viernes, 5 de octubre de 2007

Entrevista con Horacio González

Por Enrique De la Calle

Revista Evita: ¿Cuánto influirá el triunfo y sus características, en el próximo gobierno de Cristina? Se ha hablado mucho de que Kirchner asumió muy acotado por sus apenas 23% de votos.

Horacio González: Creo que Kirchner hizo grandes aperturas hacia nuevas interpretaciones de lo que se puede hacer para recrear un país justo y democrático. Comenzó percibiendo que había menos límites de los que luego fueron apareciendo, incluso en la gran región de los derechos humanos, donde la doctrina reparatoria parecía enteramente trazada. Los obstáculos presentes exigen nuevas interpretaciones respecto a lo que pude hacerse en este momento de la política mundial. Sin aceptar los trazados de los grandes poderes económicos globalizados y manteniendo la autonomía nacional, es preciso una idea de realismo crítico frente a las cristalizaciones condicionantes, y una apuesta imaginativa permanente para presentar una voz ponderada pero extremadamente firme en cuanto a mantener un latinoamericanismo avanzado, un control expandido sobre las empresas multinacionales, un nuevo resguardo social para las telecomunicaciones emancipadas de controles particularistas y una clara consigna de igualitarismo social y distribución equitativa del excedente social. La reclamada institucionalidad cualitativamente reconquistada – la justa transparencia reclamada-, debe ser un trabajo de gran refinamiento político, en gran medida articulado con todas las demás dimensiones que mencionamos. Si por un lado es necesario comprender los formidables límites que se presentan a cada paso, también es necesario saber que ellos no implican que se deba acudir a fáciles argumentos para no intentar superarlos.

RE: ¿Qué escenario propone un caudal de votos que puede ser masivo? ¿Cuál propone un triunfo con margen más estrecho?

HG: Lo más importante es que el nuevo gobierno, en el momento de presentar a la visibilidad pública sus fuerzas, su ámbito libre de decisiones y su elaboración política cotidiana, tenga en cuenta a las fuerzas sociales creativas sin concepciones “estatalistas” ni “cooptación”. Un nuevo poder público democrático debe profundizar reformas y recrear situaciones de justicia, releyendo las límites anteriores y mostrando la vocación de expandir la esfera de libertades políticas –obvio-, pero también recreando el papel del Estado, que es el de proteger la economía pública y de permitir avanzar emancipadamente a la sociedad, sin absorber sus fuerzas, sino al contrario, impulsándolas hacia la imaginación crítica, sin lastres inmediatistas.

RE: Kirchner asumió "defendiendo banderas de la generación de los '70". Cristina será su continuación. ¿Ha cumplido Kirchner con aquella palabra esbozada el 25 de mayo de 2003?

HG: Un gobierno nuevo, capaz de novedades críticas, debe enlazar con la memoria de las generaciones anteriores sin petrificarlas ni repetirlas ritualmente. Gobernar es también escribir el relato histórico e invitar a que se lo escriba sin esquematismos, bajo el hilo de la reparación y de la reflexión profunda sobre los hechos acaecidos. No hay fórmulas escritas sobre el futuro pero tampoco hay interpretaciones canónicas sobre el pasado. Todo gobierno debe ser también un ensayo cultural avanzado, estimulando la vida intelectual y no dejando sólo a los medios de comunicación de masas la tarea de interpretación de la historia.

RE: Un pensamiento "nacional y popular" sirvió durante buena parte del siglo XX para pensar una agenda de izquierda, plantear relaciones entre Estado, Pueblo y fuerzas económicas, proponer visiones sobre cómo debía ser Argentina. ¿Ese pensamiento sigue vigente en el siglo XXI? ¿O la nueva coyuntura argentina y latinoamericana, la crisis del neoliberalismo, exigen nuevos modos de pensar la realidad?

HG: Ningún encierro conceptual es útil, ni siquiera en nuestras queridas banderas nacional-populares. Ellas deben tener una voz determinante en la reinterpretación del presente, pero correrá grave riesgo la construcción común si no se saben interpretar todos los demás legados, todos los demás textos. Tomarlos no por condescendencia ni por obligación “transversalista”, sino porque hay nuevas exigencias de palabras relevantes por parte de la vida popular, y hay simultánea necesidad de vida popular en los itinerarios nuevos del discurso público. Esos recursos de la conciencia pública renovados son imprescindibles para superar el modo en que el neoliberalismo llama a poblaciones sometidas a un idea de vida en riesgo, vida disminuida y tacaña que parece dominante en las grandes metrópolis, azuzada por la retórica propia de las neoderechas, que elaboraron una compleja antropología de la seguridad y la existencia utilitaria.

RE: El neoliberalismo estalló luego de 2001. ¿Hacia dónde marcha Argentina y el Continente?

HG: Argentina tiene la enorme responsabilidad de dialogar con tanta intensidad e interés con Lula, Chávez, Evo, Bachelet y Correa, que son espacios transformadores con características nacionales propias y deficiencias que no es difícil señalar. Pero ellas no son obstáculo para ampliar las fronteras de un lenguaje común. ¿Quién dijo que iba a ser fácil? Sin perder el hilo conductor antiguo –la consideración precisa y actualizada de la revolución cubana- y la necesidad de reelaborar lenguajes de conviviencia y transformación –todavía da la impresión que no se han hecho los postreros esfuerzos mutuos para crear soluciones sobre el río Uruguay-, Argentina debe hacer relucir tradiciones latinoamericainstas reinterpretadas a la luz de la autodeterminación de los pueblos y del esfuerzo de llegar a acuerdos superiores a los conflictos puntuales y a los hábitos nacionales más petrificados.

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