jueves, 8 de marzo de 2007

DISCURSO DE CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER EN OBRAS (27 de abril de 2005)

En este mismo lugar un 26 de julio de 2002, hace poco menos de tres años, un puñado de hombres y mujeres vinimos a recordar a Eva Perón, pero además vinimos a presentarle al país un proyecto político, un proyecto de nación. Algunos titularon ese día que se lanzaba una candidatura, el país no necesitaba candidaturas, tenía tal vez demasiados candidatos, el país necesitaba un proyecto nacional, un proyecto de nación.

Y eso fue lo que ese 26 de julio, en una larga marcha que venía de mucho antes, ese puñado de hombres y mujeres, de una generación que creció en medio de dictaduras feroces y que nos hicimos hombres y mujeres en una democracia también muy maltratada por los intereses corporativos, habíamos comprendido que había un punto de inflexión en la historia, que debíamos proponerle al país una manera diferente de construir y hacer políticas, una forma que no se agotara en las tradicionales, en esa de los políticos hablando mal de los otros y bien de uno mismo.

Vinimos a contarle a los argentinos lo que allá en el sur lejano habíamos hecho, cómo habíamos enfrentado la dura adversidad, cómo habíamos conformado una realidad allá. Me acuerdo que algunos escépticos decían bueno, pero una cosa es allá en el sur, una provincia alejada, poca gente, y otra cosa es el gobierno de la Nación, como si la capacidad de gestión, como si las convicciones, como si el compromiso político fuera una cuestión demográfica y de geografía y no de profundas convicciones personales y compromiso con la sociedad y con la historia.

Y así empezamos, duramente, no transigiendo, llevando adelante lo que nosotros queríamos para un día como hoy, un 27 de abril también, de hace dos años, cuando los que desertaron porque ni siquiera tuvieron el coraje de hacerse cargo de lo que habían hecho, nos pusieron frente al deber histórico de hacernos cargo, sí, de hacernos cargo de lo que había pasado en la Argentina. Una devastación nunca conocida, el rompimiento de todo el sistema político, la desesperanza, las desigualdades más profundas que uno puede imaginarse; una Argentina, una sociedad que se sentía traicionada por sus dirigentes, abandonada por sus direcciones políticas, quebrada en la moral y en la fe.

Siempre sostuve que aquella crisis era algo más que una crisis económica o una crisis social, era una profunda crisis moral y de fe en nosotros mismos. Nos habían convencido de que nada podía salirnos bien, nos habían convencido de que nunca nos iba a ir bien, como si pesara sobre nosotros una maldición gitana o una cuestión genética. Nos habían quebrado la moral, nos habían quebrado la esperanza, que es lo más difícil de construir y con lo único que el hombre puede enfrentar la adversidad del destino.

Por eso, cuando ese 25 de mayo, en ese discurso ante la Asamblea Legislativa, plantamos las bases de lo que debería ser a nuestro criterio una gestión de gobierno, también algunos sonrieron escépticos. Cuando planteamos que era necesario en la Argentina volver a juntar legalidad con legitimidad, que era necesario volver a unir el discurso y la palabra con la acción concreta en la gestión de gobierno, porque había habido demasiada estafa, demasiada defraudación; cuando sostuvimos que unir los conceptos de legalidad y legitimidad en la acción de gobierno no era solamente una cuestión semántica sino una cuestión vital, algunos nos miraron escépticos. Cuando sostuvimos que la lucha contra la impunidad y en ese marco el respeto irrestricto a los derechos humanos eran banderas de este gobierno, algunos también miraron escépticos. Cuando sostuvimos que era necesario volver a representar a los ciudadanos, que los partidos políticos debían volver a hacer eso, representar a los ciudadanos, ser los articuladores de los intereses, sí, y hablar también sin miedo de los intereses; en la política hay intereses, en la vida cotidiana hay intereses, lo que hay que decidir es qué intereses se quieren representar y eso lo tuvimos siempre muy claro. Representar, volver a representar los intereses de los ciudadanos. La política no es una cuestión de buenos y villanos, malos y buenos, porque por supuesto el político de turno siempre se pone del lado de los buenos; no, es algo más profundo, pero también más simple, es lucha de intereses, y en esa lucha de intereses los partidos democráticos y populares deben saber qué intereses representar. Claro que no es fácil, claro que hay peligros, claro que hay presiones, pero vale la pena el ejercicio republicano de representar a los ciudadanos; vale la pena cuando uno estrecha la mano de la gente, cuando puede mirarla a los ojos, cuando la gente quiere darle un beso, un abrazo y decirle “no afloje”. Es ahí donde uno advierte que vale la pena hacerse cargo de los ideales, vale la pena hacerse cargo de las convicciones, y que volver a representar a la sociedad es en definitiva el hecho por el cual nos incorporamos a la política.

También nos dijeron “no van a poder” cuando hablamos de la dignidad nacional, de volver a representar los intereses de la Nación cuando teníamos que ir a negociar afuera los intereses de los argentinos. Nos dijeron “no van a poder”; con el Fondo no se puede, con esto tampoco se puede, y pudimos. Pero no porque seamos héroes, personalmente detesto a aquellos que se presentan a sí mismos como héroes, como los mejores de la película. No, simplemente hicimos lo que había que hacer, lo que teníamos obligación de hacer. Era nuestra obligación como ciudadanos, como argentinos, además de nuestras convicciones. Nos dijeron que no se iba a poder enfrentar a esos intereses. Y también nos dijeron que no íbamos a poder enfrentar la crisis energética, que se iba a caer..., si yo leyera o releyera todo lo que han dicho hoy deberíamos estar todos en los quintos infiernos.

No hago esto como un ejercicio de acusación, simplemente intento reflexionar acerca de las cosas que nos pasan y cómo funcionamos muchas veces como sociedad. Y lo necesario que es volver a tener confianza y fe en nosotros mismos, en que podemos hacer las cosas, con esfuerzo, con trabajo, con compromiso y también con sacrificio, pero que las podemos hacer.

Es cierto que por ahí no tenemos los modales que aconseja la diplomacia, pero les puedo asegurar que me quedo con estos modales y fundamentalmente me quedo con la forma de ejercer y presentar la defensa de los intereses de los argentinos. Esos son los modales que valen, esos son los modales que van a perdurar en la historia y en la memoria colectiva.

Se trata entonces, argentinos y argentinas, de comprender la necesidad de tener confianza en nosotros mismos. Se trata de comprender que hay una forma diferente de hacer política, que la política no es solamente hablar frente a un micrófono o estar en un set de televisión, la política es gestión junto a la gente y por la gente, por eso vale la pena hacer política, para transformar la realidad, para transformar la calidad de vida de los ciudadanos, lo demás es papel pintado. La fama, como diría aquel tango, es puro cuento, lo que importa es perdurar en la memoria colectiva por la gestión que uno hace desde el gobierno. Identificamos esto como gestión política. (Se oye una voz desde el público) De Perón, pese a que le adjudiquen la frase a Kirchner es mía, compañero, de Perón siempre me acuerdo cuando se gobierna y voto en la Cámara. Ahí me acuerdo de Perón siempre.

Es necesario entonces concebir a la política como la expresión de ideas pero al mismo tiempo concretando gestiones, hablando de lo que queremos hacer y no hablando mal del otro; hablando de lo que hicimos y lo que vamos a hacer. Siempre sostengo: cuando ustedes quieran saber qué va a hacer un político, no lo escuchen cuando habla ni lean lo que escribe, miren lo que hizo, lo que está haciendo y se van a dar cuenta lo que puede hacer. Esto, el testimonio de la conducta, junto a la convicción, junto a las ideas, es lo que debe distinguir en la construcción de la política.

Por eso digo, como aquel 26 de julio, que no se trata de candidaturas, se trata de proyectos políticos, se trata de convicciones, se trata de gestión concreta, de estas cosas. Venimos y queremos hablar con todos los argentinos.

Finalmente y con esta comprensión quiero decirles que aquellos que dicen y se asombran por allí porque el gobierno tiene el acompañamiento de la sociedad, porque la gente confía en la persona del Presidente, porque dicen que la sociedad acompaña al Presidente y que se equivoca, no han comprendido nada. No es que la sociedad acompañe este proyecto o acompañe la figura del Presidente. Es este proyecto y es este Presidente el que acompaña a la sociedad en la voluntad de vivir en un país mejor, con dignidad nacional, con orgullo de ser argentinos, con orgullo de volver a hacer política, con orgullo de representar a los ciudadanos. Por eso, con la misma fuerza de aquel 26 de julio, con las mismas convicciones de ese 25 de mayo, aquí estamos, para hacernos cargo de la historia, para hacernos cargo de las esperanzas y de la fe de una sociedad que apuesta de una vez y para siempre a un triunfo. Que no es ni el de un partido ni el de un hombre, es el de todos los argentinos. Muchas gracias.

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