCUENTROS HISTÓRICOS * (Carlos Sozzani)

En este último punto intentaremos problematizar una de las proposiciones sostenida por Norberto Galasso en su libro Seamos libres y lo demás no importa nada. Creemos necesario aclarar que entendemos que esta obra se constituye en la actualidad como la producción más completa en cuanto a los aspectos históricos de la vida del General San Martín, al sentido político de su obra, y a la vasta historiografía desarrollada en torno a su figura. No obstante compartir los conceptos generales que la sostienen, nos interesa discutir acerca de la línea de continuidad entre Mariano Moreno y José de San Martín planteada por el autor, en función de indagar en los conflictos y desencuentros producidos hacia el interior de los movimientos nacionales a lo largo de nuestra historia.

Como primera cuestión, creemos que esta continuidad trazada por Galasso entre las dos figuras, debería analizarse, por lo menos, en dos dimensiones: la ideológica y la política.

Coincidimos en líneas generales con la afinidad ideológica entre San Martín y Moreno, que tiene que ver con la influencia de las ideas liberal-revolucionarias de la Revolución Francesa de 1789 y de la española de 1808. Dice Galasso sobre San Martín: “Impactado por el movimiento de mayo de 1808, vinculado a jefes liberales como Solano y a las logias de Cádiz, San Martín se asumió como hijo de la revolución democrática y popular: francesa en 1789, española en 1808, americana en 1810.” (1) Las mismas ideas que animaron y guiaron la decidida intervención de Mariano Moreno en el proceso revolucionario.

También podemos encontrar continuidades entre la acción de San Martín en el gobierno de Mendoza y el Plan de Operaciones elaborado por Moreno. Ese Plan cuyos aspectos fundamentales Galasso sintetiza en: 1) obtención de fondos mediante la confiscación de bienes, 2) estado empresario, 3) planificación económica, 4) nacionalización de la riqueza minera y su explotación por el Estado, 5) prohibición de exportar capitales y normas restrictivas a la libre contratación con el exterior, 6) seguros nacionalizados, 7) trabas al comercio prohibiendo las importaciones suntuarias. (2) Concepciones que, a su vez, podemos enlazar con la idea de “nación en armas”: todos los recursos materiales y morales movilizados en función de la defensa nacional, a través de un Estado fuerte y activo que orienta esas energías y dirige el proceso de desarrollo.

De más está aclarar que estas ideas acerca del rol del Estado, de la protección de la industria local y de la preponderancia del interés general sobre la propiedad individual alejan a San Martín y a Moreno del liberalismo económico y el librecambismo. (3)

Sin embargo, no podemos dejar de destacar que en el plano de la acción política estas líneas de continuidad no son tan fáciles de establecer.

Para dotar de sentido a esta última afirmación quizás debamos explicarla en el marco de la Revolución de Mayo y de sus contradicciones. El proceso revolucionario se opuso fundamentalmente al absolutismo español, pero los sectores que lo impulsaron no tenían intereses ni ideas homogéneas. Diferentes sectores sociales y políticos confluyeron en el movimiento revolucionario. Contradicciones de distinto orden que irían desarrollándose, superponiéndose y reconfigurando el mapa político; contradicciones sobre las que operarían las potencias imperiales de la época (fundamentalmente Gran Bretaña).

Puede decirse que Moreno expresó a los grupos liberales revolucionarios influidos por la Revolución Francesa, el ala ideológica más radical o jacobina del movimiento. Saavedra fue el emergente del criollaje en armas, el jefe elegido por la propia tropa del Regimiento de Patricios. (4) Esta milicia fue creada como consecuencia de la primera invasión inglesa y no hizo más que institucionalizar la participación y la organización popular en la defensa militar ante la inoperancia de las autoridades reales españolas.

El enfrentamiento entre Moreno y Saavedra expresó y agudizó las contradicciones secundarias del movimiento revolucionario, y en definitiva no hizo sino debilitarlo. San Martín, por su parte, intentó permanentemente situarse por encima de estas contradicciones. Desde su accionar priorizó siempre construir las condiciones para la profundización del proceso revolucionario antes que precipitar confrontaciones que debilitaran al movimiento frente al absolutismo español.

Nuestra interpretación intenta polemizar de alguna manera con aquellas posiciones que definen el conflicto Moreno-Saavedra desde la dicotomía revolucionario-conservador, o aquellas otras que también lo explican desde los opuestos: liberal-conservador o jacobino-conservador. Todas ellas plantean la necesariedad de la confrontación entre ambos sectores, cuestión de la que nos permitimos dudar.

La historia de desencuentros entre los sectores y actores que conformaron los movimientos populares en nuestra tierra se extiende hasta nuestros días. Tanto Moreno como Saavedra expresaban aquellos factores que habían encendido la llama de la revolución: el pueblo en armas, la soberanía popular y el ideario liberal-revolucionario. San Martín probablemente haya sido el jalón que permitió conjugar estos procesos para derrotar definitivamente al absolutismo español. Sin embargo, la fractura del movimiento revolucionario significó la pérdida de la fuerza social y política necesaria para realizar la Unidad latinoamericana, la Independencia de toda potencia extranjera y la Justicia Social.

En la misma línea de desencuentros históricos, otra relación compleja y con contradicciones fue la que establecieron Perón y la organización Montoneros, fundamentalmente a partir del retorno del General a la Argentina. Intentaremos analizarla a la luz de algunas observaciones de Roberto Carri (5) en su ensayo Isidro Velázquez, formas prerrevolucionarias de la violencia.

El carácter de la relación entre Isidro Velázquez y su compañero Vicente Gauna, tratado en el último capítulo del ensayo, puede ayudarnos a comprender el vínculo entre el General Perón y Montoneros: “Por eso es Velázquez la figura principal, el que otorga un sentido político a la rebeldía individual, el que afirma una relación estrecha y duradera con las masas rurales. Pero como contrapartida es Gauna, su presencia al lado de Isidro Velázquez, quien impide a este último asumir compromiso alguno con la ‘ciudad’ y sus representantes, el que obliga a ser fiel al pueblo que lo apoya y protege.” (6)

Velázquez es, sin duda, la figura central, quien estableció el vínculo con las masas, y quien legitimó y dio sentido al accionar de Gauna. A su vez, éste, al radicalizar las formas de intervención, operó como impedimento de cualquier entendimiento con la oligarquía local. De alguna manera, la potencialidad revolucionaria está en la relación misma, no únicamente en una u otra de las partes que la conforman: “Velázquez es más peligroso desde que Gauna está junto a él. Los dos se complementan, si Gauna está es porque Velázquez quiso o dejó que se uniera a él. Gauna es el complemento necesario de Velázquez.” (7) Ese delicado equilibrio entre el líder y la organización política fue el que comenzó a romperse con la masacre de Ezeiza, luego la muerte de Rucci, para hacerse pedazos finalmente el 1° de mayo de 1974.



Notas

(1) N. Galasso, Seamos libres..., ob. cit., p. 50.
(2) N. Galasso, Mariano Moreno y la Revolución Nacional, Editorial Coyoacán, Buenos Aires, 1963, p. 52-57.
(3) Cabe mencionar que Mariano Moreno defendió la libre importación en el año 1809 mediante el documento “Representación de los hacendados y labradores del Río de la Plata”. Sin embargo un año y medio después, los efectos producidos en el interior por el comercio libre hicieron que revisara su posición. Estas opiniones fueron publicadas en La Gaceta, órgano de difusión del gobierno revolucionario.
(4) E. J. Fitte, El motín de las trenzas, Editorial Fernández Blanco, Buenos Aires, 1960, p. 46-47: “Los jefes se eligieron por aclamación, reunidos los integrantes en la Real Fortaleza, de acuerdo a la invitación del General Liniers, que los convocó democráticamente....”
(5) Roberto Carri, militante peronista y montonero, sociólogo y miembro de las Cátedras Nacionales, detenido-desaparecido el 24 de febrero de 1977.
(6) R. Carri, Isidro Velázquez, formas prerrevolucionarias de la violencia, Editorial Colihue, Buenos Aires, 2001, p. 120.
(7) R. Carri, ob. cit., p. 120.


* Este texto forma parte del trabajo “DE LOCURAS QUIJOTESCAS y el arte de la conducción en ciertos episodios inconclusos de la historia política y militar de las provincias del sur americano”, 2006.

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