A partir del golpe contrarrevolucionario de setiembre de 1955, la lucha de la clase obrera argentina ha estado jalonada por una serie de momentos culminantes, que determinaron cambios sustanciales en la continuidad de su accionar político.
Cada uno de ellos fue marcando, al mismo tiempo que la irreductible voluntad popular de no aceptar pasivamente la estabilización del sistema bugués-imperialista en crisis, el ascenso permanente de la conciencia de sus finalidades históricas por parte de los trabajadores y, de ese modo, la irreversibilidad de nuestro proceso de liberación nacional y social, pese a las condiciones adversas generadas por la restauración oligárquica en el transcurso de los últimos 18 años.
El carácter masivo del repudio peronista a la dictadura de los monopolios, expresado en las urnas el 11 de marzo de 1973, hizo de esta fecha uno de esos momentos; sus consecuencias pueden constituir, a partir del 25 de mayo el inicio de un nuevo período de aceleración y profundización de aquel proceso, incalculable en sus alcances. Pero si ese acto de repudio fue posible, y con él la esperanza actual en que una nueva y superior etapa llegue a consolidarse, no se debió al repentino descubrimiento, por parte de los generales de la entrega, de una insospechada vocación de respeto a las mayorías populares ni mucho menos a una espontánea intención de abandonar las palancas del poder que ejercen representando al imperialismo y sus socios nativos.
En efecto, las elecciones del 11 de marzo expresan el fracaso rotundo del régimen militar instaurado en 1966, con su política de saqueo imperialista de las riquezas nacionales, superexplotación del trabajo y hambreamiento para los sectores populares. Y la razón fundamental de ese fracaso está en la resistencia activa y sin cuartel de los trabajadores argentinos a lo largo de estos últimos años, impidiendo la imposición de una "paz social" fundada en la prepotencia de las bayonetas, que garantizara sin sobresaltos la rentabilidad expoliadora de las inversiones monopolistas internacionales.
Estas elecciones fueron, pues, una conquista de los trabajadores, arrancada a la dictadura militar en la persistencia de una lucha sangrienta y sacrificada, que forzó a ésta a buscar una salida perpetuadora del sistema en la negociación con los sectores claudicantes y traidores del propio Movimiento Nacional. Y fue esa persistencia de la lucha lo que permitió a la conducción estratégica del general Perón ir desmontando una a una todas las trampas tendidas por el régimen, en colaboración con esos sectores claudicantes, hasta enredar al continuismo en su propio juego tramposo, hacer irreversible el proceso electoral y posibilitar la expresión masiva del repudio popular pese al carácter fraudulento y condicionado de dicho proceso.
La presente recopilación de algunas declaraciones y artículos es un testimonio vivo de esa lucha de los trabajadores argentinos, escrito día a día, al calor de la batalla, durante los últimos decisivos 5 años. En sus páginas están presentes, explícita o implícitamente, todos los héroes y mártires que pagaron con su vida, la tortura o la cárcel el derecho a pelear por la libertad y la dignidad humana. Están también aquellos momentos culminantes que jalonaron esa lucha. Es más, dichas páginas comenzaron a escribirse en uno de esos momentos: como consecuencia del Congreso Normalizador de la CGT Amado Olmos, reunido del 28 al 30 de marzo de 1968.
Inmediatamente después de la restauración oligárquica del 55, la militancia obrera peronista, lejos de resignarse ante la derrota momentánea, inicia una larga lucha por la recuperación popular del poder. Masacres y fusilamientos, tortura y prisiones, serán las respuestas sistemáticas del régimen vendepatria. Cambiarán los hombres y los ropajes —"constitucionales" o "de facto"—, pero no cambiarán sus métodos represivos ni la esencia reaccionaria, burguesa, dependiente y proimperialista que lo caracterizan.
Sin embargo, la represión no será su única respuesta. Habrá también otra más sutil y efectiva: la corrupción y el soborno, directos o indirectos, de las direcciones sindicales. Muchos dirigentes entrarán en el juego, transformándose en burócratas y traicionando a su clase. Para quienes permanezcan fieles a ella y para el resto de la militancia revolucionaria peronista la lucha se planteará en el futuro en un doble frente: contra el régimen y contra la burocracia sindical y política del Movimiento, objetivamente aliados en la defensa de sus bastardos intereses coincidentes.
Sobre la base de esa lucha y respondiendo a la voluntad crecientemente combativa de los trabajadores, la tendencia revolucionaria del peronismo obrero consigue desplazar a los burócratas traidores en el mencionado Congreso Normalizador. Estos, con el apoyo gubernamental, desconocen el Congreso y dividen al movimiento obrero. Nace así la CGT de los Argentinos y con ella comienzan a escribirse a través de su periódico las páginas de esta recopilación.
Desde el "Mensaje a los Trabajadores y el Pueblo", el 1º de mayo de 1968, pasando por la descripción de las luchas que durante todo ese año y el siguiente encabeza la CGT de los Argentinos y que van preparando el clima de rebelión que desemboca en el "Cordobazo" (otro momento culminante del proceso), hasta el paso de ésta a la clandestinidad, el encarcelamiento de sus militantes, la descripción de las luchas obreras posteriores —tomas de fábricas, insurrecciones populares a lo largo y ancho del país, consolidación de las organizaciones armadas, etc.—, en fin, todo lo que fue determinando el fracaso del régimen militar, se expresa en esas páginas como persistencia inalterable de una lúcida conciencia revolucionaria y una insobornable conducta al servicio de los trabajadores, algunas de cuyas manifestaciones se hace necesario destacar. Y no ya por lo que significaron en su momento como prueba de la madurez de conciencia de la clase obrera argentina, sino, principalmente, por la significación que adquieren ante la futura lucha que se avecina. Puede decirse que dichas manifestaciones de los sectores revolucionarios del peronismo obrero expresados en los últimos 5 años por la CGT de los Argentinos, prefiguran el carácter de la lucha en la nueva etapa que se abre el 25 de mayo de 1973.
Destaco en primer término el lúcido reconocimiento de que nuestra lucha de liberación nacional contra el imperialismo es inseparable de la lucha de clases, ya que éste ejerce su dominio expoliador a través de sus socios subordinados: la gran burguesía nativa y un ejército supuestamente nacional, pero, en los hechos, mero brazo armado de esa burguesía y los monopolios internacionales.
Siendo la lucha de liberación nacional una lucha de clases, sólo a los trabajadores unidos y organizados corresponde la dirección hegemónica del proceso, que no podrá por lo tanto detenerse en la simple expulsión de los monopolios imperialistas, sino que implica también el desplazar simultáneamente del poder a todos los sectores de la burguesía nativa —esencialmente dependiente— destruyendo el sistema capitalista e iniciando la construcción del socialismo en nuestra Patria.
Las páginas de esta recopilación son terminantes al respecto. En ellas puede leerse: "La clase trabajadora argentina no reprueba una forma determinada del capitalismo, las cuestiona a todas". Y más adelante: "La clase tabajadora tiene como misión histórica la destrucción hasta sus cimientos del sistema capitalista de producción y distribución de bienes". Y para precisar el contenido específico de este cuestionamiento del sistema capitalista, como así también del socialismo que se intenta construir: "La historia del movimiento obrero, nuestra situación concreta como clase y la situación del país nos llevan a cuestionar el fundamento mismo de esta sociedad: la compraventa del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción". Está claro, entonces, que, mal que les pese a los burócratas reformistas y a los políticos del nacionalismo burgués, para el peronismo obrero verdaderamente nacionalista y revolucionario la lucha de liberación nacional se identifica en un mismo proyecto histórico con la lucha de liberación social de los trabajadores, la destrucción del sistema capitalista y la construcción de una patria socialista.
Cabe señalar, además, el carácter eminentemente político revolucionario y, por lo tanto, antiburocrático, que imprimió a su accionar la CGT de los Argentinos desde sus orígenes: "El movimiento obrero no es un edificio ni cien edificios; no es una personería ni cien personerías; no es un sello de goma ni es un comité; no es una comisión delegada ni es un secretariado. El movimiento obrero es la voluntad organizada del pueblo y como tal no se puede clausurar ni intervenir".
Concretamente, la lucha sindical adquiere real sentido revolucionario tan sólo si se la considera como un aspecto de la lucha política contra el imperialismo y el sistema capitalista. De ese modo, toda argumentación tendiente a justificar la inactividad política o la conciliación con el sistema en aras de preservar una supuesta defensa sindical de los trabajadores, demuestra su verdadero carácter reformista; mera argucia de burócratas amarillos cómodamente instalados en dicho sistema. Frente a ella la CGT de los Argentinos afirma: "Preferimos honra sin sindicatos que sindicatos sin honra". Así: "La lucha por mejores condiciones de vida es inseparable de la lucha por el poder". Y esa lucha por el poder es para el movimiento obrero el factor fundamental al cual todos los otros deben estar subordinados.
Es de destacar también la constante desmistificación de la violencia, realizada por la CGT de los Argentinos desde su periódico y en los hechos, como asimismo de las consignas de unidad y organización. En el primer caso señalando a la violencia como algo inherente a toda sociedad estratificada en clases opresoras y clases oprimidas, distinguiendo además de la violencia represiva del régimen, la violencia de la explotación cotidiana que el sistema impone a los trabajadores, y contraponiendo a esa violencia reaccionaria la necesidad de ejercer por parte de éstos todas las formas de violencia revolucionaria, como único camino capaz de conducir a su liberación.
En el segundo caso afirmando que no puede haber unidad con los enemigos del pueblo ni con los traidores a la clase obrera; que la única unidad posible y deseable sólo puede darse en la lucha constante y efectiva contra el sistema; que sólo de esa lucha puede surgir una auténtica organización revolucionaria de la clase obrera peronista; y que esa organización no habrá de resultar de la aplicación mecánica, hecha desde arriba, de modelos abstractos, sino de la experiencia concreta y viva de las bases, templadas en la diaria pelea.
Retengamos todas estas manifestaciones pues insisto en que ellas constituyen ejes esenciales en torno a los cuales girará la batalla en la próxima etapa que se inicia el 25 de mayo.
A no ser que los sectores más gorilas de las fuerzas armadas, desesperados en su odio de clase, intenten exitosamente impedirlo, todo hace suponer que el 25 de mayo el peronismo accederá nuevamente al aparato del gobierno después de 18 años de proscripción y lucha popular. Se cumplirá así uno de los objetivos de esa larga lucha, sacrificada y sangrienta. Sin embargo, el saldo que ella dejó trasciende ampliamente los límites de ese objetivo. La experiencia de la derrota del 55 y la adversidad de la lucha posterior fueron templando en la militancia obrera peronista una conciencia revolucionaria de la cual las páginas de esta recopilación son un ejemplo. Y es precisamente esa conciencia obrera de los fines perseguidos y de cómo llegar a ellos lo que modifica totalmente el cuadro en el cual deberá el peronismo ejercer nuevamente el gobierno.
Está claro que ya no podrá reeditarse la misma experiencia que llevó a la derrota del 55. Está claro que no bastará con el control del aparato gubernamental burgués, pues ese control será siempre necesariamente condicionado y neutralizado por todos los reaseguros para el sistema, derivados del propio carácter burgués del aparato estatal. Está claro, entonces, que lo único que puede garantizar el desarrollo y cumplimiento de nuestra lucha de liberación no es ya el control —obligadamente relativizado— del gobierno, sino el poder real y efectivo de los trabajadores organizados, como punto de arranque hacia la construcción de un socialismo nacional de proyección latinoamericana. Ello implica necesariamente el desmantelamiento de la vieja maquinaria gubernamental burguesa y su reemplazo por otra, en la cual ese poder de los trabajadores y el pueblo pueda realizarse en forma directa, pasando éstos a ser los verdaderos constructores de su propio destino. Tal es la perspectiva de lucha que se abre en esta nueva etapa al peronismo revolucionario y a la que podemos caracterizar como de lucha abierta y definitiva contra todo tipo de reformismo. Revolución o reformismo, constituye el dilema fundamental que deberán resolver los trabajadores argentinos, y de que se imponga uno u otro depende la realización o frustración de nuestra liberación nacional y social en el corto o mediano plazo.
Esta opción, sin embargo, no es enteramente nueva. El nacimiento mismo de la CGT de los Argentinos está signado por ella, y las batallas contra la conciliación de clases, el burocratismo sindical y político, el "desarrollismo" económico de los sectores burgueses del movimiento, etc., junto con las pautas ideológicas que señalé más arriba, así lo prueban a lo largo de toda su trayectoria. Simplemente sucede que con el acceso del peronismo al gobierno, las contradicciones de clase que éste lleva en su seno adquieren una dimensión realmente nacional. Y con ello la opción entre revolución o reformismo se transforma en la opción política fundamental en el país.
Sintetizando, las elecciones fraudulentas y condicionadas del 11 de marzo no son una panacea ni garantizan por sí mismas una profundización del proceso de liberación de nuestro pueblo. Pero el aplastante triunfo peronista hace que se inserten como momento táctico de gran importancia dentro de la estrategia de guerra revolucionaria integral por la construcción del socialismo, que impulsan los sectores revolucionarios del peronismo.
Se abren así nuevas perspectivas de lucha que pueden permitir el paso de la etapa de resistencia al régimen militar vendepatria a una ofensiva creciente y definitiva contra el sistema burgués-imperialista. Pero el acceso del peronismo al gobierno no significa todavía la derrota del sistema, ya que éste tiene sus representantes en las propias filas y puestos directivos del Movimiento; simplemente polariza las opciones fundamentales y clarifica la lucha. Las clases dominantes no abandonan pacíficamente la escena política; mucho menos si detrás de ellas se encuentran intereses de tal magnitud como son los del capital financiero internacional capitaneado por el imperialismo yanqui.
La derrota definitiva del sistema implica, pues, la construcción de un ejército del pueblo, el ejército peronista, capaz de oponerse y derrotar al ejército del sistema. Implica también la organización revolucionaria de la clase obrera peronista, como dirección natural de ese ejército y de todo el proceso. Y ello es inalcanzable sin el desplazamiento simultáneo de los burócratas conciliadores, sindicales y políticos, que pululan en puestos directivos del Movimiento. La lucha por concretar este proceso se inserta en lo que el Gral. Perón definió como "etapa de derrota y persecución del enemigo". Dicha etapa no será aún la etapa de construcción del socialismo pero por la índole de las tareas que deberá encarar la militancia, éste ya debe estar presente y clarificado en ella como objetivo, e, incluso, en parcial ejecución. La responsabilidad mayor de dicho proceso corre por cuenta del peronismo obrero revolucionario, en la organización y movilización permanente de las bases, como única garantía de su cumplimiento.
Los postulados y las acciones de la CGT de los Argentinos en su breve y fecunda historia prefiguraron cualitativamente las características de la lucha futura. La nueva etapa implicará un aumento cuantitativo y una profundización y enriquecimiento de esos postulados y acciones. Se cumplirá así con la mayor aspiración de los trabajadores argentinos: "CON PERÓN Y ELPUEBLO AL PODER -POR LA CONSTRUCCIÓN DE UNA PATRIA JUSTA, LIBRE Y SOBERANA -LA PATRIA SOCIALISTA". La ruta que conduce a ella se encuentra en la verdad fundamental de aquella consigna que dice: "SOLO EL PUEBLO SALVARÁ AL PUEBLO".
No hay comentarios:
Publicar un comentario