jueves, 26 de julio de 2007

El revisionismo histórico y la liberación nacional (José María Rosa)

Para que un Estado con las apariencias exteriores de la soberanía (declaración formal de independencia, símbolos “nacionales”, autoridades “propias”, color distinto en los mapas) pueda ser calificado como colonia, necesita algo más que la dependencia económica o el sometimiento por la fuerza. Debe haber una mentalidad colonial en quienes lo gobiernan. De no existir esa mentalidad nos encontraríamos ante estados pequeños, débiles, subdesarrollados, ocupados militarmente etc., pero no ante colonias. Para que exista la relación imperialista entre un Estado dominante y otro dominado es necesario que éste último se encuentre sometido voluntariamente; que tenga, diríamos, una voluntad de colonia que se corresponda con la voluntad de imperio del dominante.

Ocurre esta voluntad de colonia por encontrarse pervertida la clásica noción del patriotismo: la patria de los coloniales no “la tierra de los muertos” de la conocida definición, ni el culto de las propias tradiciones, ni el orgullo de las modalidades vernáculas, ni la defensa –siquiera– de los intereses comunes a los habitantes del suelo. Nada de aquello que identifica al hombre con su comunidad. Por lo contrario: es opuesta a los caracteres y tradiciones del medio ambiente, y no tiene en cuenta a todos los hombres que lo habitan. Se expresa por generosas abstracciones: es la libertad, la civilización, la democracia; realizadas con prudentes limitaciones: “libertad” para pocos, “civilización” ajena, “democracia” sin pueblo.

Esas abstracciones y limitaciones se traducen en la realidad por el dominio exclusivo de un grupo social que persigue sus propias conveniencias. La patria de los coloniales es solamente su clase social envuelta con frases retóricas. Eso de reducir la patria a los intereses y dominio de una sola clase de la sociedad, lo había advertido Aristóteles hace veinticinco siglos al definir el tipo de gobierno que llamó oligarquía “minoría sin virtud política”.

La patria de los coloniales no solamente es compatible con el imperialismo de un Estado dominante que también encuentra en él su necesario complemento. El Imperio ajeno nunca es enemigo de una patria expresada en formas retóricas y sentida como los beneficios de un grupo social; el enemigo está en la misma tierra. Para que la oligarquía se imponga sobre ese pueblo necesita la ayuda, foránea y como su idea de patria es compatible y complementaría –espiritual y económicamente– con el imperialismo, éste es llamado por ella a cumplir la función patriótica de hacer de la comunidad una colonia.

En cambio en el pueblo alienta, y alentará, pese a su derrota, empobrecimiento y rebaja social, un espíritu nacional. En ningún país colonial o semicolonial las masas populares tienen conciencia de clase (quien la tiene es la oligarquía) sino conciencia nacional.

Se constituye en focos tenaces de resistencia nacionalista contra la intromisión foránea y sus aliados nativos. Su mentalidad es de nación: el hombre de pueblo entiende por patria al conjunto que vive en el mismo suelo y está apegado a costumbres y tradiciones propias.

Oligarquía y pueblo entran en lucha en la Argentina al iniciarse la Revolución de Mayo. Son dos ideas de patria opuestas y que naturalmente se excluyen: la “patria” reducida a una clase social, y la “patria” como la comunidad entera; dos sistemas económicos que no pueden coexistir: la economía liberal que beneficia a los comerciantes y a quienes se encuentran vinculados con el extranjero, y la economía nacional que debe proteger su producción contra la competencia foránea; dos concepciones políticas irreconciliables: el liberalismo que otorga el dominio del Estado a la clase social privilegiada, y los caudillos, que en esa etapa son la única forma posible para el pueblo de conducirse y gobernar.

Al iniciarse la segunda mitad del siglo, la oligarquía se impone sobre el pueblo. Todo favorecía en el XIX a su triunfo: el auge del liberalismo doctrinario que hizo a los intelectuales sus más eficaces aliados, el desenvolvimiento del imperialismo que llegó a su apogeo, etc.

La oligarquía mantendrá su hegemonía por varias causas: la persecución y rebajamiento de las masas, su reemplazo por inmigrantes sin conciencia de formar un pueblo (y por lo tanto sin inquietudes políticas, ni conductores), pero sobre todo por la eficaz propaganda de su idea de “patria” en escuelas, universidades, periódicos, discursos parlamentarios, etc. Y la correspondiente persecución como “enemigos de la patria” a quienes expresaron una idea opuesta.

Se escribió y se enseñó, con fervor de patria (de patria colonial) una “historia” donde la presencia del pueblo quedó excluida o rebajada a montoneras, gauchos anarquistas, populacho; los conductores del pueblo denigrados como tiranos, al tiempo de presentarse como ejemplos próceres a los políticos o escritores que sirvieron al coloniaje; y los intereses materiales foráneos mostrados como los fundamentos mismos de la nacionalidad. Una “historia” que consistía en independizarse de España para dictar una constitución, y luchar cuarenta años contra los tiranos para lograrla. Más allá de Caseros y de Pavón no había más historia argentina. Como si todo el objeto de la patria se hubiese logrado.

Una galería de presidentes con las fechas de su ingreso y egreso llenaba más de cien años de la Argentina a partir de 1862. Y a la verdad que no podía haber historia, porque las colonias prósperas como las mujeres honestas, carecen de historia.

El amaño del pasado mantuvo en la oligarquía, y los intelectuales, la mentalidad colonial. Se lo hizo también para adormecer al pueblo, pero no dio el resultado apetecido. La historia oficial no entró nunca como culto en la masa popular, que intuyó el engaño, y de los próceres ofrecidos a su culto tomó solamente a los héroes militares.

Llega el siglo XX, que se ha definido como “el siglo de los pueblos”. El imperialismo se bate en retirada y el liberalismo no convence a muchos. Surgen en la Argentina nuevos movimientos populares (el irigoyenismo de 1916 a 1932, el peronismo de 1945 en adelante), que por ser populares son naturalmente nacionalistas. Se interrogó a la historia “oficial”, para saber por que no éramos dueños de nuestros destinos, y no se encontró respuesta.

De ese impulso –a la vez académico y político– surgió el revisionismo histórico.

El revisionismo ganó en poco tiempo a las capas populares, porque les venía a traer una verdad de siempre intuida por ellas. Pero no le fue fácil convencer a los “intelectuales”, no obstante el severo método de su investigación histórica. Pero no se trataba de una polémica académica sobre esta o aquella verdad, sino el esclarecimiento de la noción de patria, un asalto contra el gran baluarte del coloniaje que son los intelectuales (los semi-intelectuales, los que comprenden a medias) desde aquellos escritores vinculados con el extranjero a aquellos estudiantes que desprecian al pueblo, o lo aceptan retóricamente siempre que piense como ellos.

Tal vez no sea tan difícil la obra en esta hora del despertar de los pueblos. Porque llegará un momento en que los intelectuales, como grupo social, entiendan cuál es su misión, y piensan, escriban y actúen en función de su comunidad. Sin sentirse atados a extranjerismos ni divorciados de su comunidad.


(José María Rosa, El revisionismo responde, Buenos Aires, Ediciones Pampa y Cielo, 1964)

lunes, 23 de julio de 2007

Presentación de la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner el día 19 de julio de 2007 en La Plata

En este mismo lugar, hace exactamente dos años en este mismo lugar, convocábamos a los hombres y mujeres de la Provincia de Buenos Aires. La convocatoria era para incorporar definitivamente a esta provincia al proyecto que el presidente Kirchner inició un 25 de mayo del 2003. Había cuestionamientos al rumbo que habíamos emprendido, un presidente con apenas el 22% de los votos, no me voy a cansar nunca de repetirlo, más desocupados que votos. En un momento de la Argentina en que parecía que el país se nos desintegraba en las manos, y a dos años de comenzar esa gesta, había cuestionamientos al rumbo. Derechos humanos, relaciones de Estado y mercado, cómo se posicionaban los poderes del Estado frente a los poderes de la economía, cómo construíamos un proyecto en el que volviera a ser el pueblo el eje central. Había cuestionamientos, casi jaque mates que querían para ese presidente. Y desde aquí, convocamos a millones de bonaerenses para incorporar a la provincia a ese proyecto.

El 23 de octubre... octubre, siempre octubre es, parece que nos persiguiera octubre... el 23 de octubre el pueblo de la provincia y el pueblo de la Patria confirmaron el rumbo que habíamos iniciado. Y hoy, a cuatro años de gestión, ese rumbo se ha profundizado. Yo no quiero en el día de hoy venirles a hablar de cifras, ya vamos a tener tiempo de aquí al 28 de octubre, ya por otra parte la conocen y la viven muchísimos argentinos la disminución de la desocupación, el desendeudamiento, el crecimiento de la actividad económica, de las fuentes de trabajo, de las exportaciones, números fríos pero que en lo concreto significan una incorporación a la vida de millones de argentinos que se habían caído y estaban de la mano de Dios, definitivamente.

Yo no quiero venir a hablarles de cifras, quiero venir a hablarles de lo que considero las tres construcciones basales, casi fundacionales de estos cuatro años, y sobre los que vamos a construir la Argentina que viene, la Argentina del Bicentenario. Sobre esas tres construcciones quiero hablarles esta tarde, en esta mi querida Ciudad de La Plata. Quiero hablar de la primera construcción, que más que construcción es una reconstrucción del Estado constitucional democrático en la República Argentina. Hemos reconstruido el sistema en la toma de decisiones que fija la Constitución Nacional para sus tres poderes del Estado, no es una cuestión menor.

Hay una clara percepción en la sociedad, desde hace ya varias décadas que quienes ocupaban el sillón de Rivadavia no podían, o no querían, representar el interés del conjunto. Había una clara intuición popular que por presión de sectores, de grupos económicos, de grupos de presión, o tal vez por decisión, o tal vez por decisión, quien ocupaba ese sillón no era realmente el que tomaba las decisiones.

Esto llevó a un deterioro de la institución presidencial insoportable casi para un sistema representativo y republicano, ni qué hablar, ni qué hablar de ese Poder Legislativo que también, por decisión, por presión o por corrupción, podíamos ver que en lugar de votar las leyes que merecían y necesitábamos los argentinos, se votaba porque lo pedía el Fondo, porque un ministro tenía la Banelco, o porque los militares habían salido a la calle.

Este poder que también dejó de representar los intereses populares contribuía al deterioro de la confianza en el sistema representativo de la Argentina. Y qué hablar del último componente, la Corte. Esa Corte que la vimos expuesta en todo lo que constituyó como convalidadora de la depredación contra el Estado Nacional, lo pudimos ver los legisladores que en el Senado de la Nación tuvimos que juzgar a los miembros acusados por la Cámara de Diputados, y veíamos cómo se desentrañaba la trama de un Estado silente, donde por connivencia entre funcionarios del Ejecutivo, silencio del Legislativo, y convalidación de la Corte, se despojaba o se intentaba despojar de cifras millonarias al Estado. Lo pudimos ver claramente.

Hoy hemos reconstituido el sistema de decisión del Estado democrático constitucional. El Poder Ejecutivo, quien preside la República Argentina, toma las decisiones de acuerdo a sus convicciones y a lo que prometió a la sociedad cuando se sometió al voto popular. Hoy, hoy los legisladores votan de acuerdo al rol constitucional de oficialistas u opositores, porque hace dos años aquí, quienes vinimos a pedir el voto como representantes de la Provincia de Buenos Aires, lo hicimos para apoyar las políticas de un gobierno que considerábamos estaba mejorándole la calidad de vida a millones de argentinos.

Entonces cuando ocupamos nuestras bancas estamos cumpliendo ese mandato popular y ese rol constitucional, del mismo modo que los opositores lo cumplen votando en contra. No pretendo dar esta tarde una lección de Derecho Constitucional, pero simplemente quiero hablar de cuestiones que tienen que ver con la calidad institucional en serio de un país.

Porque tal vez como en ninguna de las otras actividades y problemas que hemos tenido los argentinos, como en el caso de los derechos humanos que patentice con mayor agresividad ese abandono de los roles constitucionales, el fallo reciente de la Corte Suprema de Justicia, al decretar la nulidad de los indultos, viene conjuntamente, conjuntamente con las declaraciones de nulidad de las cámaras y la inconstitucional de la obediencia y el punto final a cerrar un ciclo en la República Argentina. La reconstitución del Estado democrático constitucional no es una cuestión menor. Leyes que habían sido arrancadas a un Poder Legislativo por presión, indultos, que lamentablemente ni siquiera por presión, sino que lo que es más lastimoso, por decisión. Habían sido firmados convalidando ese círculo de impunidad que nos colocaban a la Argentina en lo que yo he denominado en numerosos foros internacionales la etapa predemocrática de la República Argentina.

Porque puede haber impunidad, porque alguien que ha cometido un delito no sea castigado porque ha podido evadir la acción de la justicia, pero aquí era mucho peor, aquí la impunidad había sido consagrada desde los propios poderes del Estado, con lo cual nos remitía a una sociedad predemocrática, reinstituir, reinstituir y reconstituir este sistema constitucional, recuperar los roles de los poderes del Estado no era entonces una cuestión únicamente programática, o de convicciones, obedece puntualmente a poner en vigencia, ahora y para siempre, el texto de la Constitución Nacional Argentina, que es de lo único, que es de lo único que no debemos apartarnos los argentinos. Y digo todo esto porque curiosamente, curiosamente, cuando en la República Argentina legisladores reconocían públicamente que votaban leyes por pedido del Fondo, cuando se reconocía que se arrancaban impunidades por la fuerza de las armas que el pueblo había depositado en la calle, cuando... peor aún, peor aún, cuando en la etapa de la dictadura militar la única división de poderes que conocían los argentinos era la de la Fuerza Aérea, el Ejército, la Marina, ahí no se escuchaba nadie de los que hoy, en letra de molde, nos hablan de calidad institucional, hablar de calidad institucional.

Por eso... por eso... por eso... sostengo... sostengo con la Constitución en la mano, que nunca como ahora hemos recuperado los roles que la Constitución asigna a presidente, legisladores y magistrados de la justicia. En la Argentina que viene esta construcción debe ser profundizada, un Poder Ejecutivo como el brazo de gobernación y de administración del Estado que deberá impulsar planificación estratégica a mediano y a largo plazo, un Poder Legislativo que también deberá calificar el debate, despersonalizando la discusión, abandonando la competencia de agravios, y poniendo ideas, programas, y fundamentalmente la responsabilidad de de dónde habla cada uno. Porque uno escucha muchas veces discursos, expresiones, valoraciones, de gente que ha tenido la oportunidad de gobernar la República Argentina por el voto popular, y han fracasado estrepitosamente.

Eso no los convierte en parias de la política, o que no puedan opinar. Pero por favor, humildad y reconocimiento desde el lugar de donde se opina, porque la historia lo merece, y los argentinos también. La calidad institucional no sólo es responsabilidad de un gobierno, es responsabilidad también de la oposición. Y en el sector privado también, esa calidad institucional se expresa, en sus empresarios, en sus dirigentes sociales, en las empresas periodísticas, calidad institucional en todos los mostradores y a todas las puntas, no de un solo lado. Esto es lo que significa la profundización de ese Estado democrático y constitucional.

Es esa primera construcción, instrumental, porque en definitiva es una forma de gobierno, es el instrumento para que la política pueda llegar a la sociedad, hacerse cargo de una sociedad y mejorar su calidad de vida. Eso es por lo menos la concepción por la cual ingresé en esta misma ciudad, hace muchos años a la política. Y de esta primera construcción, de carácter institucional e instrumental, quiero pasar a lo que yo considero una construcción esencial, la del modelo económico y social, y tal cual lo dijimos aquí hace dos años, y presentamos un modelo económico social porque no concebimos a la economía como algo diferente a la sociedad.

Reiteramos, los problemas de miseria y de inequidad, de desocupación, no se arreglan desde un ministerio de asuntos sociales, en todo caso sirve para paliar la situación. La situación, la vida de los argentinos se arregla o se desarregla desde la economía, es la historia trágica y reciente, no es concepción dogmática, no es idea extravagante, es dato empírico de la realidad, experiencia trágica de todos los argentinos. Y esta, este modelo de construcción económica y social que yo defino como un modelo de acumulación y de inclusión social, es la contracara de la economía y modelo de transferencia de recursos y riquezas que operó durante el modelo neoliberal de los años 90, acumulación contra transferencia. Por eso millones de argentinos se caían del aparato productivo. Y permítanme detenerme en esto de un modelo de acumulación.

No es la primera vez que la Argentina plantea un modelo de acumulación, tal vez el primero haya sido de la Argentina del Centenario, exactamente por esas casualidades de la historia hace ya más, decíamos, cuando la generación del 80, casualmente Dardo Rocha, esta ciudad es un producto de esta generación, de esa Argentina que quería convertirse en granero del mundo, y que había puesto en lo agrícola y en lo ganadero su fuente de acumulación y riqueza, que colocó al país en un posicionamiento internacional importante, pero que al mismo tiempo, por la propia actividad, al no generar puestos de trabajo, también generaba miseria en las clases populares.

Finalmente se desplomó allá en el 30, producto de los ciclos económicos internacionales, y luego el intento de sustitución de importaciones del peronismo, trunco por el golpe y por la incomprensión, creo yo, de las burguesías nacionales... No me canso de comparar el desarrollo de Brasil con nosotros.

Cuando veo a la industria aeronáutica brasilera, con Sembraer, entrar al mercado de los Estados Unidos, ellos entraron en esta investigación tecnológica después de lo que lo hizo el peronismo en la década de los años 40 y 50, y miren dónde están ellos... Un proyecto diferente, una burguesía que concebía sus intereses con los del país. Aquello que quedó trunco y que luego el desarrollismo intentó también, en esta maquinaria infernal de interrupciones institucionales, que provocaron la decadencia de todos los argentinos, hasta el modelo neoliberal de transferencia de los años 90, hasta el que estamos implementando ahora.

Esto que puede sonar a un intento de clase de economía no tiene nada que ver con esto, es simplemente tratar de explicarle a todos los argentinos, a todas las argentinas, cuál es la razón por la cual han descendido drásticamente los índices de desocupación, cómo hemos podido desendeudarnos, cómo hemos podido otorgar mejoras salariales, cómo ha podido mejorarse la situación de los jubilados, cómo hemos podido desembarazarnos del Fondo Monetario Internacional. No hay misterios, argentinos, es el modelo económico de claro perfil industrialista.

Y también sobre esto, creo que tenemos que dar algunas precisiones, porque también durante muchísimo tiempo los argentinos parece que fuéramos expertos, por allí en plantearnos falsas contradicciones, que nos frustran, que nos hacen fracasar. Pero durante mucho tiempo, durante mucho tiempo, hubo una aparente contradicción entre economía agrícola ganadera, o economía industrial, entre mercado interno o exportación. Hemos roto los tabúes, hemos demostrado que podemos tener una economía con una muy buena, casi récord, producción agrícola, un proceso de reindustrialización que ha permitido que descienda el índice de desocupación, y aumenten las exportaciones, y al mismo tiempo los argentinos han mejorado su calidad de vida, los indicadores sociales así lo demuestran, y al que no le gusten los indicadores sociales los invito a que vean cómo la gente ha vuelto con su... Es cierto que todavía nos faltan, es cierto que todavía hay franjas de pobreza, de inequidad. Pero estamos mejorando con mucho esfuerzo la calidad de vida de todos los argentinos.

Y la diferencia exacta yo la veía hace pocos días, cuando lo acompañamos al presidente a un pequeño pueblo del sur de la Provincia de Santa Fe, Las Parejas, un pueblito al que Kirchner había ido en el año 2002, cuando era candidato. En esos momentos ese pequeño pueblito del sur santafesino tenía uno de los índices de desocupación más altos del país, casi el 30%. Hace dos días fuimos a inaugurar una muestra de máquinas agrícolas ganadera, metal mecánica... Hoy la desocupación en Las Parejas es 0%, y falta gente para trabajar.

Y quiero, quiero utilizar un ejemplo excelente que dio el gobernador Obeid ese día, cuando comparó lo que producía, cuál era el ingreso de una tonelada de grano, también es rico el sur santafesino, como productor de grano, y cuánto producía una tonelada de esos fierros argentinos, a los que se les incorpora tecnología y valor agregado. Una tonelada de grano, 300 dólares. Una tonelada de valor de trabajo argentino incorporado, trabajo industrial, 10.000 dólares. Los 9.700 dólares son salarios de argentinos, es trabajo argentino, es valor agregado argentino.

Significa entonces, significa entonces, que este modelo, de perfil industrialista pero con matriz de acumulación diversificada, porque también tenemos que aprender de la historia vieja y reciente. La primera, la que les contaba, cuando una clase dirigente nacional había elegido un único instrumento de acumulación, la producción agrícola ganadera, y un cambio en el ciclo económico internacional nos quebró. Y la otra cuestión que tenemos que aprender de la historia reciente, es que hace muy poco tiempo la teoría de la dependencia establecía que quienes producíamos commodities íbamos a estar siempre dependiendo de los que producían valor agregado. Se han revertido los términos de intercambio, porque lo que tenemos que aprender quienes tenemos responsabilidades institucionales, quienes aspiramos a conducir la vida de los argentinos, es a no tener las cabezas cerradas, a entender que nada es inmutable, sólo la muerte es inmutable, que las cosas cambian y hay que tener la inteligencia de aprender con los cambios y saltar para arriba y para adelante. Esta es la responsabilidad que tenemos quienes solicitamos el voto popular.

Esta Argentina que hoy tiene nuevas esperanzas de que una vida mejor es posible, y entonces se necesita que este modelo en esta Argentina que viene también sea institucionalizado. Las elecciones a presidente no pueden ser más una ruleta rusa para los argentinos, donde si gana uno vamos para allá, y si gana el otro vamos para el otro lado.

Esto no lo tolera más ni el país, ni la sociedad, ni la historia. Necesitamos no jugar más a la ruleta rusa, necesitamos darle un rumbo perseverante y ahondar nuestros esfuerzos y nuestro trabajo en ello. Y en esa institucionalidad hay roles que cumplir, el Estado, abordando la planificación de estrategia en materia de infraestructura logística y social, en educación, porque durante mucho tiempo en Argentina discutimos acerca del financiamiento de la educación, que no podíamos mejorar la educación porque no había plata.

Ahora este modelo de acumulación ha hecho crecer el presupuesto educativo a cifras nunca vistas, comprometiéndonos que al 2010, en el año del Bicentenario, vamos a tener 6 puntos del PBI destinados a educación. Yo creo que vamos a llegar antes, creo que vamos a llegar antes, pero entonces, argentinos... pero entonces, argentinos, ya no vamos a tener más excusas, vamos a necesitar mejorar entonces la calidad de la educación, porque tenemos que darle innovación tecnológica a todo lo que estamos haciendo, y entonces el rol de la educación en la preparación de ciudadanos y ciudadanas para el mundo que se viene es vital.

También proponer en esta institucionalización del modelo, para evitar lo que les decía hace unos instantes, un acuerdo, el diálogo social en la Argentina, en el cual tenemos una rica historia empresarios, trabajadores, y la pata del Estado que redirecciona y garantiza las condiciones macroeconómicas de no endeudamiento, de superávit primario, de superávit comercial, de tipo de cambio competitivo, de reservas suficientes para evitar cualquier cimbronazo, esas condiciones macroeconómicas no pueden ser solamente de un gobierno o de un presidente de turno, tienen que ser patrimonio de todos los argentinos, y tiene que ser institucionalizado.

Yo veía en un acuerdo, donde empresarios y trabajadores podamos acordar, junto al Estado, cuáles van a ser las metas a mediano y largo plazo, no solamente discutir precios o salarios, fijar el modelo en que vamos a trabajar y producir, porque es lo que más le conviene al país. Este acuerdo institucionalizado es lo que va a garantizar entonces la novedad del cambio, que es precisamente, seguir en una misma dirección, evitando esos cimbronazos de un lado al otro que este país, que este país, nuestro país tuvo durante las últimas décadas, y que nos dejaron al borde de la extinción social.

Esto requiere no solamente un Estado, sino empresarios, empresarios que no tienen por qué ser buenos, yo no quiero empresarios buenos y sensibles, quiero empresarios inteligentes y que sepan contar, y que sea en ese orden, primero inteligentes, porque algunos solamente saben contar, y entonces se aferran a proyectos, o economías, casinos y burbujas que tienen poca sustentabilidad en el tiempo, y que finalmente hacen que el conjunto se desplome.

Es por eso que esta segunda construcción de este modelo económico de acumulación con inclusión social, es la única manera en que concebimos al crecimiento. Ya conocimos al crecimiento de la década del 90, donde crecía la economía y la gente se caía, el país desaparecía. Algunos creyeron que habían desaparecido los sindicatos, y se alegraban. No se habían dado cuenta que en realidad lo que había desaparecido era el trabajo en la República Argentina, y cuando se dieron cuenta era demasiado tarde, como esa... ese verso de Bertolt Brecht. Miren, hace poco, cuando estuve en la OIT, me tocó hablar después que el empresario Cuevas, Juan José Cuevas, que fuera el jeque, por así decirlo, de la central empresaria española protagonista del milagro de crecimiento que hoy tiene España, 30 años estuvo al frente de la central empresaria encabezando la construcción de ese modelo de acumulación, y hablaba de la necesidad de tener centrales empresarias y sindicatos fuertes que puedan negociar y apostar a un modelo de crecimiento.

Él centraba en esto una de las claves del secreto del modelo español. Tenemos que aprender, argentinos, de nuestra propia historia, no para trasladar experiencias que normalmente son intransferibles, pero para aprender cómo podemos desde nuestra propia idiosincrasia, de nuestra propia entidad, de nuestra propia estructura económica social, plantearle un modelo de vida a los argentinos. Los argentinos necesitan certeza, no se puede vivir levantándose todos los días pensando que va a perder el trabajo, o que tal vez todo le vaya a salir mal. Y ahí es donde quiero hablar de la tercera construcción. Tal vez la más importante, porque es la más difícil.

Lo que yo denomino la construcción cultural, esa autoestima que los argentinos habíamos perdido, ese creernos los peores y que todo nos iba a salir mal, esa cultura del fracaso. El otro día leía que un importante ejecutivo de un banco español hablaba de la experiencia en Latinoamérica, y aquí especialmente, en Argentina, y decía no entender por qué el fracaso tiene tanto prestigio intelectual en estas regiones.

Este solazarnos en que todo es negativo, en que todo va a salir mal, en que nada puede durar, en que todo es de corta vida y alcance, y que todo está mal, este querer que el otro fracase, casi reconociéndonos o regocijándonos en el fracaso del otro. No significa tampoco que tengamos que ser tontos voluntaristas, pero por favor, la autoestima y la reconstrucción de la cultura del esfuerzo y del trabajo tiene que ser el eje central de la Argentina que viene.

Y yo en esto, permítanme, quiero recurrir a mis compañeras de género, a las mujeres, formadoras de valores, la primera formadora de valores junto a su hijo. Ustedes saben que nunca he concebido el género como un espacio de confrontación, lo considero ridículo eso. Yo creo en el espacio del género como un espacio de articulación, y cooperación del otro. Ya la vida es demasiado dura y difícil como para buscar en quien es el compañero casi un contrincante. Nunca he concebido, nunca he concebido al género en estos términos, pero permítame decirles que las mujeres tenemos algunas aptitudes diferentes, propias, no mejores ni peores, propias, diferentes.

Estamos preparadas biológicamente para soportar el dolor, formadas culturalmente para enfrentar la adversidad. Todas sabemos que la vida es difícil, pero cuando se es mujer es mucho más difícil todavía, en la profesión, en la política, en la empresa, en el trabajo, en todo... en todo... siempre es más difícil. Y estamos preparadas además, estamos preparadas además funcionalmente para desarrollar actividades en simultáneo, en lo público y en lo privado, aún en las más altas esferas de decisión, siempre, en simultáneo. Miren, no es casualidad que durante la dictadura hayan sido mujeres las que se pusieron pañuelos blancos en la cabeza para buscar a los desaparecidos políticos.

No es casualidad que luego, cuando los desaparecidos eran los desaparecidos sociales, hayan sido mayoría los hogares con mujeres solas al frente de la jefatura del hogar, porque los hombres se habían ido. Pero también quiero decir algo. Esos millones de mujeres que han quedado solas al frente de su familia no es porque el hombre que se fue era malo, es la miseria muchas veces lo que ha disuelto la familia en la República Argentina.

El hombre está preparado culturalmente para proveer, para mantener, para proteger. Cuando queda sin trabajo se quiebra, se quiebra culturalmente, y entonces se va. Es a esas mujeres que yo convoco a la formación de estos valores de la cultura del trabajo y del esfuerzo, de la perseverancia, porque en esto de trabajar y de ser perseverantes hemos dado muestras sobradas.

Quiero decirles, argentinos, que además estas tres construcciones, de Estado democrático, de modelo económico y acumulación con inclusión social, de cambio cultural, de paradigma cultural, lo hemos hecho además desde aquí, desde nuestra casa, de América Latina, sin la ficción del primer mundo, aquí en la región, donde tenemos identidad y pertenencia, no para negarnos al resto del mundo sino para reconocernos mejor, y proyectarnos mejor también. Y además, y además argentinos, lo hemos hecho sin aporrear, sin palos.

Yo recuerdo esa Argentina del primer año, de los primeros días, miles y miles de argentinos sin trabajo, cortando puentes, calles, avenidas... miles... miles... Hagamos ejercicio de memoria, cuántas veces le decían a usted, presidente, que había que proceder con mano dura, restableciendo el orden.

Y usted apostó a una Argentina diferente, a una Argentina sin palos, a una Argentina donde nunca más un presidente se tuviera que ir, o tuviera que adelantar las elecciones porque unos argentinos habían matado a otros argentinos... ¡A eso apostamos, a la vida! ¡A la vida, a la canalización democrática de la conflictividad social! Porque, argentinos, es mentira que alguien pueda hacer desaparecer la conflictividad social. Basta mirar la historia, basta mirar el mundo, la conflictividad social hace a la esencia humana.

Lo importante, argentinos y argentinas, es poder procesarlas y canalizarlas democráticamente, defendiendo la vida, defendiendo los derechos humanos de todos, claro que de todos. Pero hemos sufrido demasiado, apostemos una vez más a la vida y a la convivencia. Y yo quisiera también, presidente, decirle algo para finalizar, porque... siempre he dicho que si tuviera que elegir alguno de los logros de estas construcciones, siempre he dicho que apostaría sin lugar a dudas por la construcción de la autoestima, de esa autoestima que usted les devolvió a los argentinos.

Pero... permítame decirle que a esa autoestima que usted les devolvió a los argentinos, también acaba de darle un gesto personal político sin precedentes. Porque no es común, en los tiempos que corren, ni en la Argentina ni en el mundo, ni en la Argentina ni en el mundo, que alguien con más del 70% de opinión positiva, con más del 50% de intención de voto, y con las posibilidades de seguir, decida no hacerlo. No es común... No es común... Este tal vez haya sido el cambio más importante, porque no es el cambio que tienen que hacer los otros, que siempre es más fácil demandarlo, es el cambio que cada uno de nosotros tenemos que hacer de las propias conductas. Y usted lo había dicho, pero no se lo creían, se lo había dicho a connotados periodistas, a políticos, a funcionarios suyos, a compañeros suyos.

Yo veía cuando usted lo decía que lo miraban como... bueno, como se mira a alguien cuando uno piensa que es el presidente, pero que en el fondo no le creían... así lo miraban. Y no era que desconfiaban de usted, tampoco es que quienes puedan ir a demandar nuevamente la voluntad popular esté mal que lo hagan. No, no, no le creían, porque ninguno, absolutamente ninguno hubiera hecho lo que usted hizo.

Eso es... Y eso es lo que lo convierte en un gesto distintivo. Mariano Moreno, Mariano Moreno, ustedes saben, uno de mis próceres predilectos, el favorito es Belgrano, Mariano Moreno hablaba de la autoridad del ejemplo, él hablaba de la autoridad del ejemplo. Usted tiene autoridad, pero no porque se enoje, sino por lo que hizo y por lo que hace. Esa es la autoridad, la de la propia conducta. Y quiero decirle que tampoco se la crea, no es un héroe, ¿eh?... no es ningún héroe, pero tampoco es un hombre común, por más que usted tenga la sincera vocación de ser un hombre común, es... y no desde ahora, ¿eh?, desde que lo conocí, un hombre fuera de lo común, absolutamente. Y ahora, a más de 30 años, me lo viene a confirmar una vez más, la decisión y la comprensión política del mundo, de la sociedad, y de las necesidades de ejemplos que tenemos los argentinos.

Quiero para terminar agradecerles a todos ustedes su presencia aquí, agradecerle también a los millones y millones de ciudadanas y ciudadanos argentinos que nos acompañan, que creen, que confían, no en nosotros, sino que han vuelto a confiar en ellos mismos, de que un país diferente es posible. Y que no solamente lo queremos, sino que nos lo debemos, como argentinos. Un país diferente, esto es lo que allá por el 2003 planteábamos, un país en serio, un país normal, un país en el cual volvamos a reconocernos todos y cada uno de nosotros.

Por eso, en esta tarde y en mi querida ciudad les quería agradecer profundamente, y a usted, presidente, decirle que los argentinos no lo van a olvidar. Lo único que espero, y permítame un ejercicio de egoísmo personal, todos somos un poco egoístas, espero que no lo extrañen demasiado. Muchas gracias, muchas gracias argentinos... muchas gracias Argentina... ¡Fuerza... podemos! ¡Miren adónde estamos y miren de dónde venimos! ¡Vamos a poder! Si pudieron nuestros próceres, con tan pocos elementos, cómo no vamos a poder hacerlo nosotros... ¡Con fuerza, con convicción, con coraje, por la Patria, por la Argentina, por nosotros mismos! Muchas gracias y hasta siempre.

viernes, 13 de julio de 2007

PALABRAS DE LA SENADORA CRISTINA FERNÁNDEZ DE KIRCHNER, EN EL ACTO DE CLAUSURA DEL SEGUNDO CONGRESO INTERNACIONAL EXTRAORDINARIO DE FILOSOFÍA

PALABRAS DE LA SENADORA CRISTINA FERNÁNDEZ DE KIRCHNER, EN EL ACTO DE CLAUSURA DEL SEGUNDO CONGRESO INTERNACIONAL EXTRAORDINARIO DE FILOSOFÍA, REALIZADO EN LA PROVINCIA DE SAN JUAN, REPÚBLICA ARGENTINA

Muy buenos días a todos y desde ya mi reconocimiento al esfuerzo de poner en marcha un foro donde se debate idea, pensamiento, sociedad y Estado.

No es ningún secreto, todos ustedes lo saben, que yo no soy filósofa, tampoco lo quiero ser, me faltarían muchos años de estudio y dedicación, algo que realmente exige mucho trabajo, mucho esfuerzo intelectual, mucha dedicación, pero no por ello vamos a negar la profunda articulación, la profunda vinculación estructural existente entre política y filosofía.

En épocas donde algunos nos dicen que las ideologías no cuentan, que han desaparecido, que en definitiva lo que es importante es debatir tal o cual propuesta concreta pero que en realidad la ideología no es necesaria en dirigentes políticos. Yo digo que todos los dirigentes políticos tenemos ideologías, todos los dirigentes políticos tenemos ideas. Lo que pasa es que algunos no pueden contar las ideas que tienen, y entonces las disfrazan de no necesidad de tener ideología, de no necesidad de articular precisamente a las ideas con la realidad, porque esta es la otra cuestión. (APLAUSOS).

También desde algunos cenáculos de intelectualidad se niega muchas veces a la política una dimensión de idea y articulación con la sociedad. ¿Por qué? Porque se concibe tal vez a la filosofía como un ámbito estrictamente académico, solamente propiedad de las elites pensantes y por lo tanto imposible de acceder, no ya del vulgo por supuesto, al que siempre tienen sumamente lejos, sino a cualquier otra persona que no sea iniciada académicamente en la cuestión filosófica. Y esta también es mi otra gran diferencia. Si tengo diferencia con los que sostienen que ya no importan las ideologías, también tengo diferencias con los que sostienen que la filosofía es sólo una cuestión académica. Muy por el contrario, creo que en la filosofía, los sistemas de ideas tienen sentido y alcanzan dimensiones humanas y por lo existencial cuando intervienen e interactúan con la realidad, con la sociedad para modificarla o consolidarla, que después vamos a hablar de los intereses que pueden representar esos sistemas de ideas, pero que en realidad, la ideología, las ideas, el pensamiento adquiere volumen, adquiere existencia, adquiere posibilidad existencial cuando interviene en la realidad y entonces ahí se convierte en política. Eso es en definitiva la política, las ideas aplicadas a nuestro contexto histórico, (APLAUSOS) interactuando permanentemente ante un mundo que se modifica y muta también permanentemente.

En esto soy -quiero decirlo- absolutamente hegeliana; la filosofía es hija de su época, la filosofía es esencialmente la época articulada en pensamiento. Y se me ocurre que sería bueno en este Congreso, donde la interpelación es el futuro del proyecto humano, que nos interroguemos acerca de cuál era la realidad del Primer Congreso de Filosofía, que lleva acabo allá por el ´49 en la hermana provincia de Mendoza. ¿Cuál era el mundo que circundaba ese evento, también encuentros de pensadores?

Eran, creo, ahora lo podemos ver al cabo del tiempo, la terminación de la modernidad. La posguerra, el surgimiento de un mundo bipolar, eran los finales de la modernidad que se caracterizó, esencialmente, por la formulación de categorías de pensamientos absolutas, totales, abstractas, profundamente racionalistas.

El mundo, de aquel primer congreso, fue en ese momento un mundo bipolar entre lo que podríamos denominar la utopía socialista, el socialismo, el marxismo por un lado, y el liberalismo, por el otro. Frente a eso, ustedes saben, es parte de la historia, el entonces presidente Perón formuló su ponencia filosófica en ese congreso acerca de la Tercera Posición o Comunidad Organizada que también era, pese a que fue titulada como modelo argentino, una categoría de interpretación y de decodificación de carácter absoluto y universal.

¿Cómo era el mundo además? Era un mundo de seguridades y certezas; las relaciones humanas, las relaciones laborales tenían noción de toda la vida. Alguien era un obrero ferroviario y posiblemente pensara que iba a morir como obrero ferroviario y se jubilaba como obrero ferroviario; había certezas. Y las dos ideologías dominantes de ese sistema bipolar cada una presuponía la construcción de un mundo perfecto y un final feliz, era la utopía socialista y también la utopía del liberalismo, de la democracia perfecta, donde finalmente todo cerraría en una verdad y en un modo de asociación política de carácter universal, “urbi et orbi” y sin ninguna connotación religiosa por favor.

¿Qué ha pasado, cómo nos encuentra este mundo en este Segundo Congreso hoy aquí? ¿Qué fue de aquel mundo seguro y perfecto que desde las ideologías básicas en ese mundo bipolar, nos planteaban la posibilidad de llegar a ese mundo feliz, perfecto y seguro?

La primera, que la perfección no es una condición humana y la segunda que “a seguro lo llevaron preso porque no tenía documentos”. Y hoy este mundo es sustancialmente diferente a aquel. Primero fue la caída de la utopía socialista. Siempre digo que el final de la modernidad va a ser discutido.

Ustedes saben que en la historia hay hechos fundamentales que van marcando los hitos de las etapas, así como los historiadores discuten si fue la caída de Constantinopla o el Descubrimiento de América el inicio de la modernidad, el fin de la Edad Media, yo creo que se va a discutir si fue la caída del Muro de Berlín o la caída de las Torres Gemelas el fin exacto de la modernidad. Lo cierto es que a unos y a otros, a quienes pensaban que el socialismo era la utopía, el marxismo era la utopía que llevaba al mundo perfecto, el Muro de Berlín derribó la ilusión y la utopía.

Anoche le comentaba al Gobernador, y permítanme la digresión, muy tarde vi una película, que les recomiendo: “La vida de los otros”, una excelente producción alemana, donde plantea finalmente que todos los totalitarismos, cualquiera sea el signo con el cual pretendan vestirse anulan eso de lo que tan maravillosamente nos hablaba Marilina recién, que es la libertad, la autonomía, y también el derecho a nuestra condición humana, contradictoria, compleja, con lados oscuros y lados claros. Esta es la otra cuestión, que también debemos involucrar en el análisis de nuevas categorías de pensamiento, no ya con validez universal, sino comenzar a advertir que luego también de las Torres Gemelas, cuando cae la utopía que se levantó después de la caída del Muro de Berlín, cuando Francis Fukuyama nos anunciaba “el fin de la historia”, en la democracia liberal, también esa segunda caída pone en crisis el concepto de una democracia liberal que se quería imponer bajo forma de globalización, que no es aceptada en todas partes del mundo. (APLAUSOS).

¿Qué significa esto? ¿Qué significa esta negación de las categorías de pensamientos universales y abstractas a ser impuesta como una regla todas las sociedades? Significa esencialmente comprender la complejidad de un mundo y asumir también la complejidad de la condición humana, que nos exige hoy, frente a este mundo admitir la existencia de distintos polos en el mundo, de bloques, que yo creo que va a ser esencialmente en mundo que sobreviene, a ese mundo bipolar, unipolar que se produce luego de la caída del Muro de Berlín y que finalmente culmina con esta sensación que sentimos todos de que las cosas no andan bien para el factor humano en el mundo que hoy tenemos. No significa en absoluto la resignación al cambio y a las transformaciones, no significa el relativismo cínico con que algunos quisieron llenarnos, luego de la caída del Muro de Berlín, significa la aceptación de que también las identidades colectivas, que se creían sepultadas con el fenómeno de la globalización y que bajo las formas de partidos políticos y sindicatos habían sido el signo distintivo de la última etapa de la modernidad iban a desaparecer.

Y no pueden desaparecer porque está en nosotros mismos, y esto es absolutamente científico. No lo descubrí yo lo descubrió un señor que se llamaba Sigmund Freud y que establece en la emoción humana, en el afecto el componente básico que acompaña a la racionalidad y a la inteligencia y que ambos son los que constituyen precisamente a la condición humana.

¿Qué significa entonces un mundo multipolar, complejo, con diversidades culturales? ¿Será el choque de civilizaciones, que nos preanunciaba Samuel Huntington, allá por la década de los 90. No, yo no creo tampoco en eso, creo en la posibilidad de articular entre los distintos bloques que casi naturalmente en base a identidades comunes, a espacios geográficos, historias comunes van consolidándose en el mundo. Y en ese sentido creo que el espacio latinoamericano es un espacio concreto, que exige categorías propias de pensamiento. No porque no podamos identificar cuestiones que tengan validez universal.

Yo creo que derechos humanos, no solamente con el concepto de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, en París, allá por 1948, sino con un sentido más amplio y más profundizado aún de los derechos humanos, admitiendo la diversidad cultural, étnica que muchas veces implica esta noción de derechos humanos la que nos va a exigir una apertura mental, que nos permita admitir, aceptar que pueda haber gente que piense que otro tipo de asociación política a la que nuestro pensamiento occidental considera como el más importante, y que yo lo considero porque soy hija de esa tradición occidental, pero puede haber alguien, pueden haber sujetos históricos, sociales, populares, que conciban otras formas de asociación política. Y esto debe ser interpretado, decodificado, aceptado y procesado en esto que decimos nosotros: el factor humano y el proyecto del sujeto humano.

Podríamos decir entonces, que si alguna vez, como parte de una generación soñamos con cambiar el mundo, hoy estamos más humildes, apenas queremos cambiar a nuestro país y ayudar a que cambie la región. (APLAUSOS). Pero me parece que en este comenzar a aceptar la imposibilidad de dar cuenta del todo en una ideología, la imposibilidad de aceptar ser el todo, el orgullo o la vanidad intelectual, que por ejemplo tuvo la Ilustración, que pretendió querer explicar el mundo para siempre, debemos entender que muchas cosas y casi nada es para todos y que mucho menos es para todo el tiempo. Porque además saben una cosa, me encanta vivir y ser parte de un género en el que la sorpresa, el pensamiento diferente, la realidad que cambia es interpretada, decodificada y afrontada.

Hemos sido esencialmente sujetos no para vivir siempre, históricamente, a través de los siglos de la misma forma y con las mismas etapas civilizatorias, sino para transformar y modificarnos permanentemente. Esto es lo que nos diferencia a los humanos, del resto de la escala animal: la posibilidad de transformar, la posibilidad de modificar, de repensar, de revisar categorías, de revisar pensamientos con absoluta libertad, autonomía y apertura mental.

Y se me ocurre entonces, con mayor humildad que en el pasado, que en este bloque concreto de Latinoamérica, en este espacio concreto de la República Argentina, categorías de pensamientos con claves como derechos humanos, con un concepto inclusive más amplio. Durante el siglo pasado los derechos humanos tuvieron para nosotros en la región la significación de la violación masiva, por parte de las dictaduras, masivas y planificadas estos derechos.

Hoy, afortunadamente, ya no tenemos esa violación masiva y planificada de los derechos humanos, pero tenemos otras violaciones: la de la inequidad, la pobreza y la desigualdad, que es la otra gran clave que debe abordar la región. (APLAUSOS). Una región que también es, hacia adentro de sí misma compleja y diversa.

Siempre cuando doy conferencias o tengo encuentros en otras latitudes, en Europa, fundamentalmente, siempre preguntan entre curiosidad y extrañeza por los fenómenos latinoamericanos. El tema del peronismo es un tema que ha desvelado a numerosos intelectuales europeos, siempre nos miran como algo raro, pero en general la región con esos surgimientos de los últimos tiempos es mirado de manera particular.

Un senador socialista francés me preguntaba, en París, en febrero, qué pasa en la región, hay un giro hacia la izquierda. Y yo le decía que es mucho más simple: ahora los gobernantes en América latina se parecen a los gobernados. Yo no sé si será a la derecha, al centro, a la izquierda o al fondo, pero me parece sí que hay una nueva realidad latinoamericana y que tenemos que dar cuenta de esa diversidad, que también tenemos en nuestros propios espacios y proyectos, porque diferentes también son nuestras historias, nuestras identidades y nuestras tradiciones.

El otro día recibía, junto al Presidente Kirchner, al vicepresidente de Bolivia, Alvaro García Linera, un intelectual de fuste boliviano y él hablaba precisamente de esto: de la diversidad. Él hablaba de un “capitalismo andino amazónico”. Nosotros hablamos de otras realidades, porque otras son las realidades de la República Argentina, frente a Bolivia, a Brasil o frente a Venezuela o frente a Chile. Todos tenemos particularidades, pero creo que las claves de derechos humanos, desigualdad y pobreza y clave, la otra, la tercera, la que no puede estar ausente: la cuestión democrática que tan bien desarrolló, quien me precedió en el uso de la palabra, son los tres elementos que podíamos unirlos en una categoría de pensamiento latinoamericano, que sea la que nos permita interpretar, decodificar esta realidad nueva, nuestra para ser aprovechada en toda su increíble potencialidad.

Somos un continente sin problemas étnicos ni religiosos, muchas veces nos miraron con extrañeza desde los grandes “centros civilizados” con categorías de pensamientos diferentes a las nuestras, muchas veces no se entendieron movimientos de masas, fenómenos sociales que tienen que ver con la otra cuestión del pensamiento que no es solamente la cuestión abstracta y racionalista, como les decía antes, sino también lo emocional e identitario que tiene el afecto en una sociedad para agrupar identidades y entonces construir nuevos colectivos, que es de lo que esto se trata.

Finalmente creo que es muy importante que hombres y mujeres con responsabilidades en la articulación de pensamiento, en su formulación académica, en conjunto con hombres y mujeres que tenemos las responsabilidades concretas de todos los días, de resolver los concretos problemas, interactuemos. Eso es lo que necesitamos: interactuación, pensamiento, idea y práctica; idea y praxis. Eso no es muy nuevo, eso es casi también de la modernidad.

Creo entonces que estamos en un momento crucial, que exige de parte de todos nosotros mucha apertura mental, mucho el estar dispuestos a la sorpresa, a lo nuevo, a lo diferente. Y a no asustarse ante lo nuevo y lo diferente que eso es lo que hace que la filosofía, la política, y en síntesis la vida tengan sentido. Muchísimas gracias y dejamos clausurado formalmente el II Congreso Mundial de Filosofía, muchísimas gracias, pero muchísimas gracias. (APLAUSOS).

jueves, 5 de julio de 2007

9 de Julio de 1947

El 9 de julio de 1947 el presidente Perón declaró en San Miguel de Tucumán la Independencia Económica, en momentos en que visitaba nuestro país el presidente de Chile, Gabriel Gonzalez Videla. Tres días antes de la Declaración, Perón afirmó que el coloniaje económico importa el vasallaje político y que el imperialismo capitalista interfiere la vida de los pueblos en su desmedido afán de lucro, dos verdades que aún tienen plena vigencia.

Al hablarle a los tucumanos Perón expresó: Que sea ésta para todos los tiempos la Meca de nuestra Independencia, donde los hombres lleguen con unción ante este altar sagrado de la causa de la Libertad para prometer al pueblo que ningún argentino, por miserable que se sienta, podrá exponer jamás la bendición de su soberania y de su independencia.

Acta de Declaración de la Independencia Económica

En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán, a los nueve días del mes de julio de mil novecientos cuarenta y siete, en celebración del centésimo trigésimo primer aniversario de la declaración de la independencia política, sancionada por el congreso de las Provincias Unidas reunido en mil ochocientos dieciséis, se reúnen en acto solemne los representantes de la Nación, en sus fuerzas gubernativas y en sus fuerzas populares y trabajadoras, para reafirmar el propósito del pueblo argentino de consumar su emancipación económica de los poderes capitalistas foráneos que han ejercido su tutela, control y dominio, bajo las formas de hegemonías económicas condenables y de las que en el país pudieran estar a ellos vinculados.

A tal fin los firmantes, en representación del pueblo de la Nación, comprometen las energías de su patriotismo, y la pureza de sus intenciones en la tarea de movilizar las inmensas fuerzas productivas nacionales y concertar los términos de una verdadera política para que en el comercio internacional tengan base de discusión, negociación y comercialización los productos de trabajo argentino, y quede de tal modo garantizada para la República la suerte económica de su presente y su porvenir. Así lo entienden y así lo quieren, a fin de que el pueblo que los produce y elabora y los pueblos de la tierra que los consumen puedan encontrar un nivel de prosperidad y bienestar más alto que los alcanzados en ninguna época anterior y superiores a los que puedan anotarse en el presente. Por ello, reafirman la voluntad de ser económicamente libres como hace ciento treinta años proclamaron ser políticamente independientes.

Las fuerzas de la producción e industrialización tienen ahora una amplitud y alcance no conocidos y pueden ser superadas por la acción y trabajo del pueblo de la República. El intercambio y la distribución suman cifras que demuestran que el comercio y la industria se expanden conjuntamente con aquellos. La cooperación, que contribuye a fijar de manera permanente las posibilidades humanas, será activada hasta alcanzar el completo desenvolvimiento que demandan las nuevas concepciones del comercio y empleo mundiales de las energías.

A su término, una vez leída esta declaración y preguntados si querían que las provincias y territorios de la República Argentina tuviesen una economía recuperada y libre del capitalismo foráneo y de las hegemonías económicas mundiales o de las naciones comprometidas con aquéllas, aclamaron y reiteraron su unánime y espontáneo -así como decidido- voto por la independencia económica del país, fijando por su determinación el siguiente

PREÁMBULO

Nos, los representantes del pueblo y del gobierno de la República Argentina, reunidos en Congreso Abierto a la voluntad nacional, invocando a la Divina Providencia, declaramos solemnemente a la faz de la tierra la justicia en que fundan su decisión los pueblos y gobiernos de las provincias y territorios argentinos de romper los vínculos dominadores del capitalismo foráneo enclavado en el país y recuperar los derechos y gobierno propio y las fuentes económicas nacionales. La Nación alcanza su libertad económica para quedar, en consecuencia, de hecho y de derecho, con el amplio y pleno poder de darse las formas que exijan la justicia y la economía universal en defensa de la solidaridad humana.

Así lo declaran y ratifican ante el pueblo y gobierno de la Nación el gobierno y pueblo aquí representados, comprometiéndose, uno y otro, al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas y honor. Comuníquese a la Nación y, en obsequio del respeto que se debe a los demás Estados, detalladamente en un manifiesto y acta las fuentes determinantes de esta solemne declaración, dada en la Sala de Sesiones del Congreso de las Provincias Unidas, donde en mil ochocientos dieciséis se proclamara la independencia de la República, y refrendada por los representantes del pueblo y gobierno aquí reunidos.

J. D. PERON (siguen las firmas)