viernes, 25 de abril de 2008

Otra América está en marcha (Gildo Onorato, en Revista Venezuela ahora, enero/marzo de 2008)

Nuestra América, el Pueblo que trabaja y lucha (en palabras de Martí), a casi 2 siglos de los primeros levantamientos por la emancipación, se encuentra nuevamente alzando su voz, una voz que comenzó a oírse conforme se resquebrajaba el modelo de explotación y miseria del capitalismo neoliberal. Poco a poco se convirtió en Gobierno Popular y Democrático en muchos países de la región, y, junto a las voces de los oprimidos del Mundo, transforman cada gesta de autodeterminación popular en un estruendoso grito liberador de cada conciencia nacional.

Así, vemos como siglos de nuestra historia vuelven sobre nosotros para dejar ver nuestra responsabilidad histórica, cómo herederos de una tradición que reaparece en mil formas, pero que no pierde su esencia, sus sueños y su verdad. Una tradición atada al destino de los pueblos, destino que pudo ser silenciado por momentos, pero como la verdad no puede esconderse jamás, otra vez se presenta alegre y vigorosamente bella, ésta vez para no desaparecer.

El 9 de diciembre de 2007 en la Casa Rosada Cristina Fernández expresó una sencilla pero notable definición en la presentación del Banco del Sur ante los presidentes Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Nicanor Duarte Frutos, Lula Da Silva, Evo Morales y Rafael Correa: “… En América Latina los gobiernos se parecen cada día más a sus pueblos…”

El imperialismo, después de desarticular la experiencia revolucionaria de los años 60’ y 70’, construyó un engranaje económico, político, y cultural de poder donde garantizó su supremacía tecnológica y militar a costa de la miseria de los pueblos. Esta gestión allanada por la represión, se fortaleció por la acción de los organismos internacionales, instituciones que actúan de acuerdo a los intereses de los poderosos. La caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética acentuó aún más ésta tendencia hegemónica, y los países del Este Europeo quedaron también a merced del capitalismo.

Pero la llegada y la imposición de las políticas neoliberales en América Latina no se dieron de manera natural, no se trató de una tendencia inexorable en el curso de la historia sino que se trató de la aplicación de políticas impuestas a partir de la violencia generada por la represión, el hambre y la inestabilidad social.

“El fin de la historia”, “la aldea global” y “la muerte de las ideologías” comenzó a derrumbarse a partir de la resistencia popular y con su derrumbe también comenzó a cuestionarse el proceso de apropiación y de capitalización de las empresas trasnacionales y de los países imperialistas.

La democracia formal que le daba un manto de legitimidad al neoliberalismo en amplias capas medias e intelectuales progresistas, comenzó a desbordarse por la acción de los pueblos. Alternativas populares se abrieron paso frente al agotamiento del modelo, y mediante medios instituidos por el neoliberalismo logran llegar al Gobierno para expresar enormes transformaciones de acuerdo a las necesidades nacionales.

La heroica Cuba de Fidel fue por décadas la demostración de un proyecto alternativo y popular y la resistencia de las F.A.R.C.- EP consolidando en Colombia un poder dual durante los años del auge neoliberal y de una violencia sin fin, encontraron ecos de oxigenación y también la posibilidad de replantear su forma de intervenir en la política de la región.

La experiencia Venezolana con el Comandante Chávez marcó el inicio de una nueva etapa para nuestra emancipación. La caída del ALCA, el fortalecimiento del MERCOSUR, la experiencia ALBA, el proyecto del Banco del Sur, las permanentes reformas institucionales construyendo una democracia participativa sin precedentes, la justicia social conquistada, el intercambio comercial basado en la integración política y cultural, y otras iniciativas, están consolidando un polo de poder regional que dificulta la entrada de los intereses de los yanquis y sus socios.

Pero quizás el elemento que más preocupa a los poderosos del mundo es la recuperación por parte de los gobiernos de los recursos naturales. El petróleo, el gas, la tierra, el agua dulce y otras riquezas son una enorme fuente de riqueza y representan una gran posibilidad de desarrollo autónomo.

La notable hegemonía internacional de los EEUU se encuentra en crisis, con su violencia mundial, con su belicismo permanente. Su deslegitimación internacional y unílateralismo lo transforman en el imperio más asesino de la historia de la humanidad, y mientras más aumenta su vulnerabilidad más violencia genera.

Pero Nuestra América no le responde con violencia sino con propuestas alternativas, son autónomos de su poder los nuevos engranajes institucionales constituidos en la ultima etapa, la independencia económica genera fortaleza en los gobiernos, y los pueblos son protagonistas en esta gesta, el respeto y la solidaridad con la diversidad étnica y cultural de cada nacionalidad encuentran sólidas raíces que reconstruye lo mejor de cada historia de lucha para proyectarlo en el futuro.

En el 2007 la CIA y los agentes norteamericanos intervinieron decididamente en Venezuela durante todo el proceso de la reforma constitucional, operaron generando desestabilización en Bolivia por intermedio de las élites tradicionales de la regiones ricas de la “Media Luna”, amenaza desde la triple frontera a Brasil, Paraguay y Argentina con el argumento del terrorismo internacional, pretende impedir la consolidación de Gobiernos democráticos cómo el de Ecuador y el de Nicaragua, condiciona al gobierno De Lula mediante factores de poder económico interno aliados a sus intereses, y sobre el recién asumido gobierno de Argentina generó una maniobra internacional para sembrar un manto de sospecha sobre legitimidad en el manejo de los fondos durante el proceso electoral.

Es el gobierno norteamericano el que no respeta las democracias y la autodeterminación de los pueblos porque allí donde el gobierno no le responde desconoce la voluntad popular. Pese a la enorme crisis imperial todavía no hemos logrado romper el equilibrio en el cual se basa la supremacía Norteamérica. Este equilibrio injusto empieza a chocar con una receta esgrimida por países en todo el globo para cuestionar o discutir su hegemonía.

América Latina es vanguardia en este cuestionamiento basado en la recuperación de los recursos estratégicos, el desarrollo de Fuerzas Armadas Nacionales consustanciadas con los intereses mayoritarios de sus pueblos, amplia participación popular en el rumbo elegido y un enorme respeto a los valores culturales propios de cada país. Cada unidad nacional consustanciada con los intereses de las demás constituyen el renacer de una tradición revolucionaria que toma la forma propia que su pueblo le permite y le exige, y que se expresa en nombres propios, así Evo, Chávez, Lula, Ortega, Correa, el retorno del Peronismo transformador con Kirchner , la experiencia revolucionaria de Colombia y la vigencia de Cuba constituyen el motor de una nueva historia, retomando el legado de los primeros libertadores, de San Martín y Bolívar, y de todos los que dieron su vida para llegar a esta nueva etapa en Nuestra América, llena de esperanza y alegría, pero sobre todo artífice de su victoria liberadora.

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