viernes, 31 de agosto de 2007

América del Sur: un desatino y un destino. De los estados-ciudad al Estado Continental Industrial (Alberto Methol Ferré)

Lo que voy a hacer hoy va a ser un retomar algunas ideas de un argentino que ustedes y yo estimamos mucho, y que pienso no han sido desarrolladas nunca suficientemente en la Argentina. Me refiero a las ideas de Perón, que repitió en varias oportunidades, respecto a tres etapas históricas fundamentales: los "estados-nación", los "estados continentales" y finalmente el horizonte último, un "estado mundial".

Ése era para Perón el marco básico de los siglos XX, XXI y quizás del XXII. Él sostenía que ahora estábamos en el pasaje de los Estados-Nación a los Estados Continentales, y que eso era la política mundial hoy; luego vendría el pasaje de los Estados Continentales al Estado Mundial. Entonces, reflexionando sobre ese acontecer, decía aquello de "el año 2000 nos va a encontrar unidos -o sea, con un estado continental- o dominados", porque en su pensamiento estaba que aquellas naciones que no lograran conformar un "estado continental" iban a desaparecer como centros de autonomía. Pienso que la historia hoy nos muestra que estamos en la batalla fundamental para el gozne entre la nación, las "nacioncitas" de América del Sur, y el estado continental de América del Sur.

¿Cómo y cuál es la realidad hoy, de los estados-nación? Está el órgano mundial de las Naciones Unidas, y la idea del estado-nación es la idea que se usa para todos los acontecimientos que hoy acaecen en la historia. El conjunto de todas las sociedades públicas se llama Naciones Unidas. Hay, según parece, 194 estados-nación en las Naciones Unidas.

En esas 194 está la China, el Uruguay, el Paraguay, los Estados Unidos, están las islas de Jamaica o Madagascar... Hay la multiplicidad más enorme de dimensiones y situaciones, para las que se usa el mismo concepto de "estado-nación". Entonces es indispensable hacer un discernimiento mínimo de ciertos tipos básicos de naciones.

En esos varios tipos de naciones podemos discernir, en el arranque, en el proceso de la historia, cuales fueron los Estados-Nación que se convirtieron en ejemplares en el mundo. ¿Cúales son? Fue en el centro mundial europeo, en el momento en que Europa era el centro unificador del mundo, y que comenzaba la revolución industrial, que apareció el primer estado nación arquetípico que fue Inglaterra, Gran Bretaña. Al iniciarse el siglo XIX, o sea en el momento de las luchas por la Independencia, emergía el primer gran estado-nación industrial del mundo, que iba a ser el poder hegemónico y paradigma de la modernidad. El segundo estado que se convierte en estado-nación industrial, en la primera mitad del siglo XIX, es Francia. Inglaterra y Francia se convierten así en los modelos del estado-nación industrial emergente. Por eso el primer gran economista de la sociedad industrial va a ser un inglés, David Ricardo, con su célebre obra “Principios de Economía Política” de 1817 -en plena lucha de nuestra emancipación-, y la primera reflexión orgánica sobre una sociedad industrial va a ser de un francés, Claudio de Saint-Simón, en su obra “El sistema industrial” de 1821. Ricardo y Saint-Simón, entonces, son el comienzo de un nuevo tipo de pensamiento, sobre un nuevo tipo de sociedad emergente y protagonista en el mundo. Los que no fueran estados-nación industriales iban a ser el coro de la historia, los comentadores de la historia, los receptores de la historia hecha por otros.

Eso, en la primera mitad del siglo XIX. Durante la segunda mitad se da la gran lucha alemana e italiana por la "unidad nacional". Para generar un gran estado industrial, Bismarck va a culminar la unidad alemana que había sido aprontada por el Zollverein, la unión aduanera entre los micro estados alemanes. Esa unidad permite el gran salto industrial de Alemania, que al término de la era de Bismarck se ha convertido en la primera sociedad industrial de Europa, mayor que la inglesa. Y en Italia, en forma menor, los industriales del norte, de Milán, de Turín, del Piamonte, generan la unidad italiana para ampliar su mercado y poder irrumpir en la lógica de los Estados que podían llegar a ser protagonistas de la historia. Luego viene, a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, un quinto Estado, esta vez en Asia. Es la irrupción novedosa de Japón, que inicia en el Asia el primer gran estado-nación industrial. Es un acontecimiento insólito en la época.

Hay, pues, cinco grandes estados-nación industriales que irrumpen en el siglo XIX como los dinamizadores. Estos cinco estados forman parte hoy del Club de los Siete. O sea que entre los siete países más ricos del mundo, más industriales del mundo, están los cinco que entraron al nivel de estado-nación industrial en el siglo XIX: Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Japón.

Pero hete aquí que en ese mismo siglo va a ir apareciendo un nuevo Estado al margen del centro mundial de poder. Ese estado al margen del centro es un estado de dimensión continental, lograda a través de una capacidad expansiva insólita, que durante el siglo XIX hace su expansión hacia el oeste: los Estados Unidos de Norte América. Con esa expansión, y con la victoria del norte industrial sobre el sur esclavista y agrario, a partir de 1865 se empieza a engendrar un nuevo, y gigantesco, estado-nación industrial. Que llega de océano a océano, porque ocupa gran parte de México: Texas, Nuevo México, California. Y ahí aparece la visión de Ratzel.

Federico Ratzel es un antropólogo alemán y el fundador intelectual de la geopolítica alemana. A Ratzel lo envían a Estados Unidos en la década de 1870, o sea en pleno despegue industrial de los Estados Unidos, y fruto de su viaje escribe, en 1880, "Los Estados Unidos de Norteamérica". Ratzel se siente allí como Liliput en el país de los Gigantes. Por ejemplo, él admiraba la eficacia de los ferrocarriles alemanes, y se encuentra que los Estados Unidos están atravesados por tres o cuatro líneas transcontinentales que van del Océano Atlántico al Océano Pacífico; y unas locomotoras que eran dos o tres veces más potentes que las locomotoras alemanas, porque para atravesar el continente entero en forma rentable la locomotora tenía que arrastrar muchos más vagones. Entonces ve todo lo europeo pero en proporciones gigantescas. Nacen los rascacielos, cuantitativamente todo adquiere dimensiones fantásticas. Ratzel es impactado hondamente por esta realidad.

Estados Unidos culmina el ciclo interno de su industrialización al completar su marcha hacia el oeste, alrededor de 1890. Ha cumplido la etapa de colonización interna sin incomodar a ninguna potencia, ya que todas estaban por entonces en Europa. La única víctima había sido México. Entonces ese nuevo actor, en las márgenes del centro de poder mundial, llega a los dos océanos y comienza, con el Almirante Mahan, con Theodore Roosevelt, el primer Roosevelt, la priorización del Océano. Tomar relación con el océano es tomar relación con el mundo. "Pensar el océano" es "pensar el mundo", porque casi las tres cuartas partes de la tierra son la masa marítima oceánica. De manera que los cowboys empezaron a transformarse en marines; o sea, a tener preocupaciones mundiales.

Los primeros que expresan ese cambio, Mahan, Roosevelt, Henry Cabot Lodge y otros, son llamados -porque es el término que se populariza en la época- "imperialistas". Porque miraban el mundo por primera vez, eran yankees que miraban el conjunto del mundo; antes no había ocurrido; antes era el asunto del Far West, una marcha interna. Ahora empieza la externa. Esa es la razón del conflicto con España, en Cuba y Filipinas, es la razón de la creación de Panamá, para la construcción del canal. Porque de ese modo Estados Unidos supera el problema de la comunicación marítima de sus dos litorales. El canal de Panamá le permite una comunicación inmediata y la posibilidad de tener la máxima presencia tanto en uno como en otro océano. Por ello también sobreviene la anexión, en el mismo año de la Guerra de Cuba, 1898, de Hawaii. Hawaii había sido invitada a la primera Conferencia Interamericana de 1898, cuando era independiente, pero en el año 1898 la anexan como camino a Oriente y camino a las Filipinas, que va a ser su base estratégica entre el sudeste asiático, frente a la China y el Japón, en el corazón del Extremo Oriente.

Todo ese proceso llama finalmente la atención de Europa, y Ratzel escribe sobre esto, que es decir sobre el mundo, sobre la geopolítica mundial. En esencia, Ratzel dice: la era de los estados-nación industriales, que ha sido el siglo XIX, ha sido derogada sustancialmente, porque de ahora en adelante, el siglo XX, va a ser la "era de los Estados Continentales Industriales".

De ahí le viene a Perón esa idea, que paradójicamente ningún argentino se ocupó en saber de dónde venía y por qué venía. Era un rótulo, pero no pensamiento, para la mayoría de sus propios compatriotas. Entonces Ratzel llega a la conclusión de que Europa está "liquidada", porque Alemania no puede enfrentar a Estados Unidos, Inglaterra tampoco, Francia tampoco. ¡Son paisitos! Estados Unidos implica varias Alemanias, Francias, Inglaterras. ¡Ninguno puede con la escala de Estados Unidos!

Se terminó el poder de Europa, se terminó Europa. Lo dice Federico Ratzel, que murió en 1904 y que advierte entonces: si Europa no se une y forma un nuevo Estado Continental, no va a tener ningún protagonismo más en la historia. Va a tener la ilusión, conservará la ilusión de que es todavía protagonista, pero en esencia hay otro que ya es más que ella entera. Y se interroga más: ¿Quién podrá hacerle frente a este poder continental que abre la era de los estados continentales? Si Europa se une y forma una Unión Europea, en una de esas puede. Pero hay que inventar un nuevo tipo de nación; si no, es la muerte. Y percibe que puede aparecer otro competidor: Rusia.

Rusia había comenzado, en la década de 1890 su despegue industrial, en algunas zonas básicas. Se mantenía igualmente como un gigantesco mundo campesino, pero al comenzar la Primera Guerra Mundial el producto industrial de Rusia era levemente mayor que el de Francia. Eso no se percibía con facilidad debido al gigantesco mundo campesino que envolvía esos núcleos industriales, y por ello parecía mucho más atrasada de lo que estaba. Y Ratzel concluye que si Rusia lograba mantener una industrialización acelerada, y unificaba las múltiples etnias que integraban el Imperio, entonces podía constituirse en el único poder continental capaz de enfrentar a los Estados Unidos de Norte América. Cuando dijo todo esto, anunció la lógica de la historia del siglo XX que hemos vivido todos nosotros. La anunció al comenzar el siglo. Los Estados Unidos, que para Ratzel eran ya el poder máximo, pero virtual aún, a principios del siglo XX, iban a lograr fructificar esa virtualidad de primer estado continental industrial, recién en la Segunda Guerra Mundial. Tardaron cincuenta años en hacer público y notorio, ante el mundo entero, que eran el máximo poder mundial.

En ese mismo instante del novecientos aparece la primera generación en América Latina que empieza a repensar la unidad continental. Es la generación de José Enrique Rodó, de Manuel Ugarte, de Rufino Blanco Fombona, de Francisco García Calderón, de la que luego derivarán Perón y otros. Estos del 1900, sin la percepción orgánica y sistemática de Ratzel, vieron lo mismo. O sea, advirtieron la emergencia del poder de los Estados Unidos, que se hace visible en la guerra de Cuba de 1898, y dijeron: Estados Unidos es el nuevo paradigma del poder. O los enanitos que nos hemos repartido en la crisis del Imperio Español hacemos la Patria Grande unificada, o estamos fritos. Es decir, no con la nitidez de Ratzel, con el armazón intelectual de Ratzel, pero los latinoamericanos del 900 sienten y perciben lo mismo: que las patrias chicas y enanas del sur no iban a ser nada si no se unían. Y entonces afirman que tenemos que pasar de los "Estados Desunidos del Sur" a los "Estados Unidos del Sur". Y ésa es la tarea que propone esa generación, en que por primera vez se repone -contemporáneamente a Ratzel- una política continental latinoamericana, para superar lo que para ellos era el enanismo de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela, todos países enanos.

El primero que escribe de estas cosas es Rodó, con el Ariel, que aparece en 1900. Y él dijo ¡no! ¡Tenemos que repensar todo! Desde la unidad. Eso se había interrumpido desde 1826, con fracaso de Bolívar en confederar el conjunto de las repúblicas emergentes y fundar lo que él llamaba una Nación de Repúblicas Confederadas. Entonces esta reposición de la tarea unificadora se inicia en Montevideo, por inspiración de Rodó, con la realización, en 1908, del Primer Congreso Estudiantil Latinoamericano. Llegan estudiantes del Perú, de Chile, de la Argentina, de Brasil, del Paraguay, y es el comienzo de la organización de las juventudes latinoamericanas, promovido por Rodó. Él sólo podía persuadir a los que no eran adultos. Porque los adultos estaban en otro mundo, el mundo agroexportador hacia Europa. El Uruguay iba hacia Europa, la Argentina iba hacia Europa, Chile iba hacia Europa, nadie se comunicaba entre sí. No teníamos vínculos económicos serios entre nosotros.

Este proceso que estoy describiendo fue muy claro, y se dio inicialmente entre el año 1900, en que aparece el Ariel, y el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914. El argentino Manuel Ugarte es el primero que ofrece una síntesis, histórica y política, del conjunto de América Latina, en el libro "El porvenir de la América Española", publicado en 1910.

En abril de 1918 Manuel Ugarte es el único orador en el acto inaugural de la primera gran organización estudiantil, la Federación Universitaria Argentina, la FUA. Dos o tres meses después estalla la Reforma Universitaria en Córdoba, que le brinda nueva dinámica al proceso iniciado con el Ariel, dando cauces institucionales al movimiento juvenil universitario latinoamericano. El estudiantado es, entonces, el primer heredero del latinoamericanismo.

Pero el río siguió, y fue del mundo estudiantil que surgió la gran marea nacional populista. También fue de ese mundo que surgieron las primeras visiones políticas de la industrialización de América Latina, con el gran teórico inicial que fue Víctor Raúl Haya de la Torre y la Alianza Popular Revolucionaria Americana, el APRA. Haya de la Torre es la primera teorización general para superar las "polis oligárquicas" de América Latina. Polis oligárquicas, porque lo que se llamaron "naciones", en América Latina, fueron rótulos. Eran rótulos de algo que en realidad se trataba, tan sólo, de un conjunto de "ciudades antiguas". Porque el Imperio Español se descompone al iniciarse el siglo XIX, en un conjunto de "ciudades-estado antiguas". Son ciudades-estado antiguas que controlan un enorme hinterland, inimaginable para ningún europeo; pero eran ciudades-estado del tipo mediterráneo, formadas por comerciantes, terratenientes y artesanos, y el resto eran los ilotas. No votaban ni eran nada en el orden de la polis. Nada.

Pues, eso éramos nosotros: estados-ciudad antiguos, que controlaban espacios gigantescos agroexportadores. Pero no industriales. Todo parecido con una sociedad industrial era una casualidad. Por eso yo llamo al Centenario de la Argentina, en el año 1910, "el canto del cisne de la ciudad antigua". Era una ciudad anacrónica en sus bases, enormemente rica, si, pero de una riqueza que carecía de toda potencialidad porque todos los inventos eran de otros. Los inventos de la modernidad eran de otros. Acá, los grandes estancieros lo único que podían hacer era llevarse en el transatlántico una vaca para ordeñarla durante el viaje, para que la nena tuviera leche fresca. Y no podíamos exportar ninguna cosa con valor agregado suficiente. Ese era el fondo de la cosa. Con una gigantesca renta agraria comprábamos los objetos de la modernidad, teníamos la mímica de la modernidad, pero nada más que la mímica. Ese es el fondo de la cuestión.

Entonces hubo gente que se propuso convertir la mímica en realidad, y fue el surgimiento de las tres consignas básicas que yo intento sintetizar del nacional populismo latinoamericano, que se ha convertido en una palabra peyorativa de los sociólogos académicos, de los yanquis o antes de los rusos. El "populismo" era decretado inferior. Pero es el único pensamiento importante que surgió en América Latina desde sí misma, y generó a Haya de la Torre en Perú, a Vargas en Brasil, a Perón en Argentina, a Ibáñez en Chile, a Lázaro Cárdenas en México, a Rómulo Betancourt en Venezuela. Fue la primera oleada del nacional populismo en las viejas sociedades agrarias, cuya esencia era una ciudad antigua que domina el hinterland agrario que le rodea. Entonces, en realidad, es la República de Montevideo, no el Uruguay; es la República de Buenos Aires controlando el hinterland, un inmenso hinterland; y la república de Santiago de Chile, y así siguiendo. Donde las oligarquías controlaban todo. Bolívar los llamaba "los potentados que nos dividen". Las ciudades potentadas del mundo agrario o minero exportador.

Entonces comienza la gran lucha por "democratizar", que es la primera consigna del populismo. Pero para democratizar había que "industrializar", porque las sociedades agrarias no daban ocupación y empleo a la multitud. Entonces había que “industrializar”, que es la segunda consigna del populismo. Pero para industrializar los mercados eran ridículos, chiquititos. Argentina, la Argentina que Perón lucha para industrializar entre 1945 y 1955, tenía diecisiete millones de habitantes. Y Ratzel había dicho, en el 900: la Alemania de sesenta millones, superindustrial, ya no juega más el partido, porque no puede con los Estados Unidos... Entonces, ¿qué íbamos a industrializar?

Se trataba entonces de crear un mercado de escala, y ahí aparece el tema de la “unificación”, que es la tercera consigna del populismo sudamericano. Entonces, para democratizar había que industrializar, o sea ciencia y tecnología, y para eso había que “integrar”. Esos temas centrales son todo el nacional populismo naciente, la primera ola del nacional populismo, hecha todavía en los “países-parroquia”. Porque aunque añoran la integración, industrializan sustituyendo importaciones. Esto fue necesario, inevitable, pero a la vez la sustitución de importaciones se volvió un obstáculo a superar para la integración. Los microproteccionismos iban a dificultar el entendimiento con los países de al lado, y por último se iban a convertir en el gran freno de los intentos integradores de los años sesenta. De modo que nuestras naciones, Uruguay, Argentina, Perú, Venezuela, eran en realidad polis oligárquicas, ciudades antiguas que acotaron un gran espacio vacío, casi vacío, para el lobby agrario-minero-exportador. Y fuimos las últimas ciudades antiguas hasta la gran crisis mundial de 1929. No hubo antes ningún país con industrialización suficiente como para que esa industrialización incidiera en la vida del país hondamente. Eso empieza después de la crisis del 29. Ahí empieza la gran lucha por la generación de la sociedad industrial. Pero entonces todos los líos de entrecasa también juegan su papel. Porque les digo que Raúl Prebisch propone en la CEPAL -o sea, a escala de América Latina- lo que Perón hizo en la Argentina. Pero Prebisch, como sus amigos los socialistas independientes, estuvieron contra Perón, y él se hizo antiperonista. Es decir, se colaron los asuntos de la aldea, porque en las esencias, Prebisch y Perón significan lo mismo. Era el efecto de la lucha por la industrialización argentina que repercutía en el conjunto de América Latina.

Pero Perón representó, dentro del populismo latinoamericano, un nuevo paso, totalmente distinto de lo anterior. Porque Perón, en 1951, busca la alianza de Argentina y Brasil, pensando que la unión debe comenzar con un núcleo básico de aglutinación. Él decía, exactamente -permítanme que lo cite textualmente, de un librito sobre Perón que publiqué hace dos años-: “La unidad comienza por la unión, y esta por la unificación de un núcleo básico de aglutinación”. Para él, la alianza argentino-brasileña era ese núcleo básico de aglutinación de América del Sur. O sea, da un salto enorme con relación a todo el latinoamericanismo anterior: señala el camino principal. El pobre Rodó nos dijo: en el horizonte está la Patria Grande; pero no dejó táctica, no dejó estrategia, sólo dejó el horizonte. Después otros fueron elaborando ese horizonte, y empezaron a corporizarlo en otras cosas, otros pensamientos, y de ahí surgen los nacional-populismos. Pero Perón es el primero que indica un camino a seguir, el primero que transforma eso en una política sudamericana. Porque si no hay discernimiento de lo principal y lo secundario, es decir, si no se descubre y propone el camino principal de acceso a lo que se busca, distinguiéndolo de los caminos secundarios -que pueden auxiliar al camino principal pero que no conducen a realizar lo que se propone- entonces se marcha a los tumbos.

El camino constituye el alma de la realización del destino. Ese es el salto que logra dar Perón. Él dice: el camino fundamental para los Estados Unidos de América del Sur -él usa simbólicamente “América Latina” y políticamente “América del Sur”, pero eso es otro punto que no voy a tocar ahora- es el entendimiento de la Argentina con Brasil y con Chile, para generar un poder biocéanico.

Perón apela a Ibáñez. Ibáñez, siendo presidente de Chile en 1928, había llamado a Alejandro Bunge, uno de los primeros argentinos que batalló por la industrialización, desde la Revista de Economía Argentina, fundada por él en 1918, y desde la cual proclamaba la necesidad de unificar el cono sur hispanoparlante a través de un pacto regional. Entonces Ibáñez lo llama en el 28, porque quería hacer una unión aduanera -reparen en la fecha ¡1928!- con Argentina y los países hispanoparlantes del sur, Bolivia, Paraguay y Uruguay. No con Brasil. O sea que Ibáñez era un hombre con antecedentes y se daba cuenta que Chile solo era muy poquita cosa.

Siguiendo con la idea de Perón, la unificación tiene reglas y procedimientos. La Unión Europea no surge de la alianza entre Italia, Suecia y España, por poner un ejemplo. Eso podría ser una aventura simpática o un antecedente, pero la Unión se produce sólo cuando se unen Alemania y Francia, que son los países que destruyen dos veces a Europa entera. Esos sí pueden generarla, ésos son los únicos que la pueden unificar. Y eso lo percibieron Monet, Schuman, Adenauer, De Gasperi; todos ellos dijeron: se avanza en la unidad por el camino de la alianza franco-alemana, y sólo por ahí, porque ése es el camino principal. Y Perón descubrió que el camino de la unidad necesaria de América del Sur -no de la Argentina y Brasil, de América del Sur- era ése, y planteó ése camino. Entonces ocurrió que él no pudo, porque los amigos del Norte actuaron de forma tal que generaron la resistencia a la idea. Hubo un discurso de Perón a los altos mandos, es septiembre de 1953, que se hizo célebre, porque fue publicado en Montevideo poco después por un exiliado argentino, “antiimperialista” él, bajo el título “El Imperialismo Argentino”. Ahí fue cuando yo lo conocí, y conocí estas ideas de Perón, que para mí fueron la revelación de su pensamiento.

Mi opinión es que estamos asistiendo al comienzo de una nueva fase de la historia de América del Sur. Y deberíamos empezar por tratar de entender un poco mejor qué es América del Sur.

Es decir ¿en qué momento estamos? En el que todos colegimos que no hay solución para ninguno de nuestros países como solución solitaria. O sea que después de un largo periplo, volvemos a la situación en que se generó la Independencia. Los países hispano-sudamericanos no se independizaron por sí mismos. O debieron ser auxiliados desde más allá de sí, o tuvieron que ir más allá de sí para poder asegurar su independencia. Ninguno se quedó solo en su casa y dijo “soy independiente”, y se terminó el partido. Eso sólo ocurrió en México, en Brasil y en América Central. Las Provincias Unidas de América Central, en 1824 se declaran independientes y bastó, aunque luego se dividirían. Bolívar perdió la primera insurrección de Venezuela, recomenzó la batalla en Colombia, y desde Colombia liberó Venezuela. Y desde el sur pasa lo mismo. Argentina es el fragmento mayor de la descomposición que resulta de la Independencia hispanoamericana, pero en el proceso independentista fue parte de la unidad sudamericana. Cuando Sucre culmina la campaña libertadora del Alto Perú, se dirige a Rivadavia para hacerle entrega del territorio, como parte integrante del antiguo Virreynato, pero Rivadavia le dice que no, no la quiere, y Bolívar queda atónito. Era la oligarquía porteña, el alto comercio porteño, que quería que su moneda desplazara y dominara a la moneda de todas las provincias del norte, que era la moneda de plata del Potosí.

Entonces para ser independientes, como el núcleo militar de España en Sudamérica estaba en el Alto Perú y en el Perú, había que derrotarlos allí, y ése es el sentido de la campaña de San Martín. Y el Congreso de Tucumán, no declara la Independencia de la Argentina, sino la Independencia de América del Sur. Y San Martín libera a Chile, y O’Higgins apoya la campaña a Lima, y argentinos y chilenos van al Perú. En el manifiesto que San Martín dirige a los peruanos, les dice: queremos la independencia del Perú como hemos querido la independencia de Chile, para que la República de Chile y la República del Perú se unan con las Provincias Unidas del Río de la Plata, para formar una sola Confederación hasta Lima. Pero los unitarios le cortaron los víveres, y tuvo que dejarle el camino a Bolívar porque ya no tenía el apoyo de Buenos Aires, del alto comercio porteño, que era la importación inglesa.

Vuelvo entonces a la idea central: el rasgo común de nuestra Independencia en Sudamérica, en ese proceso que va de 1810 a 1830, es que se produce todo en conjunto, todos tuvieron que ir más allá de sí, o recibir desde más allá de sí, para alcanzar el poder de ser independientes. Y esto es lo que se nos repite ahora. Ahora estamos sintiendo la impotencia de los fragmentos que resultaron, del enanaje que resultó. Ese es el nudo. Entonces eso es lo que me parece más importante hoy

Pero esto no sólo lo sabemos nosotros. Entonces, cuando el Fondo Monetario Internacional prolonga la agonía de la economía argentina ¿por qué lo hace? Pero ¿acaso no sabemos qué poderes dirigen al Fondo? ¿Y por qué hay intereses que empujan y aprovechan esta situación? Porque quieren cortar esta alianza nueva y potencial que emerge desde 1991, que es la alianza argentino-brasileña. ¿Por qué? ¡Porque es el “cortocircuito” fundamental de la unidad de la América del Sur! Si eso se interrumpe, ¡adiós Unión Sudamericana! Porque sería como haber interrumpido el “cortocircuito” franco-alemán en Europa: adiós Unión Europea. Porque ¡con quién se puede aliar Brasil! Aliarse con Argentina es virtualmente aliarse con el resto.

Mientras que si se alía con Ecuador, ¿qué significa eso? ¿O con Uruguay? El asunto es la alianza de lo fundamental, y la alianza del Brasil con la Argentina es la alianza entre lo más importante del mundo sudamericano. Y sino, Brasil queda aislado; y pueden pasarle muchas cosas, en la Amazonia, etc., etc. Yo no pienso esto porque haya una suerte de “alevosía” norteamericana, no; pienso simplemente que ellos se sienten más tranquilos si en Sudamérica no se forma ningún centro de poder. Y el único centro de poder serio en Sudamérica lo puede constituir una alianza argentino-brasileña, porque nos arrastra a todos irremediablemente.

Por eso Argentina tiene que saberlo; si Argentina juega el partido como hasta ahora, sola, ¡Argentina está equivocada! ¡Su juego es mucho más amplio, es mucho más rico! Si insisten en actuar con las categorías de lo que se termina, de lo que ya no tuvo éxito, no tienen ningún destino. Tienen que asumir el pasaje que Perón llamaba del estado-nación al estado continental.

Lamentablemente esto no se hace en un baile ¡no! ¡Es un gran lío! Los pasajes importantes son grandes líos. ¿O qué queremos? ¿Lujo, regalos? Recuerdo que un mes antes del corralito, leí en La Nación un artículo de un señor, creo que era la mano derecha de Cavallo, donde decía “No queremos nada con el Mercosur, porque eso es poca cosa. Tenemos que aliarnos con los ricos, con Europa y con Estados Unidos.” Y yo decía ¿pero este señor piensa que los ricos están interesados en aliarse con él? ¡Qué iluso! ¡Un superenano aliado de los ricos!

Conferencia organizada por el FORO SAN MARTÍN PARA LA INTEGRACIÓN DE NUESTRA AMÉRICA, Centro Cultural Hernández Arregui, Buenos Aires, Julio 12 de 2002 (Selección)

viernes, 24 de agosto de 2007

Ejército y política-La Patria Grande y la Patria Chica (febrero de 1958)

Elaborado durante el exilio montevideano, con la colaboración del ensayista oriental Alberto Methol Ferré, "Ejército y política-La Patria Grande y la Patria Chica" fue escrito para responder al intento dictatorial de promover una Reestructuración de las Fuerzas Armadas que tenía por objeto quitarle toda base nacional y convertirlo en un ejército de ocupación, sometido a los debates ideológicos que implican su activa participación en el conflicto social del lado de los intereses oligárquicos. Un ensayo histórico y geopolítico revisionista orientado a ponerle un piso histórico a las luchas populares de esos días. "Un trabajo sobre geografía y política mundial, desde el punto de vista del hemisferio sur, y particularmente desde el Río de la Plata... Excuso decir que el encarar las cosas del mundo desde un ángulo propio es extraño a los hábitos de nuestra "intelligentzia", que cree formar parte del "otro mundo"..."

Y agrega sobre su método: "Rehuyo todo esoterismo, terminologías técnicas, y todo valor entendido para iniciados, que se utilizan generalmente para dar al profano alta idea del que escribe y ocultar el meollo de las cuestiones, induciendo a la creencia de que se trata de temas abstrusos. Y no es así: las cosas no son difíciles; las hacen difíciles los que quieren confundir para reservarse el monopolio de su manejo o para servir los intereses que medran en la oscuridad".

Ya desde la ilustración de la tapa, que muestra un planisferio que invierte la tradicional ubicación del Polo Norte "arriba" y el Polo Sur "abajo", el trabajo muestra su postura fuertemente polémica y una aguda crítica al sentido común impuesto desde la concepción del mundo de las potencias desarrolladas del hemisferio Norte. Amigo del desafío, Jauretche propone no dar la vuelta al mundo sino dar vuelta el mundo, hacer girar el mapa: "Siendo la Tierra redonda y estando en permanente rotación, el planisferio tradicional resulta el modo europeo de enfocar océanos y continentes. Sería natural en América Latina otro planisferio, que arrojara a las grandes potencias del Norte a los arrabales del planeta".

Apelando a la misma perspectiva, da respuesta a la reiterada consigna ideológica que pretende establecer el principio de la defensa nacional desde la "civilización occidental": "El hemisferio sur tiene particularidades que... no lo ubican -en términos de geografía política- ni en occidente ni en oriente, que constituyen alineamientos propios del hemisferio norte. Más aún, en términos económicos y sociales, no participa, o participa poco, del modo de vivir occidental; tampoco desde este ángulo se entiende a qué título ha de ocupar un puesto en el modo de morir occidental".

Responde, asimismo, al propósito de convertir el debate sobre la "reestructuración" de las Fuerzas Armadas que impulsa el gobierno de facto en un problema "técnico". "Mientras hemos tenido algo parecido a una Política Nacional, la técnica se ha adaptado a las necesidades de ésta, y no a la inversa... Y no puede ser de otra manera, sin necesidad de recurrir a Von Clausewitz diciendo que la guerra "es la continuación de la política por otros medios" o "la forma violenta de la política", con Von Treitschke. También lo ha dicho Nicolás Lenin: "La guerra es la parte del todo, y el todo es la política".

Y concluye: "Es previo, pues, determinar en qué consiste esa política: ¿somos una Nación o somos un apéndice?... Es el destino nacional el que está en juego, y debe intervenir todo el país en la discusión...". Por eso, afirma: "Me guía en este trabajo la preocupación de que el país tenga una Política Nacional, sabiendo que sin Política Nacional no hay ejército nacional y recíprocamente. Vamos primero a echar un vistazo por nuestra historia y veremos la correlación que una y otra han tenido, y cómo, muchas veces, la política nacional ha faltado en los gobiernos, y el Ejército ha sido su único depositario. Cómo se trató reiteradamente de destruir su carácter nacional para sustituirlo por un ejército de facción... Podremos así reconocer la estrecha relación entre "Política y Ejército"..."

Y definido así el título, Jauretche aborda el tema aludido en el subtítulo de la obra: "Dos concepciones opuestas han alternado en la política argentina: la que ha cuidado la conservación del espacio nacional original y la que lo ha sacrificado al triunfo de preocupaciones de orden ideológico... Desde el principio de la independencia se han enfrentado la política nacional y la política ideológica. Mientras hubo un ejército nacional, éste gravitó decididamente a favor de la primera, llegando a la desobediencia de San Martín y a la sublevación de Arequito. Las disgregaciones que ha sufrido el virreinato del Río de la Plata fueron queridas por los directoriales y unitarios de Buenos Aires, para quienes esa disgregación representaba disminuir las resistencias localistas a su preeminencia y facilitar su idea obsesionante de hacer "Europa en América". Más tarde la fórmula de que "el mal que aqueja a la Argentina es la extensión" daría justificación teórica a esta política de la PATRIA CHICA que se complementa con los intereses de una oligarquía naciente de "agiotistas y especuladores" vinculada al comercio de importación y, por ende, adversaria de la economía artesanal del interior. La libertad de comercio es su signo permanente, es decir, el desamparo de toda posibilidad de evolución armónica de una economía nacional. Distorsionado el país a favor del litoral y del intercambio de materias primas por materias manufacturadas, surgiría posteriormente una clase de grandes propietarios de la tierra que ligarían el país a ese sistema económico... en coincidencia con los intereses de Gran Bretaña.

"Como consecuencia de la destrucción de las bases de las economías regionales se creó un problema social que ahondó los localismos y lanzó a las masas populares a la insurrección. De esas oposiciones entre el interior y Buenos Aires surgieron las disminuciones territoriales que los ideólogos de Buenos Aires facilitaron deliberadamente abriendo el camino a la destrucción de la PATRIA GRANDE..."

"La disyuntiva entre la existencia de una Política Nacional y su negación está presente desde los primeros días de nuestra historia. Hay dos concepciones: la de la PATRIA GRANDE y la de la PATRIA CHICA. La que atiende al ser de la Nación en primer término, y la que posterga ésta, al cómo ser; la que pone el acento en la grandeza, y la que lo pone en la institucionalidad, en las formas. La primera tiene la tensión puesta en las campañas de la independencia, en el Alto Perú y en la Banda Oriental; es la que genera las epopeyas sanmartiniana y artiguista. Se siente continuadora de la política de España para el Continente, ahora para los americanos. Su ámbito es tan grande que sus hombres se llaman así, americanos, y no argentinos; esto lo iremos viendo a medida que nos achiquemos; ¡si apenas nos hemos salvado de llamarnos porteños!"

"Aquellos de entonces, que querían crear Europa en América, tenían una preocupación obsesionante: no se América... Así resulta hoy difícil, siquiera sea, pensar nuestro espacio según debió ser: hasta donde había antecedentes de población y dominio... Importa señalarlo... Para pensar hoy nuestra política nacional, necesitamos reconstruir mentalmente la Patria Grande..."
"Algunos han querido ver esta oposición entre Buenos Aires librecambista y probritánica, y el interior tradicionalista, conservador y por eso hispanoamericanista, una fatal disyuntiva entre el "siglo" y el pasado; y lo perdido, como una consecuencia ineluctable de la independencia. Suponen así que no tuvimos otra alternativa que los términos británicos o españoles del problema. La opción entre dos estructura coloniales, y esto no es cierto. Hubo en marcha una síntesis que hubiera constituido la política nacional, porque de la destrucción de las viejas condiciones surgió una fuerza nueva, que se apoyaba en el pasado pero que marchaba hacia delante, en demanda de una creación autóctona..."

"Es imprescindible tener conciencia clara de esto: la falsificación de la historia está dirigida a la adulteración de los objetivos; no es tan importante porque haya levantado estatuas donde debió levantar patíbulos, y patíbulos donde debió levantar estatuas; que haya dividido a sus actores en monstruos y santos, deshumanizándolos para hacerles perder carnadura humana... y desfigurado el paisaje de la historia con batallitas en campos de golf y héroes coloreados como los yesos de santería, para desvincularlo de su raíz telúrica y de toda posibilidad de identificación con el mundo en que vivimos."
"La gravedad de la adulteración consiste en que ha estado al servicio de una política planificada para dejarnos sin puntos de apoyo en el pasado, e impedir que, rectificando errores, retomemos los auténticos caminos de la historia. La historia se ha escrito no como tal, sino como propaganda y con aquel concepto de Sarmiento, "si es necesario mentir se miente", del que Mitre hizo una disciplina científica. Pues aquello era comprensible y discutible en medio de la ofuscación pasional, pero esto otro expresa un frío y deliberado propósito antipatriota. Así se ha tapado por años y años el rumbo de la PATRIA GRANDE para que los hombres de la PATRIA CHICA nos siguieran señalando el camino.."

Y como si estuviera haciendo referencia al presente, añade: "Es la hora del liberalismo, pero cada país lo condiciona a su realidad, y a sus intereses, y este olvido establece las diferencias sustanciales entre la línea económica seguida por los Estados Unidos y la seguida por nosotros. Porque Estados Unidos nacionaliza su liberalismo y lo abroga en cuanto él obstruye el desenvolvimiento nacional. Los constructores de la grandeza norteamericana sabían diferenciar el distinto grado de evolución de las economías y comprender que los países más atrasados necesitan proteger el desarrollo paulatino de sus industrias ante la competencia demoledora de la importación a precios bajos de los más adelantados..."

Y concluye, en su última página: "Parece que hubiera una contradicción entre este hoy y aquel ayer: pero no la hay. La PATRIA CHICA es siempre lo mismo: la cabeza de puente de ultramar; el desembarco político, cultural y económico; la contrarrevolución de la revolución de la Independencia. Y nuestra tarea, es la misma de los viejos hombres de la PATRIA GRANDE. Sólo desde ella podemos construir una Política Nacional".

jueves, 2 de agosto de 2007

LAS TRES GRANDES CONSTRUCCIONES DE LA ARGENTINA QUE VIENE (Carlos María Vilas)

El discurso que la Dra. Cristina Fernández de Kirchner pronunció el pasado 19 de julio en La Plata constituye sin dudas el documento político argentino más importante de los últimos años. Síntesis conceptual de lo efectuado por el gobierno del Dr. Néstor Kirchner en sus cuatro años de gestión, es al mismo tiempo un planteamiento claro del camino que la candidata presidencial propone recorrer en el próximo período presidencial que, según indican todas las estimaciones electorales, estará a su cargo. El discurso de la Dra. Fernández de Kirchner tiene además la virtud de articular el contenido programático a una acertada concepción teórica del Estado que, no por implícita, es menos discernible.

El eje dinámico del discurso está constituído por lo que denomina “las tres construcciones fundamentales” de los cuatro años de gobierno de Néstor Kirchner “y sobre las que vamos a construir la Argentina que viene, la Argentina del Bicentenario”. Esas construcciones son el Estado Democrático Constitucional, el Modelo de Acumulación e Inclusión Social, y la Construcción Cultural.

I. El Estado Democrático Constitucional
El Estado es ante todo estructura de poder político formalizada en instituciones y procedimientos. Reconocer al Estado como estructura de poder significa que es el resultado de los conflictos y las tensiones sociales –patricios y plebeyos, monárquicos y republicanos, federales y unitarios, pueblo y oligarquía…-- que dinamizan la historia y el presente de toda Nación. Esa estructura de poder se institucionaliza en agencias, procedimientos y aparatos que emiten mandatos de obediencia obligatoria para todos. El Estado es por consiguiente la unidad soberana de decisión respecto de la población de un territorio. Los grandes objetivos de esa estructura de poder, la organización de sus competencias y responsabilidades, los derechos, obligaciones y garantías del pueblo en sus relaciones recíprocas y con el Estado así creado, forman el contenido de la Constitución Nacional, cuya superioridad respecto de cualquier otra norma expresa la dimensión soberana del Estado fundamentada, en una democracia, en el ejercicio de la soberanía popular. El carácter democrático de una constitución deriva del modo en que en su letra y en su efectiva vigencia explicita la soberanía de la Nación como síntesis jurídico-política del pueblo.

El documento de la Dra. Cristina Fernández de Kirchner toma como punto de partida la recuperación de los roles que la Constitución Nacional define para las tres grandes instituciones que tienen a su cargo las funciones de crear las leyes, hacerlas cumplir, y dirimir los conflictos que puedan suscitarse en torno a su aplicación. Es decir, las ramas legislativa, ejecutiva y judicial respectivamente. Esa recuperación fue el producto de un claro ejercicio de voluntad política en el marco de la nueva realidad explicitada tras la elección presidencial de 2003.

Cuando en mayo de ese año el presidente Néstor Kirchner asumió el gobierno, el país acababa de vivir la mayor crisis económica, social y política de su historia, crisis que fue la culminación de varias décadas de abdicación de la soberanía nacional en esos tres aspectos y de la instrumentalización del Estado para beneficio de minorías de privilegio, nacionales y extranjeras. Un Poder Legislativo que funcionaba como caja de resonancia de las corporaciones, los lobies y el poder financiero transnacional, responsable de aberraciones jurídicas como las reformas a la ley de contratos de trabajo –tan aberrantes que para que fueran aprobadas hubo que recurrir al soborno. Un Poder Ejecutivo que actuó como herramienta entusiasta de los grupos del poder económico en el desmantelamiento de los recursos de la Nación y en el avasallamiento de los derechos del pueblo. Un Poder Judicial ineficiente, de procedimientos eternos y sentencias injustas, al servicio de los grandes intereses económicos y financieros.

En estos cuatro años, el ejercicio del gobierno y su apoyo en una sostenida movilización social permitió transformar significativamente estos escenarios. El Congreso Nacional asumió su papel de representación auténtica de la soberanía nacional; el Poder Judicial fue saneado empezando por la cabeza -la Corte Suprema de Justicia-; el Poder Ejecutivo recuperó la plenitud de las funciones que le asigna la Constitución Nacional e impulsó una política decidida de dar prioridad a los intereses de la Nación por encima de ambiciones y pretensiones particulares: reducción del endeudamiento externo, neutralización de las presiones y condicionamiento del Fondo Monetario Internacional y otros organismos financieros multilaterales, y de los grandes grupos económicos; eliminación de la impunidad, defensa y promoción sostenida de los derechos humanos, depuración de las fuerzas armadas y de seguridad, entre otros.

Estas acciones son relevantes no sólo para el fortalecimiento constitucional del Estado, sino también para consolidar su condición democrática. Sin pleno ejercicio de la soberanía política, la soberanía popular, que es la base de la democracia, carece de eficacia; sin el apuntalamiento democrático de las decisiones adoptadas por las autoridades constitucionales, la soberanía política es un mito. Para ser realidad efectiva, el Estado debe ser a un mismo tiempo Constitucional y Democrático.

Este conjunto de logros expresa la recomposición de las relaciones de poder político que tuvo lugar en estos cuatro años. Es mucho lo que se ha avanzado pero no es poco lo que resta por hacer. La “primera construcción” de la propuesta de Cristina Fernández de Kirchner anuncia, en consecuencia, continuidad y al mismo tiempo profundización. Continuidad de sentido y de horizonte estratégico, profundización para hacerse cargo de los desafíos que surgen de las transformaciones que la propia práctica de estos últimos cuatro años introdujo en los escenarios socioeconómicos, culturales y políticos de la Nación, y en su inserción en los escenarios regionales e internacionales. Porque así como el “piso inicial” de la etapa de gobierno que se avecina es otro (un piso, si se quiere, “más alto” que el de 2003) también es cierto que los problemas que hay que enfrentar ahora no son los mismos del pasado reciente. Cuatro años consecutivos de altas tasas de crecimiento económico y de estabilidad social plantean desafíos diferentes a los que derivan de la recesión.

II. Acumulación con Inclusión Social
Importante como es, nada de lo anterior es un fin en sí mismo. El fortalecimiento político del Estado, la recuperación de su eficacia decisoria, apuntan a los grandes objetivos de la política democrática, que se sintetizan en el logro sostenido del bienestar general. Es decir, generar las condiciones necesarias para garantizar el acceso de todos los habitantes a los bienes materiales y espirituales requeridos para el goce de una vida plena, de acuerdo al nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas de producción. Ello así, porque lo que impulsa al ser humano a vivir en sociedad y a organizarse políticamente, y lo que legitima a esa comunidad política, no es simplemente un espíritu gregario, que también existe en las especies animales, sino la aspiración a vivir bien, es decir una vida con justicia, una vida en la que cada quien reciba en proporción a su trabajo y a sus necesidades, y al grado de desarrollo social, lo que necesita para una vida buena, y entregue a la comunidad en proporcional contraprestación, su contribución al más eficiente desempeño de ésta y al mejor logro de sus fines. “Hacer justicia” es “dar a cada uno lo suyo”, por eso decían los antiguos que “la justicia es cosa de la polis”, es decir de la comunidad políticamente organizada. Los bienes y servicios, materiales y espirituales, que el ser humano necesita para gozar de esa calidad de vida constituyen lo que es debido por la comunidad a cada uno de sus miembros. Y dar a cada quien lo que se le debe, es decir, dar a cada quien lo suyo (sea en empleo, educación, atención en salud, impuestos, cumplimiento de las normas, etc.) es precisamente hacer justicia.

La Dra. Fernández de Kirchner lo expresa en su discurso: “Una forma de gobierno es el instrumento para que la política pueda llegar a la sociedad”. Es decir, la organización institucional del Estado y del gobierno debe estar al servicio del bienestar general, que es la máxima expresión de la justicia. Constantes otros elementos, esto se logra mediante una correcta organización de los procesos de acumulación y de distribución. Por eso la “Segunda Construcción” es el Modelo Económico-Social de Acumulación e Inclusión Social.

En primer lugar un modelo que es al mismo tiempo económico y social porque, como se señala en el discurso, “la economía no es algo diferente a la sociedad”; las relaciones económicas son al mismo tiempo relaciones sociales, interacciones de grandes conjuntos de seres humanos que ocupan posiciones diferenciadas en las relaciones de producción, distribución y consumo. La producción de bienes y servicios y la distribución de éstos son como las dos caras de la misma moneda; un modelo de acumulación es al mismo tiempo un modelo de distribución. Esa distribución puede ser positiva y conducir a la inclusión social, o regresiva y alimentar la exclusión.

La experiencia de todos los países exitosos del mundo, y la que nosotros estamos recogiendo en estos cuatro años, es que un modelo de acumulación debe estar sostenido tanto por un vigoroso y sostenido proceso de inversión en infraestructura económica y energética, como de infraestructura social. El sostenimiento de altas tasas de crecimiento de los años recientes se apoyó, fundamentalmente, en este esfuerzo, que además contribuyó significativamente a aprovechar condiciones ventajosas en el mercado mundial. Pero también sabemos que la inclusión social no es un efecto espontáneo del mercado, porque el “derrame” no existe si no es estimulado o forzado por políticas públicas encaminadas a ese fin. De ahí entonces que el sostenimiento de altas tasas de acumulación y la continuidad y ampliación de la inclusión social demanden tres grandes instrumentos: diálogo social, planificación estratégica, e institucionalización.

Diálogo social para la definición consensuada de los grandes lineamientos de las políticas públicas en materia de desarrollo y bienestar social, por encima de variaciones gubernamentales. Esto requiere la participación de interlocutores realmente representativos de los sectores estratégicos de la vida nacional, que miren más allá de lo inmediato y estén dispuestos a sacrificar intereses u objetivos particulares en aras del beneficio colectivo. Una convocatoria de tan amplias proyecciones no puede sino ser efectuada desde el más alto nivel del poder público, porque el objetivo del diálogo social no es otro que la concertación más amplia y democrática respecto de las grandes líneas de acción política de Estado. En algunas naciones europeas el diálogo social se institucionalizó en organismos especializados, como un Consejo Económico-Social o un Foro Socioeconómico. En los llamados “tigres del Asia” se crearon consejos o comités de planificación tripartitos, integrados por representaciones del empresariado, del movimiento sindical y de la administración pública. En todas estas experiencias la representatividad de los participantes y la dinámica y firme coordinación y conducción del Estado como poder democrático, representativo y soberano fueron requisitos fundamentales para su éxito.

El segundo instrumento de esta segunda construcción es la planificación estratégica. Una de las más notorias debilidades de Argentina es la incapacidad de construir políticas de Estado, es decir de fijar metas y ejecutar acciones que tengan como norte los grandes objetivos del desarrollo incluyente y la justicia social. Planificar estratégicamente implica no sólo que las políticas deben ser la expresión de amplios consensos, sino que deben enmarcarse en la organización eficiente del conjunto de actores y recursos involucrados, y anticipar, con las herramientas científicas disponibles, el desenvolvimiento probable de los hechos a partir de la variedad de factores intervinientes y de los impactos generados por las propias políticas que se van implementando. Hasta ahora el Estado no ha tenido otro instrumento de planificación que el presupuesto de ingresos y de gastos, de validez anual. Para concertar un conjunto básico de grandes políticas de Estado se requieren horizontes de mayor proyección y enfoques integrales que den seguimiento y eventualmente control a todos los factores que de una u otra manera inciden en las políticas, y sus relaciones recíprocas.

Finalmente, el discurso de la Dra. Cristina Fernández de Kirchner plantea la institucionalización del Modelo de Acumulación e Inclusión, para prevenir la “ruleta rusa” de los ciclos electorales. Lejos de acotar los alcances de la democracia electoral, este aspecto significa dotar de fuerza institucional a las políticas de Estado que surgen del diálogo social y son articuladas a través de la planificación estratégica. Significa dar fuerza política y ejecución continuada a esos compromisos básicos. Pero institucionalizar también implica mejorar la calidad institucional del funcionamiento de las agencias estatales, dotarlas de mayor eficiencia y mejorar su eficacia -es decir, apuntar a un uso más racional de sus recursos y a fortalecer su capacidad para producir los efectos de que se trata- y garantizar una efectiva autonomía decisoria respecto de intereses particulares, que es condición para que el Estado pueda ejercer sus funciones soberanas.

III. Construcción cultural
El discurso de la Dra. Fernández de Kichner es también una convocatoria a una renovación cultural de los argentinos. La recuperación de las facultades soberanas del Estado, la institucionalización de un modelo de acumulación e inclusión social, el diálogo social como instrumento y ámbito de concertación democrática, demandan un cambio cultural profundo.

El “sálvese quien pueda” del individualismo neoliberal debe ser desterrado en aras de la consolidación de un nosotros pletórico de esperanzas, en la confianza en la capacidad creativa del pueblo argentino, y en la priorización de lo que nos une como comunidad de historia y de futuro, que es decir de Patria.

Es este espíritu de unidad el que está presente en el modo en que tanto el Presidente Kirchner como la Senadora Cristina Fernández de Kirchner se dirigen a sus auditorios masivos: Argentinos, Argentinas. Apelar a la nacionalidad como forma de interpelación significa incluir del modo más abarcativo posible al pueblo de la Nación, es decir al sujeto soberano de la comunidad política, independientemente de diferencias de clase, género, etnicidad o de otra índole. Es un modo de resaltar la unidad por encima de las diferencias, cobijados todos bajo la bandera de la Patria. Una Patria que renace en la creatividad esperanzada de su Pueblo y de todos los seres humanos “de buena voluntad que quieran habitar en el suelo argentino”, como reza el Preámbulo de nuestra Constitución.

Es una convocatoria a recuperar la sana autoestima de los argentinos sobre la base de nuestra eficacia para construir un país que nos incluya a todos y a todas en memoria, justicia y libertad. Durante demasiado tiempo se pretendió alimentar la autoestima de los argentinos con cuentas de colores y espejitos brillantes: “Argentina potencia”, “Síganme que no los voy a defraudar”, “un dólar = un peso”, “estamos condenados al éxito”. Todo eso se vino abajo, como no podía ser de otra manera, sembrando la desorientación y la frustración en tantos compatriotas. Si, como se nos hizo creer, la única política y la única economía posibles eran las del neoliberalismo, el fracaso de esa política y esa economía eran el fracaso de toda política y de toda economía. Si a la contundencia del desempleo y el empobrecimiento sólo podía oponerse la fantasía hueca del triunfalismo retórico, era inevitable convencerse que los argentinos éramos sólo una mala broma.

A caballo del voto ciudadano, de entre las ruinas de la frustración inculcada por los poderosos y sus plumíferos, fortalecida por el sabor de los frutos que comenzamos a recoger, renace hoy con brío la confianza en el valor del trabajo, del esfuerzo propio, de la solidaridad, como otros tantos soportes de otra forma de hacer política y de organizar el esfuerzo productivo y la distribución de sus frutos. Es ésta la tercera gran construcción a la que nos convoca la Senadora Fernández de Kirchner. Un renacimiento cultural hecho posible por las transformaciones políticas y económico-sociales de los últimos cuatro años, y que constituye el pilar espiritual y relacional sobre el cual será posible continuar y profundizar ese sendero. Una ética de trabajo y responsabilidad que no es incompatible con el disfrute de las buenas cosas de la vida.

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Consolidar el Estado Democrático Constitucional, Institucionalizar el Modelo de Acumulación e Inclusión Social, Cambio Cultural, son las tres grandes construcciones a las que la Senadora Cristina Fernández de Kirchner nos invita. Expresan los tres grandes desafíos que la Nación Argentina, todos nosotros, enfrentamos de cara al porvenir, en los tres grandes ámbitos de la vida en comunidad: la política que orienta, la economía que provee, la cultura que solidifica y que aporta la dimensión que identifica a la Argentina en el mundo y la hermana con toda Latinoamérica.

Buenos Aires, julio 2007