viernes, 31 de agosto de 2007

América del Sur: un desatino y un destino. De los estados-ciudad al Estado Continental Industrial (Alberto Methol Ferré)

Lo que voy a hacer hoy va a ser un retomar algunas ideas de un argentino que ustedes y yo estimamos mucho, y que pienso no han sido desarrolladas nunca suficientemente en la Argentina. Me refiero a las ideas de Perón, que repitió en varias oportunidades, respecto a tres etapas históricas fundamentales: los "estados-nación", los "estados continentales" y finalmente el horizonte último, un "estado mundial".

Ése era para Perón el marco básico de los siglos XX, XXI y quizás del XXII. Él sostenía que ahora estábamos en el pasaje de los Estados-Nación a los Estados Continentales, y que eso era la política mundial hoy; luego vendría el pasaje de los Estados Continentales al Estado Mundial. Entonces, reflexionando sobre ese acontecer, decía aquello de "el año 2000 nos va a encontrar unidos -o sea, con un estado continental- o dominados", porque en su pensamiento estaba que aquellas naciones que no lograran conformar un "estado continental" iban a desaparecer como centros de autonomía. Pienso que la historia hoy nos muestra que estamos en la batalla fundamental para el gozne entre la nación, las "nacioncitas" de América del Sur, y el estado continental de América del Sur.

¿Cómo y cuál es la realidad hoy, de los estados-nación? Está el órgano mundial de las Naciones Unidas, y la idea del estado-nación es la idea que se usa para todos los acontecimientos que hoy acaecen en la historia. El conjunto de todas las sociedades públicas se llama Naciones Unidas. Hay, según parece, 194 estados-nación en las Naciones Unidas.

En esas 194 está la China, el Uruguay, el Paraguay, los Estados Unidos, están las islas de Jamaica o Madagascar... Hay la multiplicidad más enorme de dimensiones y situaciones, para las que se usa el mismo concepto de "estado-nación". Entonces es indispensable hacer un discernimiento mínimo de ciertos tipos básicos de naciones.

En esos varios tipos de naciones podemos discernir, en el arranque, en el proceso de la historia, cuales fueron los Estados-Nación que se convirtieron en ejemplares en el mundo. ¿Cúales son? Fue en el centro mundial europeo, en el momento en que Europa era el centro unificador del mundo, y que comenzaba la revolución industrial, que apareció el primer estado nación arquetípico que fue Inglaterra, Gran Bretaña. Al iniciarse el siglo XIX, o sea en el momento de las luchas por la Independencia, emergía el primer gran estado-nación industrial del mundo, que iba a ser el poder hegemónico y paradigma de la modernidad. El segundo estado que se convierte en estado-nación industrial, en la primera mitad del siglo XIX, es Francia. Inglaterra y Francia se convierten así en los modelos del estado-nación industrial emergente. Por eso el primer gran economista de la sociedad industrial va a ser un inglés, David Ricardo, con su célebre obra “Principios de Economía Política” de 1817 -en plena lucha de nuestra emancipación-, y la primera reflexión orgánica sobre una sociedad industrial va a ser de un francés, Claudio de Saint-Simón, en su obra “El sistema industrial” de 1821. Ricardo y Saint-Simón, entonces, son el comienzo de un nuevo tipo de pensamiento, sobre un nuevo tipo de sociedad emergente y protagonista en el mundo. Los que no fueran estados-nación industriales iban a ser el coro de la historia, los comentadores de la historia, los receptores de la historia hecha por otros.

Eso, en la primera mitad del siglo XIX. Durante la segunda mitad se da la gran lucha alemana e italiana por la "unidad nacional". Para generar un gran estado industrial, Bismarck va a culminar la unidad alemana que había sido aprontada por el Zollverein, la unión aduanera entre los micro estados alemanes. Esa unidad permite el gran salto industrial de Alemania, que al término de la era de Bismarck se ha convertido en la primera sociedad industrial de Europa, mayor que la inglesa. Y en Italia, en forma menor, los industriales del norte, de Milán, de Turín, del Piamonte, generan la unidad italiana para ampliar su mercado y poder irrumpir en la lógica de los Estados que podían llegar a ser protagonistas de la historia. Luego viene, a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, un quinto Estado, esta vez en Asia. Es la irrupción novedosa de Japón, que inicia en el Asia el primer gran estado-nación industrial. Es un acontecimiento insólito en la época.

Hay, pues, cinco grandes estados-nación industriales que irrumpen en el siglo XIX como los dinamizadores. Estos cinco estados forman parte hoy del Club de los Siete. O sea que entre los siete países más ricos del mundo, más industriales del mundo, están los cinco que entraron al nivel de estado-nación industrial en el siglo XIX: Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Japón.

Pero hete aquí que en ese mismo siglo va a ir apareciendo un nuevo Estado al margen del centro mundial de poder. Ese estado al margen del centro es un estado de dimensión continental, lograda a través de una capacidad expansiva insólita, que durante el siglo XIX hace su expansión hacia el oeste: los Estados Unidos de Norte América. Con esa expansión, y con la victoria del norte industrial sobre el sur esclavista y agrario, a partir de 1865 se empieza a engendrar un nuevo, y gigantesco, estado-nación industrial. Que llega de océano a océano, porque ocupa gran parte de México: Texas, Nuevo México, California. Y ahí aparece la visión de Ratzel.

Federico Ratzel es un antropólogo alemán y el fundador intelectual de la geopolítica alemana. A Ratzel lo envían a Estados Unidos en la década de 1870, o sea en pleno despegue industrial de los Estados Unidos, y fruto de su viaje escribe, en 1880, "Los Estados Unidos de Norteamérica". Ratzel se siente allí como Liliput en el país de los Gigantes. Por ejemplo, él admiraba la eficacia de los ferrocarriles alemanes, y se encuentra que los Estados Unidos están atravesados por tres o cuatro líneas transcontinentales que van del Océano Atlántico al Océano Pacífico; y unas locomotoras que eran dos o tres veces más potentes que las locomotoras alemanas, porque para atravesar el continente entero en forma rentable la locomotora tenía que arrastrar muchos más vagones. Entonces ve todo lo europeo pero en proporciones gigantescas. Nacen los rascacielos, cuantitativamente todo adquiere dimensiones fantásticas. Ratzel es impactado hondamente por esta realidad.

Estados Unidos culmina el ciclo interno de su industrialización al completar su marcha hacia el oeste, alrededor de 1890. Ha cumplido la etapa de colonización interna sin incomodar a ninguna potencia, ya que todas estaban por entonces en Europa. La única víctima había sido México. Entonces ese nuevo actor, en las márgenes del centro de poder mundial, llega a los dos océanos y comienza, con el Almirante Mahan, con Theodore Roosevelt, el primer Roosevelt, la priorización del Océano. Tomar relación con el océano es tomar relación con el mundo. "Pensar el océano" es "pensar el mundo", porque casi las tres cuartas partes de la tierra son la masa marítima oceánica. De manera que los cowboys empezaron a transformarse en marines; o sea, a tener preocupaciones mundiales.

Los primeros que expresan ese cambio, Mahan, Roosevelt, Henry Cabot Lodge y otros, son llamados -porque es el término que se populariza en la época- "imperialistas". Porque miraban el mundo por primera vez, eran yankees que miraban el conjunto del mundo; antes no había ocurrido; antes era el asunto del Far West, una marcha interna. Ahora empieza la externa. Esa es la razón del conflicto con España, en Cuba y Filipinas, es la razón de la creación de Panamá, para la construcción del canal. Porque de ese modo Estados Unidos supera el problema de la comunicación marítima de sus dos litorales. El canal de Panamá le permite una comunicación inmediata y la posibilidad de tener la máxima presencia tanto en uno como en otro océano. Por ello también sobreviene la anexión, en el mismo año de la Guerra de Cuba, 1898, de Hawaii. Hawaii había sido invitada a la primera Conferencia Interamericana de 1898, cuando era independiente, pero en el año 1898 la anexan como camino a Oriente y camino a las Filipinas, que va a ser su base estratégica entre el sudeste asiático, frente a la China y el Japón, en el corazón del Extremo Oriente.

Todo ese proceso llama finalmente la atención de Europa, y Ratzel escribe sobre esto, que es decir sobre el mundo, sobre la geopolítica mundial. En esencia, Ratzel dice: la era de los estados-nación industriales, que ha sido el siglo XIX, ha sido derogada sustancialmente, porque de ahora en adelante, el siglo XX, va a ser la "era de los Estados Continentales Industriales".

De ahí le viene a Perón esa idea, que paradójicamente ningún argentino se ocupó en saber de dónde venía y por qué venía. Era un rótulo, pero no pensamiento, para la mayoría de sus propios compatriotas. Entonces Ratzel llega a la conclusión de que Europa está "liquidada", porque Alemania no puede enfrentar a Estados Unidos, Inglaterra tampoco, Francia tampoco. ¡Son paisitos! Estados Unidos implica varias Alemanias, Francias, Inglaterras. ¡Ninguno puede con la escala de Estados Unidos!

Se terminó el poder de Europa, se terminó Europa. Lo dice Federico Ratzel, que murió en 1904 y que advierte entonces: si Europa no se une y forma un nuevo Estado Continental, no va a tener ningún protagonismo más en la historia. Va a tener la ilusión, conservará la ilusión de que es todavía protagonista, pero en esencia hay otro que ya es más que ella entera. Y se interroga más: ¿Quién podrá hacerle frente a este poder continental que abre la era de los estados continentales? Si Europa se une y forma una Unión Europea, en una de esas puede. Pero hay que inventar un nuevo tipo de nación; si no, es la muerte. Y percibe que puede aparecer otro competidor: Rusia.

Rusia había comenzado, en la década de 1890 su despegue industrial, en algunas zonas básicas. Se mantenía igualmente como un gigantesco mundo campesino, pero al comenzar la Primera Guerra Mundial el producto industrial de Rusia era levemente mayor que el de Francia. Eso no se percibía con facilidad debido al gigantesco mundo campesino que envolvía esos núcleos industriales, y por ello parecía mucho más atrasada de lo que estaba. Y Ratzel concluye que si Rusia lograba mantener una industrialización acelerada, y unificaba las múltiples etnias que integraban el Imperio, entonces podía constituirse en el único poder continental capaz de enfrentar a los Estados Unidos de Norte América. Cuando dijo todo esto, anunció la lógica de la historia del siglo XX que hemos vivido todos nosotros. La anunció al comenzar el siglo. Los Estados Unidos, que para Ratzel eran ya el poder máximo, pero virtual aún, a principios del siglo XX, iban a lograr fructificar esa virtualidad de primer estado continental industrial, recién en la Segunda Guerra Mundial. Tardaron cincuenta años en hacer público y notorio, ante el mundo entero, que eran el máximo poder mundial.

En ese mismo instante del novecientos aparece la primera generación en América Latina que empieza a repensar la unidad continental. Es la generación de José Enrique Rodó, de Manuel Ugarte, de Rufino Blanco Fombona, de Francisco García Calderón, de la que luego derivarán Perón y otros. Estos del 1900, sin la percepción orgánica y sistemática de Ratzel, vieron lo mismo. O sea, advirtieron la emergencia del poder de los Estados Unidos, que se hace visible en la guerra de Cuba de 1898, y dijeron: Estados Unidos es el nuevo paradigma del poder. O los enanitos que nos hemos repartido en la crisis del Imperio Español hacemos la Patria Grande unificada, o estamos fritos. Es decir, no con la nitidez de Ratzel, con el armazón intelectual de Ratzel, pero los latinoamericanos del 900 sienten y perciben lo mismo: que las patrias chicas y enanas del sur no iban a ser nada si no se unían. Y entonces afirman que tenemos que pasar de los "Estados Desunidos del Sur" a los "Estados Unidos del Sur". Y ésa es la tarea que propone esa generación, en que por primera vez se repone -contemporáneamente a Ratzel- una política continental latinoamericana, para superar lo que para ellos era el enanismo de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela, todos países enanos.

El primero que escribe de estas cosas es Rodó, con el Ariel, que aparece en 1900. Y él dijo ¡no! ¡Tenemos que repensar todo! Desde la unidad. Eso se había interrumpido desde 1826, con fracaso de Bolívar en confederar el conjunto de las repúblicas emergentes y fundar lo que él llamaba una Nación de Repúblicas Confederadas. Entonces esta reposición de la tarea unificadora se inicia en Montevideo, por inspiración de Rodó, con la realización, en 1908, del Primer Congreso Estudiantil Latinoamericano. Llegan estudiantes del Perú, de Chile, de la Argentina, de Brasil, del Paraguay, y es el comienzo de la organización de las juventudes latinoamericanas, promovido por Rodó. Él sólo podía persuadir a los que no eran adultos. Porque los adultos estaban en otro mundo, el mundo agroexportador hacia Europa. El Uruguay iba hacia Europa, la Argentina iba hacia Europa, Chile iba hacia Europa, nadie se comunicaba entre sí. No teníamos vínculos económicos serios entre nosotros.

Este proceso que estoy describiendo fue muy claro, y se dio inicialmente entre el año 1900, en que aparece el Ariel, y el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914. El argentino Manuel Ugarte es el primero que ofrece una síntesis, histórica y política, del conjunto de América Latina, en el libro "El porvenir de la América Española", publicado en 1910.

En abril de 1918 Manuel Ugarte es el único orador en el acto inaugural de la primera gran organización estudiantil, la Federación Universitaria Argentina, la FUA. Dos o tres meses después estalla la Reforma Universitaria en Córdoba, que le brinda nueva dinámica al proceso iniciado con el Ariel, dando cauces institucionales al movimiento juvenil universitario latinoamericano. El estudiantado es, entonces, el primer heredero del latinoamericanismo.

Pero el río siguió, y fue del mundo estudiantil que surgió la gran marea nacional populista. También fue de ese mundo que surgieron las primeras visiones políticas de la industrialización de América Latina, con el gran teórico inicial que fue Víctor Raúl Haya de la Torre y la Alianza Popular Revolucionaria Americana, el APRA. Haya de la Torre es la primera teorización general para superar las "polis oligárquicas" de América Latina. Polis oligárquicas, porque lo que se llamaron "naciones", en América Latina, fueron rótulos. Eran rótulos de algo que en realidad se trataba, tan sólo, de un conjunto de "ciudades antiguas". Porque el Imperio Español se descompone al iniciarse el siglo XIX, en un conjunto de "ciudades-estado antiguas". Son ciudades-estado antiguas que controlan un enorme hinterland, inimaginable para ningún europeo; pero eran ciudades-estado del tipo mediterráneo, formadas por comerciantes, terratenientes y artesanos, y el resto eran los ilotas. No votaban ni eran nada en el orden de la polis. Nada.

Pues, eso éramos nosotros: estados-ciudad antiguos, que controlaban espacios gigantescos agroexportadores. Pero no industriales. Todo parecido con una sociedad industrial era una casualidad. Por eso yo llamo al Centenario de la Argentina, en el año 1910, "el canto del cisne de la ciudad antigua". Era una ciudad anacrónica en sus bases, enormemente rica, si, pero de una riqueza que carecía de toda potencialidad porque todos los inventos eran de otros. Los inventos de la modernidad eran de otros. Acá, los grandes estancieros lo único que podían hacer era llevarse en el transatlántico una vaca para ordeñarla durante el viaje, para que la nena tuviera leche fresca. Y no podíamos exportar ninguna cosa con valor agregado suficiente. Ese era el fondo de la cosa. Con una gigantesca renta agraria comprábamos los objetos de la modernidad, teníamos la mímica de la modernidad, pero nada más que la mímica. Ese es el fondo de la cuestión.

Entonces hubo gente que se propuso convertir la mímica en realidad, y fue el surgimiento de las tres consignas básicas que yo intento sintetizar del nacional populismo latinoamericano, que se ha convertido en una palabra peyorativa de los sociólogos académicos, de los yanquis o antes de los rusos. El "populismo" era decretado inferior. Pero es el único pensamiento importante que surgió en América Latina desde sí misma, y generó a Haya de la Torre en Perú, a Vargas en Brasil, a Perón en Argentina, a Ibáñez en Chile, a Lázaro Cárdenas en México, a Rómulo Betancourt en Venezuela. Fue la primera oleada del nacional populismo en las viejas sociedades agrarias, cuya esencia era una ciudad antigua que domina el hinterland agrario que le rodea. Entonces, en realidad, es la República de Montevideo, no el Uruguay; es la República de Buenos Aires controlando el hinterland, un inmenso hinterland; y la república de Santiago de Chile, y así siguiendo. Donde las oligarquías controlaban todo. Bolívar los llamaba "los potentados que nos dividen". Las ciudades potentadas del mundo agrario o minero exportador.

Entonces comienza la gran lucha por "democratizar", que es la primera consigna del populismo. Pero para democratizar había que "industrializar", porque las sociedades agrarias no daban ocupación y empleo a la multitud. Entonces había que “industrializar”, que es la segunda consigna del populismo. Pero para industrializar los mercados eran ridículos, chiquititos. Argentina, la Argentina que Perón lucha para industrializar entre 1945 y 1955, tenía diecisiete millones de habitantes. Y Ratzel había dicho, en el 900: la Alemania de sesenta millones, superindustrial, ya no juega más el partido, porque no puede con los Estados Unidos... Entonces, ¿qué íbamos a industrializar?

Se trataba entonces de crear un mercado de escala, y ahí aparece el tema de la “unificación”, que es la tercera consigna del populismo sudamericano. Entonces, para democratizar había que industrializar, o sea ciencia y tecnología, y para eso había que “integrar”. Esos temas centrales son todo el nacional populismo naciente, la primera ola del nacional populismo, hecha todavía en los “países-parroquia”. Porque aunque añoran la integración, industrializan sustituyendo importaciones. Esto fue necesario, inevitable, pero a la vez la sustitución de importaciones se volvió un obstáculo a superar para la integración. Los microproteccionismos iban a dificultar el entendimiento con los países de al lado, y por último se iban a convertir en el gran freno de los intentos integradores de los años sesenta. De modo que nuestras naciones, Uruguay, Argentina, Perú, Venezuela, eran en realidad polis oligárquicas, ciudades antiguas que acotaron un gran espacio vacío, casi vacío, para el lobby agrario-minero-exportador. Y fuimos las últimas ciudades antiguas hasta la gran crisis mundial de 1929. No hubo antes ningún país con industrialización suficiente como para que esa industrialización incidiera en la vida del país hondamente. Eso empieza después de la crisis del 29. Ahí empieza la gran lucha por la generación de la sociedad industrial. Pero entonces todos los líos de entrecasa también juegan su papel. Porque les digo que Raúl Prebisch propone en la CEPAL -o sea, a escala de América Latina- lo que Perón hizo en la Argentina. Pero Prebisch, como sus amigos los socialistas independientes, estuvieron contra Perón, y él se hizo antiperonista. Es decir, se colaron los asuntos de la aldea, porque en las esencias, Prebisch y Perón significan lo mismo. Era el efecto de la lucha por la industrialización argentina que repercutía en el conjunto de América Latina.

Pero Perón representó, dentro del populismo latinoamericano, un nuevo paso, totalmente distinto de lo anterior. Porque Perón, en 1951, busca la alianza de Argentina y Brasil, pensando que la unión debe comenzar con un núcleo básico de aglutinación. Él decía, exactamente -permítanme que lo cite textualmente, de un librito sobre Perón que publiqué hace dos años-: “La unidad comienza por la unión, y esta por la unificación de un núcleo básico de aglutinación”. Para él, la alianza argentino-brasileña era ese núcleo básico de aglutinación de América del Sur. O sea, da un salto enorme con relación a todo el latinoamericanismo anterior: señala el camino principal. El pobre Rodó nos dijo: en el horizonte está la Patria Grande; pero no dejó táctica, no dejó estrategia, sólo dejó el horizonte. Después otros fueron elaborando ese horizonte, y empezaron a corporizarlo en otras cosas, otros pensamientos, y de ahí surgen los nacional-populismos. Pero Perón es el primero que indica un camino a seguir, el primero que transforma eso en una política sudamericana. Porque si no hay discernimiento de lo principal y lo secundario, es decir, si no se descubre y propone el camino principal de acceso a lo que se busca, distinguiéndolo de los caminos secundarios -que pueden auxiliar al camino principal pero que no conducen a realizar lo que se propone- entonces se marcha a los tumbos.

El camino constituye el alma de la realización del destino. Ese es el salto que logra dar Perón. Él dice: el camino fundamental para los Estados Unidos de América del Sur -él usa simbólicamente “América Latina” y políticamente “América del Sur”, pero eso es otro punto que no voy a tocar ahora- es el entendimiento de la Argentina con Brasil y con Chile, para generar un poder biocéanico.

Perón apela a Ibáñez. Ibáñez, siendo presidente de Chile en 1928, había llamado a Alejandro Bunge, uno de los primeros argentinos que batalló por la industrialización, desde la Revista de Economía Argentina, fundada por él en 1918, y desde la cual proclamaba la necesidad de unificar el cono sur hispanoparlante a través de un pacto regional. Entonces Ibáñez lo llama en el 28, porque quería hacer una unión aduanera -reparen en la fecha ¡1928!- con Argentina y los países hispanoparlantes del sur, Bolivia, Paraguay y Uruguay. No con Brasil. O sea que Ibáñez era un hombre con antecedentes y se daba cuenta que Chile solo era muy poquita cosa.

Siguiendo con la idea de Perón, la unificación tiene reglas y procedimientos. La Unión Europea no surge de la alianza entre Italia, Suecia y España, por poner un ejemplo. Eso podría ser una aventura simpática o un antecedente, pero la Unión se produce sólo cuando se unen Alemania y Francia, que son los países que destruyen dos veces a Europa entera. Esos sí pueden generarla, ésos son los únicos que la pueden unificar. Y eso lo percibieron Monet, Schuman, Adenauer, De Gasperi; todos ellos dijeron: se avanza en la unidad por el camino de la alianza franco-alemana, y sólo por ahí, porque ése es el camino principal. Y Perón descubrió que el camino de la unidad necesaria de América del Sur -no de la Argentina y Brasil, de América del Sur- era ése, y planteó ése camino. Entonces ocurrió que él no pudo, porque los amigos del Norte actuaron de forma tal que generaron la resistencia a la idea. Hubo un discurso de Perón a los altos mandos, es septiembre de 1953, que se hizo célebre, porque fue publicado en Montevideo poco después por un exiliado argentino, “antiimperialista” él, bajo el título “El Imperialismo Argentino”. Ahí fue cuando yo lo conocí, y conocí estas ideas de Perón, que para mí fueron la revelación de su pensamiento.

Mi opinión es que estamos asistiendo al comienzo de una nueva fase de la historia de América del Sur. Y deberíamos empezar por tratar de entender un poco mejor qué es América del Sur.

Es decir ¿en qué momento estamos? En el que todos colegimos que no hay solución para ninguno de nuestros países como solución solitaria. O sea que después de un largo periplo, volvemos a la situación en que se generó la Independencia. Los países hispano-sudamericanos no se independizaron por sí mismos. O debieron ser auxiliados desde más allá de sí, o tuvieron que ir más allá de sí para poder asegurar su independencia. Ninguno se quedó solo en su casa y dijo “soy independiente”, y se terminó el partido. Eso sólo ocurrió en México, en Brasil y en América Central. Las Provincias Unidas de América Central, en 1824 se declaran independientes y bastó, aunque luego se dividirían. Bolívar perdió la primera insurrección de Venezuela, recomenzó la batalla en Colombia, y desde Colombia liberó Venezuela. Y desde el sur pasa lo mismo. Argentina es el fragmento mayor de la descomposición que resulta de la Independencia hispanoamericana, pero en el proceso independentista fue parte de la unidad sudamericana. Cuando Sucre culmina la campaña libertadora del Alto Perú, se dirige a Rivadavia para hacerle entrega del territorio, como parte integrante del antiguo Virreynato, pero Rivadavia le dice que no, no la quiere, y Bolívar queda atónito. Era la oligarquía porteña, el alto comercio porteño, que quería que su moneda desplazara y dominara a la moneda de todas las provincias del norte, que era la moneda de plata del Potosí.

Entonces para ser independientes, como el núcleo militar de España en Sudamérica estaba en el Alto Perú y en el Perú, había que derrotarlos allí, y ése es el sentido de la campaña de San Martín. Y el Congreso de Tucumán, no declara la Independencia de la Argentina, sino la Independencia de América del Sur. Y San Martín libera a Chile, y O’Higgins apoya la campaña a Lima, y argentinos y chilenos van al Perú. En el manifiesto que San Martín dirige a los peruanos, les dice: queremos la independencia del Perú como hemos querido la independencia de Chile, para que la República de Chile y la República del Perú se unan con las Provincias Unidas del Río de la Plata, para formar una sola Confederación hasta Lima. Pero los unitarios le cortaron los víveres, y tuvo que dejarle el camino a Bolívar porque ya no tenía el apoyo de Buenos Aires, del alto comercio porteño, que era la importación inglesa.

Vuelvo entonces a la idea central: el rasgo común de nuestra Independencia en Sudamérica, en ese proceso que va de 1810 a 1830, es que se produce todo en conjunto, todos tuvieron que ir más allá de sí, o recibir desde más allá de sí, para alcanzar el poder de ser independientes. Y esto es lo que se nos repite ahora. Ahora estamos sintiendo la impotencia de los fragmentos que resultaron, del enanaje que resultó. Ese es el nudo. Entonces eso es lo que me parece más importante hoy

Pero esto no sólo lo sabemos nosotros. Entonces, cuando el Fondo Monetario Internacional prolonga la agonía de la economía argentina ¿por qué lo hace? Pero ¿acaso no sabemos qué poderes dirigen al Fondo? ¿Y por qué hay intereses que empujan y aprovechan esta situación? Porque quieren cortar esta alianza nueva y potencial que emerge desde 1991, que es la alianza argentino-brasileña. ¿Por qué? ¡Porque es el “cortocircuito” fundamental de la unidad de la América del Sur! Si eso se interrumpe, ¡adiós Unión Sudamericana! Porque sería como haber interrumpido el “cortocircuito” franco-alemán en Europa: adiós Unión Europea. Porque ¡con quién se puede aliar Brasil! Aliarse con Argentina es virtualmente aliarse con el resto.

Mientras que si se alía con Ecuador, ¿qué significa eso? ¿O con Uruguay? El asunto es la alianza de lo fundamental, y la alianza del Brasil con la Argentina es la alianza entre lo más importante del mundo sudamericano. Y sino, Brasil queda aislado; y pueden pasarle muchas cosas, en la Amazonia, etc., etc. Yo no pienso esto porque haya una suerte de “alevosía” norteamericana, no; pienso simplemente que ellos se sienten más tranquilos si en Sudamérica no se forma ningún centro de poder. Y el único centro de poder serio en Sudamérica lo puede constituir una alianza argentino-brasileña, porque nos arrastra a todos irremediablemente.

Por eso Argentina tiene que saberlo; si Argentina juega el partido como hasta ahora, sola, ¡Argentina está equivocada! ¡Su juego es mucho más amplio, es mucho más rico! Si insisten en actuar con las categorías de lo que se termina, de lo que ya no tuvo éxito, no tienen ningún destino. Tienen que asumir el pasaje que Perón llamaba del estado-nación al estado continental.

Lamentablemente esto no se hace en un baile ¡no! ¡Es un gran lío! Los pasajes importantes son grandes líos. ¿O qué queremos? ¿Lujo, regalos? Recuerdo que un mes antes del corralito, leí en La Nación un artículo de un señor, creo que era la mano derecha de Cavallo, donde decía “No queremos nada con el Mercosur, porque eso es poca cosa. Tenemos que aliarnos con los ricos, con Europa y con Estados Unidos.” Y yo decía ¿pero este señor piensa que los ricos están interesados en aliarse con él? ¡Qué iluso! ¡Un superenano aliado de los ricos!

Conferencia organizada por el FORO SAN MARTÍN PARA LA INTEGRACIÓN DE NUESTRA AMÉRICA, Centro Cultural Hernández Arregui, Buenos Aires, Julio 12 de 2002 (Selección)

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