En la mañana del 9 de diciembre de 1824, en la Pampa de la Quinua, dos ejércitos se preparan para la batalla. Dos ejércitos frente a frente. Dos ejércitos y también dos proyectos: uno cargado de futuro, justicia y ansias de libertad; el otro, sólo con el peso infame de 300 años de soberbia, rapiña y ultraje. Son, de un lado, 5780 patriotas y una pieza de artillería, del otro, 9310 soldados con once cañones. Desde las alturas del Condorcanqui el Estado Mayor realista observa las maniobras de los patriotas. Allí están De la Serna, Canterac, Villalobos, Valdés, Monet, Feráz, el "Carnicero" Carratalá, García Camba y otros. Cuenta este último, en sus memorias, que al divisar a las tropas patriotas, con sus casacas oscuras y sin el brillo de los escuadrones realistas, algún generales español exclamó: "¡parecen monjes!, no podemos perder contra esas tropas". Caro iba a pagar el comentario.
En la Sabaneta, a poca distancia del Condorcanqui, el general Antonio José de Sucre preparaba su estrategia: cuatro batallones en el ala derecha, el "Bogotá", "Voltígeros", "Pichincha" y "Caracas" al mando de Córdoba. En el ala izquierda La Mar al frente de otros cuatro batallones, el "Primero", "Segundo", "Tercero" y la "Legión Peruana". En el centro dos regimientos encabezados por Miller, los Granaderos y los Húsares de Colombia. La reserva, al mando de Lara, con tres batallones, "Rifles", "Vargas" y "Vencedores", y la única pieza de artillería.
"De los esfuerzos de hoy, depende la suerte de la América del Sur. Otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia, ¡Soldados!, ¡viva el Libertador!, ¡Viva Bolívar, el Libertador de Perú!", decía arengando a las fuerzas patriotas el General Sucre. La suerte estaba echada.
El general Jerónimo Valdéz inició el ataque contra el ala izquierda de La Mar. Inmediatamente los generales Antonio Monet y Alejandro González Villalobos arremetieron contra la divisiones del centro y derecha de Sucre. Pero allí estaba Córdoba y la reserva de Lara. "¡División! ¡De frente! ¡Armas a discreción y a paso de vencedores!", fue la famosa frase de Córdoba con que ordenó la carga victoriosa. Mucho menos homérica, pero propia de un hombre hijo de los llanos fue la arenga de Lara: "¡Zambos del carajo! ¡Al frente están los godos puñeteros! El que manda la batalla es Antonio José de Sucre, que como ustedes saben, no es ningún cabrón, Conque así, apretarse los cojones y... ¡a ellos!". La victoria fue completa. La pampa de Ayacucho, en quechua "Rincón de los Muertos" hizo gala de su nombre para las tropas españolas. Lo primero que hace Sucre, luego de concluida la batalla es pensar en su jefe Simón Bolívar y, apresurado, le escribe desde el mismo campo de combate: "... los últimos restos del poder español en América han expirado en este campo afortunado....".
Decía el patriota puertorriqueño Pedro Eugenio de Hostos: "Ayacucho no es el esfuerzo de un solo pueblo; es el esfuerzo de todos los pueblos meridionales del Continente; no es el resultado de una lucha parcial, es el resultado de una lucha general; no es la victoria de un solo ejército, es la victoria de todos los ejércitos sudamericanos; no es el triunfo militar de un solo capitán, es el triunfo intelectual de todos los grandes capitanes, desde la fantasía fascinadora que se llamó Bolívar hasta la conciencia impasible que se llamó San Martín; no es el campo de batalla de peruanos y españoles, es el campo de batalla de América y España; no es la colisión de dos contrarios, es la última colisión de un porvenir contra otro porvenir; no es la batalla de una guerra, es la batalla decisiva de una lucha secular".
¿Qué proyectos se enfrentaron en Ayacucho? Uno, el de la continuidad del antiguo régimen, el proyecto del colonialismo; el otro, el proyecto bolivariano de la Patria Grande. Venezolanos, neogranadinos, ecuatorianos, rioplatenses, chilenos, guaraníes, peruanos y altoperuanos combatimos juntos contra el poder colonial más temible de la época. Y lo derrotamos. La fórmula: la unidad; el objetivo: la independencia; el resultado: ¡la victoria!
Hoy, a casi 180 años de la gloriosa batalla, los pueblos de América Latina y el Caribe debemos incorporar las lecciones de Ayacucho. El gran proyecto bolivariano de aquellos tiempos no prosperó, los egoístas intereses de las oligarquías nativas más la acción disgregadora de los imperialismos de turno hicieron imposible cristalizar los sueños del Libertador. Veintitantas repúblicas nacieron así como consecuencia de los intereses de las minorías privilegiadas. La dependencia, la miseria, el hambre y demás calamidades que produce la pobreza y la opresión se abrieron paso con la Patria dividida. Se pretendió apagar la llama de Ayacucho. Los colonialistas de hoy y esas mismas oligarquías pretenden ahora seguir dominándonos, con las mismas armas de ayer y con otras más sofisticadas.
Pero América Latina y el Caribe arremeten nuevamente. Los pueblos oprimidos han comenzado a caminar nuevamente ¡A paso de vencedores! Los ¡zambos del carajo! de Venezuela ya tienen su presidente llanero, patriota y revolucionario. Los brasileños y argentinos se aprestan dispuestos a los próximos combates. El pueblo boliviano está movilizado y ya le ha causado severas derrotas al proyecto neoliberal. Cuba siempre alumbrando con dignidad y resistencia. La propuesta anexionista del nuevo colonialismo, el ALCA, sufre la embestida de los pueblos que se niegan a quedar sujetos a mayor sometimiento. La propuesta integradora con soberanía, el ALBA, irrumpe con la decisión de quien llega para quedarse. Vientos de unidad e independencia soplan por la América meridional. Nuevos triunfos se avecinan en El Salvador, Uruguay y Panamá. Colombia ya le dijo no a las pretensiones del fascismo. La espada de Bolívar camina por América Latina.
El año próximo celebraremos el 180 aniversario de la Batalla de Ayacucho. El Congreso Bolivariano de los Pueblos, organización que reúne a las más importantes fuerzas patrióticas, democráticas y revolucionarias de América Latina y el Caribe se pronunció categóricamente: el año 2004, en homenaje a la Batalla de Ayacucho, será el Año de la Lucha por la Unidad de Nuestra América.
Ese es el gran desafío de América Latina y el Caribe: la unidad para alcanzar la definitiva independencia y la victoria. Ayacucho es la fuente de donde nuestros pueblos deberán beber y empaparse:
¿Qué nos enseña Ayacucho?
A los patriotas: La "Patria es la América", señalaba el Libertador Simón Bolívar. Sin unidad no habrá salida para ninguno de nuestros países. "Nos unimos o nos hundimos", ha dicho en varias oportunidades el Presidente venezolano Hugo Chávez. Hoy, como ayer, no hay espacios para "patrias chicas", ni para repúblicas invertebradas. El patriotismo en la actualidad se debe entender a la luz de Ayacucho, como patriotismo latinoamericano caribeño.
A los revolucionarios: Sólo en la unidad de las fuerzas sociales progresista está la clave de la victoria. El frente popular de aquella época estaba constituido en el Ejército Libertador, y éste representaba los intereses de las grandes mayorías del pueblo. Hoy, el frente popular se presenta en los movimientos políticos y sociales que se oponen al neoliberalismo, en todos los sectores y las clases perjudicadas por el modelo de entrega y opresión que sólo tendrán perspectiva de progreso en el marco de países soberanos, con justicia social y democracia participativa. Es por eso que las fuerzas revolucionarias actuales deberán bregar por un amplio frente nacional, patriótico y democrático que acumule las fuerzas necesarias para enfrentar con éxito a las poderosas fuerzas de los sectores antipopulares y antinacionales.
A los jóvenes: En ellos está la responsabilidad de las futuras victorias. El Estado Mayor del ejército libertador de Ayacucho estaba constituido mayoritariamente por jóvenes. Sucre tenía 29 años, Córdoba 25 años, Miller 29 años, Silva 32 años, Suárez, 34. En la juventud actual, sin compromisos con las viejas clases dirigentes, de cara a un futuro de paz y dignidad, está la reserva fundamental del proyecto libertador.
A las mujeres: El infatigable mensaje de valor y heroísmo de Manuela Sáenz, quien en Ayacucho ganó su grado de Coronela por haber peleado de igual a igual contra el opresor.
A los pueblos: Siempre en la unidad y únicamente en la unidad se podrá derrotar a cualquier enemigo, por poderoso que sea, que pretenda sojuzgarlo. Ayacucho nos enseña que los mismos indios, criollos, negros, mulatos, hombres y mujeres, en igualdad de condiciones y con la firmeza en la decisión de ser libres, que derrotaron al más poderoso imperio de su época, podrán hoy hacer lo mismo con el imperialismo que nos somete. "Luego de Dios, no hay nada en el mundo que tenga más fuerza que un pueblo unido", reza una pintada popular en las calles de Caracas.
"Ayacucho es, pues, más que una gloria de estos pueblos, más que un servicio hecho al progreso, más que un hecho resultante de otros hechos, más que un derecho conquistado, más que una promesa hecha a la historia y a los contemporáneos de que los vencedores en el campo de batalla eran la civilización contra el quietismo, la justicia contra la fuerza, la libertad contra la tiranía, la república contra la monarquía; Ayacucho es un compromiso contraído por toda la América que dejó de ser española en aquel día", decía el patriota Eugenio de Hostos en 1870. Y creemos que ese compromiso asumido en Ayacucho merece hacerse realidad.
Ya aparece un organización, un instrumento para ejecutar ese compromiso, el Congreso Bolivariano de los Pueblos, y ya asoma el borrador de un programa para efectivizarlo: el ALBA, Alternativa Bolivariana para América Latina. ¿Qué más necesitamos para constituirnos en una gran nación libre e independiente? Aquellas banderas desplegadas en Ayacucho: UNIDAD, INDEPENDENCIA Y VICTORIA.
Marchemos, como hace 180 años, ¡A paso de vencedores!