El 2 de abril se conmemora la iniciación de una guerra de un país dependiente, la República Argentina, contra el ejército mercenario de un imperio, Inglaterra, que invadió y que ocupa actualmente y de forma ilegítima desde el año 1833, un territorio que es y seguirá siendo nacional: el archipiélago de las Islas Malvinas, su mar adyacente y la plataforma submarina son argentinas. De la mano del imperio del norte se derramó sangre criolla por una causa que, salvando las diferencias que podemos poseer sobre los errores[2], la falta de preparación, el primitivismo político o los dudosos intereses de la Junta Militar que la condujo, era y continúa siendo una causa nacional: la defensa de la soberanía y la integridad política, territorial y espiritual del país. Este punto de partida no debe ser negociado: la sangre derramada de los jóvenes argentinos que murieron defendiendo el país de la agresión del imperio británico seguirá siendo una espina clavada en lo profundo del ser nacional. La causa de Malvinas y la de sus héroes combatientes, no debe ser claudicada políticamente, ni olvidada por la cultura del pueblo argentino y latinoamericano y por el conjunto de las naciones del Tercer Mundo que a lo largo de su historia enfrentaron a un imperio.
La actitud agresiva y expansionista de los imperios ya había sido denunciada por el general Perón cuando, en la apertura de la Cátedra de Defensa Nacional de la Universidad Nacional de La Plata en el año 1944, había establecido que en el planeta existían dos tipos de naciones, las “satisfechas” y las “insatisfechas”. Las primeras, ante la carencia de un bien, no dudarían de ocupar y oprimir a las otras naciones: la historia del hombre es la historia de los pueblos por liberarse de la opresión colonial y semicolonial. Detrás de la mencionada ambición material, en el año 1806 el imperio británico inició una ocupación del Virreinato que fue resistida por criollos y españoles, improvisando y dando nacimiento al ejército argentino, pueblo en armas que 176 años después enfrentó nuevamente al ocupante imperial. El desembarco en el Puerto Soledad en el año 1833 y la ocupación efectiva de las islas en 1867 durante el gobierno liberal de Mitre que estaba “ocupado” en la vergonzosa Guerra del Paraguay, le dio al imperio británico una base y un puerto naval para movilizar materiales y hombres en su política colonial sobre Australia y Asia.[3] Asimismo, le permitió al pirata exportador de manufacturas industriales y de las corrientes intelectuales de la economía política liberal, obtener una posición estratégica para el control de los mares y los recursos naturales del sur del planeta. De aquella usurpación que fue denunciada por Manuel Moreno durante el gobierno de Rosas a la actualidad, hay cuestiones que han cambiado y otras que permanecen invariables: el hurto ilegítimo y la ambición material que supone la ocupación siguen siendo las mismas. Ha variado y parcialmente, acompañando los avances científicos y productivos del capitalismo, el recurso que ambiciona el imperio: la explotación de petróleo de la plataforma submarina y la obtención de recursos marítimos con fines alimenticios[4], desatascándose el Krill. Estos son los motivos fundamentales de la ocupación de nuestro suelo. Demás está decir que, la ubicación de las islas le sigue permitiendo a Inglaterra y a la OTAN contar con un paso entre dos océanos de un valor “geopolítico” de suma importancia en el Atlántico Sur.
Es posible afirmar entonces que, la guerra iniciada en 1982, más allá de la opinión que tengamos de la conducción militar en manos de la dictadura, nos dejó varias enseñanzas. La primera, cuyo origen se remonta al año 1806 y a las luchas de la independencia, supone la afirmación de que existe un fuerte contraste entre la predisposición del pueblo postergado a la lucha contra el imperio en relación a los “doctores”, que guerra mediante, siguieron comerciando con los agresores: mientras los soldados morían en combate en el buque General Belgrano, el Ministro de Economía argentino y docente de la Universidad de Buenos Aires, Dr. Alemann, honraba la deuda externa y hacía lobby de las empresas europeas destruyendo la industria nacional. En los fríos suelos del sur se combatía a muerte y en los cómodos gabinetes de los doctores de la escuela de Rivadavia, de Mitre o de Martínez de Hoz, se implementaba un programa de entrega de la industria nacional y de saqueo sobre los trabajadores desparramados en las costas malvinenses. Perdimos la guerra militarmente pero, lo que es peor aún, fuimos derrotados políticamente y culturalmente por los operadores políticos “internos” del poder imperial que actúan en gobiernos democráticos o militares sin hacer distinciones.
Otra de las enseñanzas que nos legó la guerra tiene que ver con el comportamiento de las distintas naciones. En este sentido, fue notoria la asimetría en la actuación de las potencias centrales en relación a las naciones latinoamericanas, con la triste excepción de Chile que apoyó a los ingleses. Mientras encontramos un apoyo solidario y un ofrecimiento militar, por ejemplo, de parte de Cuba o de Perú, los países “desarrollados” cerraron acuerdos para enfrentar a la Argentina: Francia votó en contra del país en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, junto a Estados Unidos e Inglaterra y tanto URSS como China se “abstuvieron” de apoyar a nuestro país. El sueño de Leopoldo Galtieri de contar con el apoyo norteamericano en la guerra por sus favores en la lucha contra la revolución nicaragüense, como no podía ser de otra manera no se cumplió: las naciones colonialistas acordaron enfrentar de forma conjunta a nuestro país. En este marco y mientras el Ministro de Economía Alemann hacía oídos sordos a las solicitudes de varios sectores del país de confiscar empresas y bancos ingleses o de implementar medidas de suspensión de tráfico marítimo y comercial con Europa, las naciones imperialistas a través de la Comunidad Económica Europea declaraban un feroz bloqueo a la Argentina. El pueblo iba a la guerra y los doctores mantenían la paz económica y la entrega del país a las empresas del agresor y sus aliados. Es necesario recordarlo: sólo la unidad del Tercer Mundo y de Latinoamérica cortará las cadenas de opresión sobre nuestras naciones que ejercen Europa y Norteamérica.
La derrota en manos de ejército enemigo conducido por el gobierno de Margaret Tatcher, fue anunciada por el Gral. Menéndez que se rindió ante los militares británicos. Todos los argentinos conocieron la noticia de la derrota de la gesta de combatientes argentinos contra los soldados de un imperio usurpador. Lamentablemente, pocos de estos ciudadanos percibieron que el enemigo no estaba solamente en Malvinas: tras la salida de Galtieri, ingresó a la presidencia Reynaldo Bignone y de su mano, Domingo Felipe Cavallo fue nombrado presidente del Banco Central, en cuya gestión se transfirió al Estado nacional 15.000 millones de dólares de deuda externa privada[5]. Aquel precepto que establece que la guerra no se da exclusivamente en el campo de batalla sino que, termina de resolverse a través de la política y de la economía, adquirió ribetes dramáticos en nuestro país. Los argentinos abandonamos Malvinas, los ingleses y los norteamericanos con sus bancos y grandes empresas siguen en la Argentina.
Los combatientes regresaron a la patria por la puerta trasera, sin laureles y sin pueblo que los recibiera y muchos de ellos terminaron en el suicidio. Tras décadas de movilización y luchas, los ex combatientes consiguieron recién en la década de 1990 un modesto subsidio del Estado, que durante la gestión presidencial anterior fue elevado a la cifra del equivalente de tres jubilaciones mínimas. El resarcimiento económico es importante pero, es únicamente una parte del asunto para aquellos argentinos que esperan el reconocimiento de su país por haber jugado su vida enfrentando a un imperio.
Mientras tanto y paradójicamente, los “doctores liberales” operadores del interés extranjero, fueron y siguen siendo admiradores del pensamiento y la acción del liberalismo británico y ocupan lugares importantes de los gobiernos democráticos, las universidades y la prensa “independiente”.
Por eso en este nuevo aniversario decimos:
-La derrota militar de Malvinas fue acompañada por una derrota política y cultural que profundizó la destrucción de la industria del país y que favoreció la ocupación de tierra argentina por empresas e intereses ingleses y norteamericanos, conjuntamente con la desaparición y muerte de miles de luchadores sociales;
-La recuperación de Malvinas necesita como paso previo, reconstruir la conciencia nacional, ya que ninguna semicolonia “espiritual” puede ser libre políticamente;
-Sólo la unidad de los pueblos del sur nos permitirá sostener nuestro derecho integral a la independencia económica y a la soberanía política;
LA RECUPERACIÓN DE MALVINAS SIGUE SIENDO UNA CAUSA EMANCIPADORA CONTRA UN ENCLAVE COLONIAL EN EL SUELO AMERICANO
[1] Editor del blog http://sociologia-tercermundo.blogspot.com/
[2]El En el Informe Rattenbach se realiza un estudio sobre el inicio, desarrollo y finalización de la guerra: http://www.cescem.org.ar/informe_rattenbach/home.html
[3] Ramos, Jorge Abelardo, “1981: en defensa de las Malvinas solicito a la Corte medidas cautelares” en Adiós al Coronel, Mar Dulce, noviembre de 1982, p. 181.
[4] Guglianmelli, Juan Enrique, “¿Las negociaciones por Las Malvinas en una nueva etapa?”, Revista Estrategia, Nº 43/44, enero-febrero de 1977. Pensar con Estrategia, Colección Pensamiento Nacional de la Universidad nacional de Lanús (UNLA), Remedios de Escalada, Buenos Aires, 2007, pp 321- 331.
[5] Galasso, Norberto, La Dictadura Procesista (1976-1983), Cuadernos para otra historia, Centro Cultural Santos Discépolo, Buenos Aires, 2005. p. 35.
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